Santa Olimpia
Hay santos que son más populares que otros, y seguro que las cosas no deberían ser así, porque no cabe pensar que en el Cielo se funcione como en el fútbol, con unos santos que son titulares y con otros que calientan el banquillo de los suplentes. Pues hoy la protagonista es una santa poco conocida como Santa Olimpia (366-400), porque su fiesta se celebra el 17 de diciembre. Pero que no sea muy popular, no quiere decir que su vida no haya sido extraordinaria y ejemplar.
Santa Olimpia pertenecía a una muy buena familia noble bizantina. Se casó con Nebridio, que era el prefecto de Constantinopla. Y muy pronto se quedó viuda. Era todavía muy joven y poseía una gran fortuna y aunque no le faltaron pretendientes, por lo de la edad y, sobre todo, por lo del dinero, decidió dedicar su vida y sus bienes al servicio de la Iglesia. Concretamente, Olimpia fue una gran ayuda para San Juan Crisóstomo.
Mejor suerte le hubiera cabido a Olimpia si en lugar de ayudar a San Juan Crisóstomo le hubiera reído las gracias a la emperatriz Eudoxia, una ególatra y esclava del lujo y las riquezas. La emperatriz se hizo levantar una estatua suya de plata junto a la catedral. Así es que por este y otros despropósitos, San Juan Crisóstomo denunció su conducta con estas palabras: "De nuevo Herodías delira; de nuevo se preocupa; danza otra vez; y de nuevo desea recibir la cabeza de Juan en una bandeja". Así a que a San Juan Crisóstomo, por dar pistas, Eudoxia le desterró. Y Olimpia corrió la misma suerte.
Eudoxia y Olimpia murieron casi a la vez. A la primera en la historia se la conoce como la nueva Jezabel y a la segunda se la venera como santa. La primera vivió y murió entre la abundancia de bienes. Santa Olimpia renunció a los muchos que tenía para ponerlos al servicio de la Iglesia.