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Diario YA


 

Javier Benegas, vicepresidente de la Plataforma de las Clases Medias

Sin perdón

Javier Benegas. 18 de marzo.

Después de la desproporcionada euforia vivida tras los resultados de las elecciones en Galicia y País Vasco, Mariano Rajoy ha puesto de nuevo al Partido Popular en su sitio, apartando el cáliz de una posible moción de censura y trasladando el envite a los ciudadanos de a pie, con un par – Gónzalez Pons dixit -. Con lo que se despeja a corner cualquier posibilidad de subir la apuesta del Partido Popular y resulta evidente que se escoge la opción de permanecer al acecho, en espera de que la situación económica y social en España se vuelva del todo insostenible.

Esta estrategia de quedar a la expectativa podría ser aceptable en un contexto infinitamente más light. Pero, dadas las circunstancias, es totalmente inaceptable. Y los ciudadanos debemos anotar en la cuenta del debe del PP, no ya la falta de coraje político – sin novedad en el frente -, sino el fiar toda su estrategia a la completa destrucción de la economía del país, con las terribles consecuencias sociales que ello está suponiendo ya y va a suponer en el inmediato futuro.

Recordarnos a todos - así lo hizo Mariano Rajoy -, que en la historia de nuestra democracia, las únicas dos mociones de censura que se han producido fracasaron, denota una vez más una visión corotoplacista y cicatera que raya en la ruindad, o en algo mucho peor. Una moción de censura no es en sí misma un recurso cuyo fin, dadas las circunstancias, sea lograr la alternancia en el poder por la vía rápida, sino acelerar el paso. Cualquiera puede entender ésto, salvo quienes viven cómodamente instalados en la alternancia partitocrática que ha institucionalizado esta democracia virtual e insufrible.

Ni ahora ni dentro de un año será viable la moción de censura. Es más, en un país totalmente desquiciado y al borde del estallido social, no es aconsejable esta vía para sentarse en los sillones azules. La cuestión es tener el valor y el talento para integrar la moción de censura como una pieza más de la estrategia de liquidación de los restos del actual Gobierno con el fin de evitar a toda costa la completa demolición de un país llamado España. Pensar siquiera que podamos seguir con Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno, no ya dos años más, sino siquiera dos semanas más, es la peor de las pesadillas posibles.

Otra cosa distinta es que el Partido Popular aspire a hacerse con la riendas de un país rendido por completo, y cuya situación sea tan crítica que no quede en los ciudadanos el más mínimo aliento para sumar a sus demandas de subsistencia reformas constitucionales profundas. En ese caso, retiro lo dicho. Este camino sería el más adecuado y, por añadidura, el más perverso de todos.  Puesto que generar ilusión en un contexto como el actual, de total desconcierto y angustia, requiere inteligencia, coraje, esfuerzo y asumir riesgos; hacerlo dentro de un par de años, por el contrario, permitirá ser cicatero hasta lo inaudito en el esfuerzo, ruin en el compromiso y avaro en la asunción de riesgos. Otro gallo nos cantaría si fuera posible trasladar los ERE, que se extienden imparables por toda España, al Partido Popular, a sus diputados, senadores, parlamentarios autonómicos, concejales y altos cargos. En este caso, es seguro que esta estrategia sería inaceptable porque la “emergencia nacional” tomaría carta de naturaleza dentro del propio Partido Popular y no sería, como hasta ahora, una frase hecha y pensada para las ruedas de prensa.

La falta de correspondencia entre estrategia y urgencia, hace sospechar que el Partido Popular está a la espera de acceder al poder por la vía de la consumación del desastre, aguardando paciente el momento de abrir los brazos como una obesa matrona y acoger en su regazo a una ciudadanía famélica y presa del Síndrome de Estocolmo que le fue inoculado mediante una Carta Constituyente que atiende al inmerecido título de Constitución de 1978.

En definitiva, el PP sólo nos ofrece alternancia y no alternativa. Ese es nuestro techo y nuestro suelo: la cruda realidad disfrazada de estrategia, un estrecho espacio donde no hay sitio para la esperanza. La alternativa sólo podrá venir de la mano de profundas reformas constitucionales o, mejor dicho, de una nueva Constitución. Y para ese envite, los ciudadanos nuca vamos a contar con el PP ni con ningún partido político de los que ya existen. En su defecto, si llega la ocasión, volveremos a pasar por la política de ajustes económicos y de “hacer caja” vivida en la primera legislatura de José María Aznar. Y, al igual que entonces, la regeneración política no llegará nunca y la crisis social será por siempre endémica. Y, así, llegarán a presidentes del gobierno todos los sucesivos zapateros que este sistema cerrado y podrido sea capaz de generar.

Quizá, después de todo, la única solución sea la apuntada por el propio González Pons, que la ciudadanía a pie de calle se plante y genere de facto una moción de censura. Pero, si se diera el caso, no sería una moción de censura sólo al Gobierno, sino al modelo político en su conjunto: incluido el PP.

 

* Javier Venegas es autor de “Sociedad terminal: la comunicación como arma de destrucción masiva” 

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