Jesús Domingo Martínez. “Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida. A veces, este relativismo llega a ser batallador, dirigiéndose contra quienes afirman saber dónde se encuentra la verdad o el sentido de la vida. Y notamos cómo este relativismo ejerce cada vez más un influjo sobre las relaciones humanas y sobre la sociedad. Esto se manifiesta en la inconstancia y discontinuidad de tantas personas y en un excesivo individualismo. Hay quien no parece capaz de renunciar a nada en absoluto o a sacrificarse por los demás. También está disminuyendo el compromiso altruista por el bien común, en el campo social y cultural, o a favor de los necesitados. Otros ya no son idóneos para unirse de manera incondicional a un compañero. Ya casi no se encuentra el valor de prometer fidelidad para toda la vida; el valor de optar y decir: “yo ahora te pertenezco totalmente”, o de buscar con sinceridad la solución de los problemas comprometiéndose con decisión por la fidelidad y la veracidad”.
El Papa observó en un discurso que, en el programa expuesto, al análisis sigue la reflexión común en la que la persona humana debe ser considerada en su totalidad, de la que forma parte -no sólo implícita, sino explícitamente-, su relación con el Creador. Fue de esta manera que el Sucesor de Pedro, subrayó los acuciantes problemas que aquejan al mundo occidental, el mundo rico:
“Vemos que en nuestro rico mundo occidental hay carencias. Muchos carecen de la experiencia de la bondad de Dios. No encuentran algún punto de contacto con las Iglesias institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué? Pienso que esta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente. Ocuparse de ella es la tarea principal del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Pero, evidentemente, se dirige a todos nosotros. Permitidme afrontar aquí un punto de la situación específica alemana. La Iglesia está organizada de manera óptima. Pero, detrás de las estructuras, ¿se encuentra la fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en un Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu. Y añado: La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz”.