Rubalcaba: Especialista en derribos
Manuel Fernández Espinosa. En 1907, Vázquez de Mella pronunciaba uno de esos discursos suyos que asombraron y todavía sobrecogen: “Mientras no se restablezca y se marque la diferenciación que hay entre la “soberanía social” de una parte y la “soberanía política” de otra, no se restablecerá jamás el orden. La invasión de la soberanía política en la social produce todas las manifestaciones del absolutismo y del socialismo”. Esta diferenciación sigue sin haberse hecho hoy; y esa falta es una de las raíces de tantos males como sufrimos. La “soberanía política” -nos enseñó el eminente político tradicionalista- está para servir a la “soberanía social”. Y cuando no hace tal, la soberanía política (cristalizando en “estadolatría”) se convierte en un aparato parasitario de la sociedad. La estadolatría adquiere en esta democracia partitocrática las notas de “poliárquica y anónima”; y de esta forma –con múltiples poderes u órganos de poder, y con la impunidad que ofrece el anonimato- ejerce, en sus “sultanatos de temporada”, la más absoluta indiferencia por lo que la “soberanía social” exige para conservar su integridad, descuidándose olímpicamente de favorecer el pleno desarrollo de la sociedad que se ufana de representar y no representa. El sultanato que nos ha tocado padecer en España, desde el aciago 11-M, es el de Zapatero, presidente del gobierno de España para castigo de nuestros pecados –y, todo sea dicho: para expiación de los pecados del Partido Popular. Pero si el sultán tiene un visir, ese visir es Alfredo Pérez Rubalcaba, quien recientemente acaba de acaparar la vicepresidencia primera del gobierno, el Ministerio del Interior y el portavozazgo del zipizape desgubernamental. Alfredo Pérez Rubalcaba; el gran ingeniero político de la primera victoria electoral de Zapatero, también es experto en derribos de gobiernos socialistas.
Que Rubalcaba asuma ahora la vicepresidencia primera del gobierno puede ser interpretado como síntoma de la agonía de este enfermo –el sultanato de Zapatero- que está desmoronándose, pero sin dejar de destruirnos. El sultanato temporal de Zapatero sufre tal estado de gravedad que hay que poner al timón a quien se las sabe todas. Rubalcaba tiene la fama de hombre inteligente, tampoco le falta la de tenebroso. Pero no olvidemos tampoco que Rubalcaba (pese a esa sórdida aureola de animal político) cuenta en su haber con unos servicios prestados a su partido que, verdaderamente, lo vienen a caracterizar plenamente. A lo largo de su dilatada trayectoria política, en lo que Alfredo Pérez Rubalcaba se ha especializado es en ser el ministro socialista que conduce a los gobiernos del PSOE a la derrota electoral. Recuérdese que del año 1993 al 1996 Rubalcaba ocupó el ministerio de la presidencia y fue en 1996 cuando Rubalcaba tuvo que entregar el ministerio de la presidencia al gobierno que constituía el Partido Popular.
El terrorismo de Estado (GAL) envolvió el postrer tramo final del gobierno González que desembocó en el vertedero, a Dios gracias, en 1996. El terrorismo de Estado (Caso Faisán) bien podría ser el que envuelva el tramo final del nefasto gobierno Zapatero. Así que, ánimo, españoles: que Rubalcaba se haga cargo de tantas carteras es buen augurio, pues es un especialista en llevar a los gobiernos socialistas al vertedero de la oposición. Lo peor de todo esto es que, incluso expeliendo a Zapatero de La Moncloa, el sultanato suplente que tendríamos a la vista no dejaría de ser, como bien sentenciaba Vázquez de Mella, otra forma más de invadir la “soberanía social” con la “soberanía política”. Y algo hemos de decir sobre ese particular que se avecina.