Sin identidad
Victor Alvarado
Generalmente, cuando vamos a ver una película española (aunque, en realidad, todos los años se producen unas cuantas que merecen la pena), nos preguntamos: ¿existen directores de nuestro país que conecten con un amplio espectro de público? La respuesta es afirmativa porque Jaume Collet-Serra nos entretiene con un largometraje de intriga como Sin identidad (2011), que ha sido número uno en la taquilla estadounidense y número dos en la española, a pesar de no contar una historia original, que bebe de las fuentes del maestro del suspense, Alfred Hitchcok, y del polémico Roman Polanski y su Frenético (1988).
Cuenta la historia de un conferenciante que, en su visita a Berlín, sufrirá un accidente, mientras intenta recuperar un misterioso maletín, olvidado en el aeropuerto. Tras el desgraciado suceso, este hombre no sabrá, si ha perdido la memoria porque se encuentra confuso y la que parecía su esposa no le reconoce. Por tanto, deberá investigar qué es lo que le ocurre realmente.
El reparto lo protagoniza, un Liam Neeson, que como casi siempre, interpreta muy bien su papel. Además, el elenco de secundario nos parece interesante y destacan tanto Diane Kruger como Bruno Ganz.
Cambiando de tema, el cineasta catalán, apoyándose es un guión sin fisuras, consigue contar de modo convincente una relativamente sencilla trama con las finalidad no volver loco al espectador, pero enmascarándola con una halo de misterio para que tengas la sensación de estar viendo algo grande. No obstante, se agradece que no esté demasiado enmarañado para que no pase lo que les pasó a los espectadores de Syriana(2005), protagonizada por George Clooney, donde no se entendía nada.
Sin identidad (2011), sin riesgo a equivocarnos, utiliza como baza principal el suspense que se mantiene has el final, puesto que si se desvelase a las primeras de cambio, perdería todo el interés
Por último, sería conveniente recordar que la cinta, sin estar ambientada en esa época, despide un aroma característico de las películas de espionaje, que trataban sobre La Guerra Fría.
Como dato curioso, el director reconoce el sacrificio que le ha supuesto alcanzar su sueño, una declaración que puede servir de ejemplo a los políticos que piensan que los sistemas educativos no deben fomentar valores como el esfuerzo, la disciplina o la excelencia.