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Diario YA


 

Rey de Asturias

Miguel Ángel Guijarro. 5 de Septiembre.

Desde que el pasado miércoles se conociera que Rafael Nadal había sido el elegido como nuevo premio Príncipe de Asturias del deporte, no han dejado de llegar hasta mis oídos opiniones a favor y en contra de que el de Manacor inscribiera su nombre en el prestigioso premio. Lo que me ha llamado poderosamente la atención es que mucha gente, aficionados y periodistas, se han rasgado las vestiduras alegando que darle el premio a Nadal desprestigia los (no sé si bien o mal llamados) premios Nobel del deporte.
En este país somos más papistas que el Papa. Resulta que ahora darle el premio a Nadal, es un acto de caserismo que no se entenderá por el mundo… ya les vale. Parece según esto, que Nadal sea el premiado, es una concesión del jurado hacia un español y que por eso se ha barrido para casa. No entiendo. ¿Qué debía hacer Nadal, renunciar? Claro que Michael Phelps es un extraterrestre y que Ysimbayeba parece también de otro planeta, pero no es menos cierto que Rafa, al menos es vecino de los dos. Si nos atenemos a las explicaciones de los miembros del jurado, el premio no sólo se concede por su carrera deportiva, algo por cierto incuestionable (número 1 del mundo, ganador de Roland Garros, de Wimbledom, del oro Olímpico en Pekín y quién sabe si del US Open) sino por otra serie de valores que calan entre las nuevas generaciones. Para el jurado es un “deportista ejemplarizante” y para la Casa Real “un ejemplo para la juventud”, algo que se agradece en una sociedad en la que los ejemplos a seguir la mayoría de las veces dejan mucho que desear. Yo añadiría la humildad de este deportista que demuestra una delicadeza especial hacia el rival y una admiración no forzada por el adversario tanto en las victorias como en las derrotas.
Esos detractores, en un alarde de "españolía", hubieran visto probablemente bien que el premio hubiera recaído en un tenista idéntico a Nadal pero nacido en otro sitio, en esa mentalidad paleta de que lo de fuera es lo mejor y de que si premiamos a los nuestros, somos unos tramposos. Yo también critiqué que Fernando Alonso recibiera el galardón cuando no era aún Campeón del Mundo o que Ángel Nieto jamás haya podido estar en el Campoamor recibiendo el galardón, pero de ahí a criticar los méritos de Nadal dista un abismo. Sólo hay que darse un paseo por Nueva York –o por cualquier parte del mundo- para ver la imagen de Rafa con la bandera de España en cada esquina. Aprovechemos a este embajador de nuestro país, del deporte y de la calidad humana y dejemos viejos fantasmas encerrados de una vez por todas en el trastero.

 

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