Seis tinajas de piedra.
Mater Dei. En aquella boda judía, que se celebraba en Caná de Galilea, se preparó, según la costumbre, gran cantidad de agua, para que los judíos pudieran cumplir con el ritual de sus purificaciones. Eran muchos los invitados que tenían que lavarse antes de comer, muchas las bandejas, jarros y copas que había que purificar. Aquellas enormes tinajas de piedra, llenas de agua, debieron resultar insuficientes para tantos comensales, que no podían participar en el banquete si no cumplían con los lavatorios rituales. Preocupados, quizá, de sus purificaciones, no se dieron cuenta de que Jesús, el verdadero Esposo, estaba entre ellos y se sentaba también en la misma mesa del banquete. Sin embargo, el Esposo no estaba en el agua de aquellas tinajas de Caná, que contenían el agua incolora de una religiosidad deteriorada por el legalismo y las apariencias.
Nuestra relación con Dios puede ser también una enorme tinaja llena de agua. Somos, quizá, de esos comensales que cumplen a la perfección con las normas religiosas, y hasta entran en el banquete, pero no conocen ni tratan al Esposo. Complicamos nuestra vida espiritual con multitud de obligaciones, rituales y cumplimientos que, en realidad, son para el alma tan insípidos e incoloros como el agua. Nos quedamos, quizá, con lo secundario y accesorio, con las formas, pero no llegamos a entrar en el banquete, ni nos sentamos a comer y gustar del Esposo. ¿De qué te sirve cumplir con tus deberes religiosos, ser fiel a ese patrón de cristianismo que tú mismo te has cortado a tu medida, si tu alma está, como aquellas tinajas de Caná, llena de un agua inservible? ¿No será que tu relación con Dios, tus prácticas sacramentales, tus oraciones, el cumplimiento de tus propósitos y deberes, escurren por tu alma como el agua por el cristal, sin llegar a empaparla de vida divina? Dios puede convertir en vino bueno esa vida cristiana lánguida y superficial, que cree gustar en el agua todo el sabor de su Dios. Tu alma puede llenarse de un vino nupcial nuevo, en el que gustes la intimidad sabrosa del Esposo, si dejas que la gracia vaya transformando el agua de tus mediocres tinajas.
Mater Dei
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