Se encuentra de viaje político al centro
La Lupa. España se para, España se rompe, España interrumpe voluntariamente su continuidad, España mata a sus hijos, España asesina a sus mayores, España, ¡despierta! Desgraciadamente no es una pesadilla. Los parados comienzan a pasar hambre, los catalanes lanzan a tumba abierta consultas secesionistas, el derecho a matar a los no nacidos no sólo no es abolido, sino que se amplía, en Andalucía la eutanasia es algo más que una intención. Mientras, el ministerio de la oposición continúa su revolución pendiente desde el centro, y las comunidades autónomas donde gobierna poco se diferencian de las gobernadas por la tropa de ZP. Hasta ahora, conocíamos las revoluciones socialistas, e incluso, aunque no han sido muy frecuentes, las revoluciones de derechas. Pero hacer una revolución desde el centro se nos antoja difícil, a expensas de lo que las mentes preclaras del PP nos puedan explicar. A lo mejor resulta que en política no está ya todo inventado, como algunos creemos desde hace tiempo.
El centro, si nos lo permiten ustedes, es una pamplina monumental. El centro, realmente, no es nada y es todo. Es cualquier cosa que uno quiera que sea. Y lo peor de todo es que ese concepto político, el centro, se lo ha tenido que inventar la derecha española como purga de sus insuperables complejos. Mientras la izquierda se siente orgullosa de ser la izquierda, y no reniega de sus ideales aunque la Historia Contemporánea haya demostrado que el socialismo es el sistema político más dañino, represor y atrasado que existe, la derecha se ha sacado de la chistera esa cosa, el centro, que nadie sabe lo que es, pero donde todos quieren terminar. Hasta el punto de proponer una revolución ideológica desde el centro. Lo nunca visto.
El Partido Popular se equivoca en esto de una manera absoluta y total. En esa cosa que ellos llaman pomposamente “el centro”, y que es como un agujero negro de la política, los populares no van a pescar ningún voto. O prácticamente ninguno. No están los tiempos para “centros” ni cosas amorfas sin definición, sino para todo lo contrario: para planteamientos claros y decididos, para soluciones a problemas concretos, para dar la cara y no esconderse. Para acudir a la Historia, y con ella, desterrar los complejos y enfrentarse al adversario político con sus mismas armas. Pero algunos han renunciado a todo eso hace tiempo.
El PP ha caído en un vacío de contenidos realmente preocupante. Ni está contra el aborto ni a favor del aborto; está en el centro. Ni a favor de las bodas de maricones y lesbianas, ni en contra; en el centro. Ni a favor ni en contra del divorcio, en el centro. ¿A favor o en contra de la ley de la Memoria Histórica? En el centro, por favor. ¿A favor o en contra de defender la unidad de España de los múltiples peligros que la acechan? Nosotros estamos en el centro. De manera que no es posible pretender que estos señores resuelvan las muchas dudas programáticas que tenemos sobre ellos; nunca las podrán resolver. Estar en el centro es la mejor manera de que a uno no le acusen de facha, eso es verdad; pero también es la mejor forma posible de convertirse en un cero a la izquierda de la política española.
¿Por qué desapareció la UCD? Pues por eso. Por quedarse en el centro. ¿Por qué en otros países europeos no ocurre que los partidos de derechas, o conservadores, se transformen en partidos de centro? Pues sencillamente, porque en Europa no tienen ese complejo enfermizo, atenazador, nocivo y absurdo que tiene la derecha española desde que Franco murió. En Europa, un señor de derechas lleva la cabeza bien alta cuando reconoce que lo es, por lo menos igual de alta que su rival socialista; aquí, en cambio, los del PP se han tenido que inventar un limbo ideológico, un abismo de la política…, una pamplina mayúscula que han dado en llamar “el centro”. Y así pretenden llegar de nuevo al Palacio de la Moncloa. Por favor, reflexionen. España lo necesita.