ROMPETECHOS A LA MONCLOA
Pedro Sáez Martínez de Ubago. En estos días, tengan muchos estudios y conocimientos o más bien pocos, como ya demostraron algunos candidatos en sus referencias de campaña a Immanuel Kant sin ir más lejos, desde el Congreso de los Diputados nos están lloviendo gestos conmemorativos del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. Este miércoles vimos a un actor –pero esta vez un profesional de las tablas como el gaditano Manuel Tallafé- ocupando la tribuna del hemiciclo para reprender a sus señorías por su inutilidad a la hora de redactar un acuerdo que permita gobernabilidad de España. Pocos días antes veíamos la grotesca imagen de las gafas puestas a los leones del congreso.
Los mismos leones que, con el bronce, donado por el Ejército, de los cañones capturados al enemigo en la batalla de Bad-Ras (1860), Ponciano Ponzano diseñó y fundió en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla en el año 1865, y en 1872 se emplazaron en su actual ubicación en la Carrera de San Jerónimo. A estas alturas del camino andado desde aquellas elecciones constituyentes del 15 de junio de 1977 y con casi cuarenta años de Monarquía Parlamentaria, con Cervantes o no como excusa, los españoles ya no nos sorprendemos ver en este principal circo de nuestra democracia payasos, cómicos, sainetes, esperpentos, astracanes, comedias y cualquier otro género que no sea el que realmente se avendría con las necesidades y la situación de España: la tragedia.
Si el Congreso quiere recordar a Cervantes, bien está. Un genio de nuestra literatura y un héroe nacional que dio su sangre por Dios y por España en Lepanto, a bordo de la galera Marquesa, y luchando contra el turco, que amenazaba entonces toda nuestra civilización igual que lo hacen ahora sus correligionarios del Estado Islámico, bien merece un homenaje de todos los españoles, lo hayan leído o no. Pero, si sus señorías conocieran ya no la entera obra de Cervantes sino tan sólo el Quijote, estoy convencido de que encontrarían en ella numerosas y adecuadas citas que aplicar a la actual situación de nuestra Patria. El Quijote es profundo en su crítica, audaz en su parodia y perenne en el acertado en su diagnóstico de nuestros males.
Por eso, puede considerarse, más que por su feraz léxico, es una obra inmarcesible que consagra a un autor. Serían inagotables los ejemplos y las citas cervantinas que, más que los discursos de pantomima, podrían hoy aplicarse en poner en poner en práctica los todavía diputados, autoridades y partidos que, con la crisis, el desempleo, la sanidad precaria, la arruinada Seguridad Social, el periclitado sistema de cotización, la infame enseñanza o el ruinoso sistema autonómico, tienen a los españoles, como se dice del Ingenioso Hidalgo, “las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio”. "Deseamos que España se consolide como un país de lectores, porque así, como reza el eslogan, también lograremos ser un país de ciudadanos más cultos y más libres" son bellas palabras de quien hoy reina en España como Felipe VI.
Ojalá se aplicaran a ello con afán y ejemplo quienes ostentan sobre sus hombros la responsabilidad de regirnos y de hacerlo en orden al Bien Común. Entonces no sería necesario recordar las palabras del hidalgo manchego a unos cabreros, en el capítulo undécimo de la primera parte: “Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque […] Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia […] No había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado…”.
Ojalá se aplicaran a ello con afán y ejemplo. No sería necesario recordar aquí, frente a los actuales y continuos abusos, nepotismos, clientelismos y amiguismos de unos partidos de los que ninguno se libra de casos de corrupción aquí el consejo de don Quijote a Sancho (Segunda parte, Cap. XLIII): “Toma con discreción el pulso a lo que pudiere valer tu oficio, y si sufriere que des librea a tus criados, dásela honesta y provechosa más que vistosa y bizarra, y repártela entre tus criados y los pobres: quiero decir que si has de vestir seis pajes, viste tres y otros tres pobres, y así tendrás pajes para el cielo y para el suelo; y este nuevo modo de dar librea no le alcanzan los vanagloriosos”. Centrándonos de nuevo en los quevedos superpuestos a los leones del Congreso, parece que, más que para escenificar la evidente y deseable necesidad de lectura, sirven para reflejar y dar testimonio a los transeúntes del exterior de la ceguera que obnubila a los políticos del interior. Ceguera que, en una España esquilmada por sus errores, no permite vislumbrar nuestros políticos corruptos y vanagloriosos que, mientras ellos se apropian de cuanta librea queda al alcance de su rapiña, la brecha entre ricos y pobres se agudiza; la garantía de estabilidad y desarrollo que implica la clase media está en vías de extinción y la injusticia campea y asola la nación en todos sus ámbitos.
Ellos siguen, cegados por su personalismo, empecinándose en viles comadreos y personalismos que imposibilitan la gobernabilidad y gobernación de una España que, ahora como nunca, necesita tener y aparentar estabilidad. Rajoy a sus nuevas elecciones, Sánchez intentando aferrarse al último clavo del sueño de los lucros y momios de un expresidente del gobierno, por efímero que sea su mandato; Rivera, en una descarada duplicidad de poner velas a Dios y al Diablo que le ha llevado a lanzar la última propuesta, tan desesperada pero vil: nombrar entre todos un candidato de consenso, aunque no sea ninguno de los candidatos propuestos en su día al soberano pueblo español. Pero Rivera no es tan original y este fraude no sería nuevo.
Ya lo intentó en 1987 la Alianza Popular de Hernández Mancha con su irrisoria moción de censura. A los leones les pondrán lentes, pero los ciegos son ellos. Llegados aquí, quizá a la búsqueda de ese candidato de consenso no fuera más grave que otras burlas que nos han inferido desde las distintas instancias políticas, proponer como candidato, a un personaje de un autor quizá hoy más divulgado que Cervantes y no menos homenajeado como Francisco Ibáñez. Un personaje que lleva gafas como los leones; que no se queda atrás de ninguno de nuestros actuales gobernantes a la hora de meter la pata y sostenella sin enmendalla, pero que sin duda es más conocido y querido por el pueblo que la mayoría de los aprietabotones robotizados que nos desolan infestando las Cortes Generales y parlamentos autónomos.
En país de ciegos, según el refranero, el tuerto es rey ¿No cabría la posibilidad de que, oyendo a Ciudadanos y a la vista de lo que hay, a falta de caballeros andantes, en esta nueva ronda de consultas que va a iniciarse, Su Católica Majestad propusiera a Rompetechos como candidato a la Presidencia del Gobierno? A fin de cuentas, entre leones gafados y políticos ciegos, Rompetechos sólo es miope.