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Diario YA


 

Serbia delenda est?


José Luis Orella. 5 de agosto.

La república de Serbia se asienta en la antigua Iliria romana, patria del emperador Diocleciano, uno de los grandes perseguidores de los cristianos. Habrá que esperar hasta el siglo VII, cuando los pueblos eslavos del sur, se asienten en las riberas del Adriático y absorban a la población iliria preexistente. Los asentados en el norte fueron evangelizados desde los obispados alpinos, y quedaron bajo la férula de Roma, los del sur, lo fueron por los griegos, y quedaron a su vez con Bizancio. En 1217 se independizaron de Bizancio y llegaron a constituir un reino serbio propio, que tuvo su época dorada en el siglo XIV. Sin embargo, en 1389 los turcos aplastaron a los serbios en la batalla de los mirlos (Kosovo). Desde entonces, la región serbia de Kosovo, quedó como la cuna de la nación serbia, donde fueron sometidos por el Imperio otomano. Bajo su dominio sufrieron las consecuencias de un poder islámico dominante, huyendo como refugiados a los confines del Imperio de los Habsburgo. Pero el declinar turco se inició en el siglo XIX, y en 1882 Serbia volvía a obtener la independencia. Aquella Serbia tenía las fronteras actuales. Aunque su alianza con Rusia y la rivalidad con Austria-Hungría, pudo obtener la actual Macedonia, pero también provocó la Primera Guerra Mundial. Un joven serbobosnio, favorable a la anexión de Bosnia-Herzegovina por Serbia, asesinó al príncipe heredero. El resultado de la guerra trajo la desaparición del Imperio de los Habsburgo y la conversión de Serbia en Yugoslavia, donde todos los pueblos eslavos del Mediterráneo quedaron bajo la soberanía del rey serbio de los Karajorjevic.

La Segunda Guerra Mundial fracturó el país, los serbios conformaron junto a los polacos, una de las pocas naciones resistentes frente a un III Reich, apoyado por los nacionalistas croatas, albaneses y bosnios musulmanes. En 1945, junto al genocidio croata protagonizado por Tito, se instauró de nuevo Yugoslavia, pero con un régimen comunista. Josip Broz Tito mantuvo bajo su férrea mano a todos los pueblos, pero después de su muerte en 1980, y tras la caída del comunismo en 1992, el país volvió a fracturarse. Yugoslavia quedó reducida a Serbia y Montenegro, la pequeña hermana de raigambre serbia. Sin embargo, en los Balcanes es imposible la constitución de naciones-estado, por la existencia de numerosas comunidades étnicas, religiosas o lingüísticas entrelazadas, que pueden llegar incluso en algunas regiones a más del 40 %. Las minorías serbias de Croacia y Bosnia iniciaron sus guerras de secesión, de unas repúblicas ya independizadas, en busca de poder reunirse en una gran Serbia. A este desastre, con todas las sombras que trae una guerra civil, se añadió la guerra de Kosovo. Una provincia serbia subdesarrollada, pero cuya población de etnia albanesa sumaba más de un 80%. El desarrollo de un nacionalismo serbio agresivo por parte de los antiguos comunistas, sin discurso para poder mantenerse en el poder, llevó a Serbia al desastre. La caricaturización de Serbia en occidente, ayudó también a su estigmatización internacional. El resultado final fue la pérdida de todas las guerras, la proclamación de independencia de Montenegro en junio del 2006, y la declaración unilateral de independencia por parte de Kosovo en febrero del 2008. Se había confirmado la destrucción de Serbia.

Pero desde la caída de Slobodan Milosevic en octubre del 2000, Serbia también se ha fragmentado socialmente. La mitad de los serbios apoyan a los liberales del partido democrático y sus aliados menores, quienes son favorables a admitir todo tipo de renuncias para poder integrarse en la Unión Europea. La otra mitad, más nacionalista, apoya al partido radical y al partido democrático de Serbia, quienes critican de destrucción de Serbia y son portavoces de 200.000 serbios refugiados de Bosnia y Croacia, y de otros 100.000 que permanecen en Kosovo. Como bisagra, permanece un disminuido partido socialista, heredero del comunismo y del nacionalismo destructor de Milosevic, que ha sabido orientarse a las corrientes socialdemócratas europeas.

El futuro de Serbia, un país con un 30 % de paro, depende del difícil equilibrio que pueda mantener como puente balcánico entre la Unión Europea y Rusia. La fragmentación de Serbia incrementa un patriotismo que ve en el hermano ruso, al único país valedor de sus intereses internacionales. Serbia vuelve a ser importante, como en el pasado siglo XIX, en el difícil juego de sobrevivir a la influencia de dos gigantes.

 
 
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