Miguel Ángel Guijarro. 6 de marzo.
Aún queda Liga pero lo que es innegable es que al margen de las muchísimas diferencias que ha demostrado Barcelona y Real Madrid a lo largo de esta Liga, sobre todo futbolísticas, el factor más diferenciador es el espíritu que poseen los de la Castellana. Esto no quiere decir que el Barcelona no tenga espíritu ganador, que no busque el triunfo pero si hay un equipo que sea capaz de lanzarse al barro, de intentar la machada de irse a por un líder que está a doce puntos, ese no es otro que el Real Madrid. No es la primera vez y no será la última ya que este rasgo madridista se ha incrustado en la mente y en el corazón de los futbolistas que se enfundan esa camiseta. Aparcados los tiempos de las seis copas de Europa, el madridismo reciente recuerda como ese Madrid de las remontadas de los años ochenta ha encontrado su heredero en este nuevo Real Madrid. Hace dos años ya supieron a base de casta, empuje y goles recortar la ventaja del Barcelona y superarles para conquistar el título. Este año, las apuestas circulaban en torno a la diferencia de puntos que iba a conseguir el equipo de Pep Guardiola y en pocas jornadas, la diferencia ha ido menguando de tal manera que aunque aún quedan meses de competición y el Barcelona mantiene cuatro puntos a los blancos, nadie duda de que aunque el Barcelona siga siendo el favorito, una posible victoria blanca, no sería extraña. Los culés sienten en la nuca el aliento del Madrid y eso les atenaza, Guardiola da tranquilidad y dice que ganarán la Liga pero esa remontada blanca, ha calado hasta los huesos de un equipo que hasta hace unas jornadas era una máquina perfecta. El pasado domingo, en el césped del Calderón se vio un equipo con los pies en la tierra, con defectos, errores y discusiones entre los jugadores. Esto no sería nada más que algo lógico (lo ilógico sería mantener el nivel de la primera vuelta) si no estuviera por detrás el Real Madrid. Con todos mis respetos si el perseguidor fuera cualquier otro equipo de la Liga española, seguro que los cimientos de Camp Barça no se tambalearían como lo hacen ahora al sentir a los de Juande tan cerca. El Barcelona no está en crisis, simplemente ha bajado su ilógico nivel de juego y esta circunstancia, ha coincidido con un efectivo Real Madrid que ha sabido conjugar las enseñanzas de su entrenador para que no fueran un permanente coladero y la casta, fuerza, empuje y goles de sus predecesores. Una combinación explosiva que ha revivido una Liga que parecía finiquitada y carente de interés. Este sábado un nuevo capítulo servido a la misma hora para dar más emoción si cabe. Los goles del Camp Nou sonarán en el Bernabéu y viceversa mientras los dos Atléticos, se erigen una semana más como jueces y partes de una Liga que ha vuelto a vivir.