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Diario YA


 

Sobresaliente en física y química

Nunca fue fácil aprobar física y química. Muchos cayeron víctimas de esta pareja casi letal huyendo del latín y del griego, que eran lenguas muertas bien vivas en el antiquísimo plan de estudios de nuestro sistema educativo y que a estas alturas cuenta ya con más versiones que el ‘Stand by me’. Sin embargo, con el tiempo aquellos cobardes de las declinaciones aprendieron a formular y cogieron el tranquillo a la dinámica de los sistemas. De ‘refugiados’ pasaron a eruditos hombres y mujeres de ciencias y, de ahí, a prósperos trabajadores de la sanidad pública, la enseñanza o el sector privado.

Hasta quienes tocaron sólo de pasada estas complejas disciplinas conservan su lógica, las pasarelas temáticas entre una y otra, un pragmatismo sellado a fuego que les permitía activar cada víspera de examen el ‘plan de emergencia’ necesario para los casos de escaso estudio previo. Este plan consistía, básicamente, en tirarse toda la tarde en la casa del más empollón de la clase resolviendo los problemas que con toda probabilidad pondría en profesor en la prueba. “Quid pro cuo, clarice”, se dirán los más los más avezados sabedores de que hoy ningún cerebrito contemporáneo abre así como así las puertas de su talento si no media una amistad de nivel 10. Pues claro que sí. Antaño el listo ponía la casa, las explicaciones y hasta la merienda. A cambio, zoquetes y holgazanes le pagaban instruyéndole en las OTRAS física y química, aquellas que han obsesionado al hombre desde el amanecer de los tiempos, la ‘física’ y sobre todo la ‘química’ del amor.

Físico revolucionado

Investigadores de la Universidad College de Londres captaron imágenes de cerebros enamorados y concluyeron que ante la visión del ser amado no solo se activan algunas zonas del cerebro, como el córtex anterior cingulado, que también responde al estímulo de drogas sintéticas produciendo sensaciones de euforia, sino que las áreas encargadas de realizar juicios sociales y de someter al prójimo a valoración, se inactivan, volviéndonos “ciegos” de amor.

Aunque nos atraen las personas con rasgos similares a los nuestros, tendemos a elegir el olor de quienes tienen un sistema inmunológico distinto. Y antes de que una persona se fije en otra ya ha construido un mapa mental, un molde completo de circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra. Incluso influye el tipo sanguíneo (A, B, AB, O), pues la atracción suele suceder con las personas del mismo tipo. En la primera etapa del amor, el enamoramiento, intervienen más los ojos del hombre, los oídos de la mujer, y el olfato en ambos, en especial las feromonas, sustancias que diferentes animales secretan y que producen modificaciones en el sexo opuesto y tienen que ver con la atracción.

Cuestión de química

Desde la bioquímica, el enamoramiento se explica por la intervención de las sustancias monoaminas como la dopamina, un neurotransmisor y una hormona que se asocia con un sistema de recompensa y placer en el cerebro, así que cuando la secretamos nos sentimos muy bien. Estudios realizados con imágenes de resonancia magnética funcional permiten ver que cuando una persona enamorada ve la foto del ser amado o escucha su nombre y la compara con un sujeto neutral, se le activan áreas del cerebro. Esto hace que “él o la enamorada” actúe extraño, pierda el juicio, todo le parece perfecto; se le altera el sueño, y aunque trasnoche no se siente descompensado. Experimenta menos dolor. Se altera la atención, olvida todo, no hace lo que se le encomendó.

La feniletilamina (FEA), anfetamina que segrega el cuerpo, es una de las sustancias implicadas en el enamoramiento. Este compuesto activa la secreción de dopamina, neurotransmisor implicado en las sensaciones de deseo y que nos hace repetir lo que nos proporciona placer, y produce oxitocina que activa el deseo sexual.

Al inundarse el cerebro de esta sustancia, este responde secretando dopamina, neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que genera placer, norepinefrina y oxiticina que es un mensajero químico del deseo sexual y estimula los neurotransmisores que originan al enamoramiento. Tal mezcla de compuestos hace que los enamorados permanezcan horas haciendo el amor y noches conversando, sin cansancio, que estén siempre excitados, que necesiten al otro como una droga y que su capacidad para juzgarla se reduzca a cero. Después de uno a tres años, la pareja empieza a consolidarse y cae la producción brutal de dopamina, sustancias que aceleran, y las parejas pasan a la ‘atracción intelectiva’. El uno encuentra en el otro mucho más que una persona que lo atrae física, sensual y sexualmente y pasa de la etapa en la que se dice “te deseo” a la que se dice “te quiero”.

Cualquiera que sea la fase en la se esté con la pareja, es altamente recomendable hacer los deberes y aprovechar lo mucho que nos enseña la ciencia. Con el aliado común del olfato, sabemos que él se enamora por los ojos y ella por los oídos, pues manos a la obra. Ellos a por el cortejo a lo Cyrano de toda la vida, por la palabra. Se trata de una estimulación continuada, estratégica y apasionada por medio de mensajes de amor, de esos capaces de que salga el sol en un día nublado. Mensajes de buenos días para la novia que la hagan soñar con el regreso a casa durante toda la jornada.

¡Cuántas invasiones en vísperas de exámenes se habrían ahorrado los antiguos sesudos de clase de haber tenido a un clik un material tan valioso! La web mensajesdebuenosdias.net cuenta con 200 mensajes de buenos días y buenas noches, reflexiones o frases capaces de convertir un amanecer o una puesta de sol en algo realmente inolvidable para una pareja. Son este tipo de detalles los que forjan la plenitud de una relación, el impulso a una reconquista o el destierro de la monotonía en sus vidas. Ahora estas asignaturas se superan de calle, la física y la química del amor. Incluso con nota. Los hay que no valen para el simple aprobado y van derechitos a por el sobresaliente sabedores de que el premio final lo merece.