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Diario YA


 

Plantea la confrontación entre la sexualidad de la protagonista y la integridad ascética del profeta

Salomé, de R. Straus, en el Teatro Real

Luis de Haro Serrano

Pocas figuras han tenido tanto eco en la Historia del Arte como la de Salomé o Herodías. Tema que ha interesado por igual a escritores, pintores y cineastas.

La versión alemana de Oscar Wilde fue la utilizada por R. Straus para componer este drama lírico  realizado en un solo acto por  el libretista Hedwig Lachmann  que se estrenó el 9 de diciembre de 1.905 en la Königliches Operhaus de Dresde.

Sus dos grandes óperas, “Salomé” y “Electra” son verdaderas obras del expresionismo musical alemán. Más tarde el autor iría  derivando a formas dieciochescas  (neoclasicismo de Mozart) tratadas con técnicas instrumentales de principios de siglo (El caballeo de la Rosa”, “Ariadna en Naxos” y “La mujer sin sombra”). Straus fue el gran impulsor de la ópera del siglo XX.

Compuesta en un solo acto, libreto y música poseen una profundidad que desde el principio atrae al aficionado más exigente. Además de los principales protagonistas, el resto de sus personajes están  perfectamente dibujados. La música es, en algunos momentos, politonal y atonal en otros; el extenso monólogo final de Salomé.

Sus dos grandes obras, Salomé y Electra   están muy ligadas a la estructura de los poemas sinfónicos, en los que más que en sus voces se confía a la orquesta la misión principal de sostener  y llevar el leimotiv de la obra, especialmente reflejada en el momento culminante de Salomé,  “La danza de los siete velos”, pasaje en el que la orquesta se convierte en el elemento más importante. Con su magistral destreza para describir ambientes y personajes, Straus resalta musicalmente las alternativas orientales del libreto, sin olvidar el excitante desarrollo de la acción, que le aporta una gran expresividad, resuelta con  una vocalización presentada en  un estilo violento muy apoyado por la orquesta. A pesar de su genialidad, Salomé cuenta solo con 12 motivos musicales que, con gran maestría, van alternándose y repitiendo contínuamente

Por motivos muy diversos Salomé no fue bien  recibida en su etapa inicial.

Dentro del único acto con que ha sido concebida.   Su desarrollo se encuentra articulado en tres claros momentos; El primero comienza con la entrada de Narraboth cantando la belleza de Salomé. La aparición de Herodes, el segundo. Para llegar al último que se inicia con la famosa “danza” hasta terminar la obra. Pasaje en el que el clarinete canta la fascinación y el perverso espíritu que sienten los protagonistas. Es una prueba  más de la originalidad de su orquestación que no da tregua al espectador.

Salomé está basada en una historia que, como comenta Carlos Saura, todo el mundo conoce o cree conocer. Su acción transcurre en una noche de luna llena en el Palacio de Herodes Antipas.  Narra la historia de Salóme y San Juan Bautista. Salomé, princesa idumea, hija de Herodes Filipo y Herodías, cansada de la fiesta que se celebra en el palacio de su padrastro, pide ver a ese extraño prisionero que, encerrado en una caverna, proclama la llegada del Mesías. Al verlo, Salomé se enamora de él y le pide que acceda a sus deseos carnales. El profeta no solo la rechaza sino que la maldice. Sintiéndose despreciada por primera vez, jura vengarse de él. El pervertido Herodes, enamorado de ella le solicita que baile a cambio de un deseo. Accede y al final le pide que le entregue la cabeza del Bautista en una bandeja. Herodes, debido al respeto que sentía por él, trata de disuadirla, pero accede al final.

La ejecución de Juan es el  instante supremo de la obra. No se ve en escena pero la orquesta es la encargada de describir el trágico momento.

Al traerle la cabeza, embravecida, canta  ese largo e intenso monólogo final: “Ah,  tu no quisiste besarme, ahora lo hago yo”. Desquiciada le declara su amor y, cuando besa la cabeza sangrante, Herodes da orden a los guardias de que la decapiten también.

Lu producción es del Real en coproducción con el Teatro Regio de Turín y el Maggio Musicale Fiorentino. A lo largo de 12 funciones permanecerá en cartel hasta el 28 de abril.

El  equipo artístico: La persona que de antemano conozca que la acción de Salomé  Carsen la ha situado en la cámara acorazada de un casino contemporáneo de la ciudad de Las Vegas, se sorprenderá y puede que inicialmente adopte una actitud escéptica o negativa. No debe preocuparse, le recomendamos que  de un margen de confianza a su trabajo, que es de una exquisita profesionalidad.

Se podrá discutir la atrevida idea de sustituir un ambiente bíblico por otro completamente actual, drogas incluidas. A pesar de ello, Carsen lo hace con auténtico sentido musical al considerar que lo decadente, egoísta y lascivo de ese lugar es lo más parecido a la degeneración que existía en el palacio del vicioso tetrarca Herodes, asesino de su hermano para casarse con su esposa Herodías. La fuerza del drama lírico y la excepcional música de Straus, magníficamente interpretada por la batuta de López Cobos, que ha decidido para esta ocasión disponer de una gran orquesta con 94 profesores en el foso, tal y como el autor señala en las indicaciones previas de la partitura.

Desde el principio, el movimiento de escena resultó bastante vivo y acertado con la presentación de la caja acorazada y el lugar donde estaba encerrado  Jochanaan (El Bautista). Bastante efectista y discutible su presentación. Para el leitmotiv principal, el famoso baile de Salomé, Carsen comenta que ha querido que la princesa realice en él,  más que un strip-tease  físico,  uno sicológico, en el que la lascividad la reflejen de forma extraordinaria el rostro y la expectante actitud de los ancianos que le acompañan en el baile, siendo ellos mismos los  que flamean los tradicionales velos. ¡Que maravilla de expresividad! Fantástico, pero ¿Era necesaria la presentación del desnudo integral de los caballeros?  Cuestión de gusto, sin duda.

La larga secuencia de la cabeza de Jochanaan, 20 minutos, base del gran monólolgo final de Salomé, no pudo resultar más dramática y expresiva. Lo mismo que el movimiento de los demás personajes; los protagonistas con el acertadísimo  y genial Herodes, así como el resto de los romanos, egipcios y personas actuales, unido a la secuencia de la apertura de las cajas para mostrar la riqueza de su contenido.

La batuta de López Cobos se movió con una precisión, fuerza y elegancia exquisitas, especialmente en el acompañamiento de las voces. Extraordinaria  en el extenso pasaje de la enajenación de Salomé, en el que la música necesita expresar con gran verismo la violencia, agresión  y frustración que está viviendo.

Deliciosa, elegante y clara la voz de Mark S. Doss como Jochanaan, así como las de  Nina Stenme y Analena Persson (Salomé), no solo por la fuerza dramática y amplio registro de sus voces sino por las buenas  cualidades escénicas demostradas. Lo mismo que la de Peter Bronder como Herodes. Tomislav Muzek (Narraboth) tuvo una actuación discreta y sin mordiente alguno, igual que Irina Mishura, (Herodías) y  Jennifer Holloway (su paje).