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Diario YA


 

ROHINGYA

Fidel García Martínez
Esa era la palabra que algunos querían evitar que el Papa Francisco pronunciara alta y clara en su viaje difícil y comprometido a Bangladesh. Las astucias diplomáticas querían impedir como fuera que el papa Francisco llamara a los hechos por su nombre, pero en un encuentro con 15 refugiados de la minoría islámica brutalmente perseguida, afirmó con la valentía y coraje que le caracteriza: “La presencia de Dios hoy se llama también rohingya”.
Al papa Francisco no le faltan detractores, algunos laicistas e incrédulos que le piden lo imposible y pecaminoso destruir la vida no nacida o quebrantar  la familia y el matrimonio como Dios manda, y otros que se autoproclaman defensores de lo que entienden ellos por ortodoxia, pero  nadie le puede acusar de falta de  valentía para estar cerca de los descartados, pobres, marginados y perseguidos, como lo ha demostrado en todos sus viajes a las periferias existenciales y religiosas.
Con sincera y sencilla humildad el Papa pidió perdón a los rohingyas en nombre de los sus perseguidores, de los que les han hecho mal, sobre todo en la indiferencia del mundo. La sorpresa  fue general  y causó  desconcierto porque el traductor ingles de las palabras del Papa no mencionó el gentilicio: rohingya. Una vez más el papa pedía perdón en nombre de los islamistas. El papa  Francisco logra más con su humilde oración que algunos políticos. Casi derramando lágrimas el Papa recordó la verdad tan necesaria como todos los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios.

 

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