Talleyrand
Nada tenía de particular que ante los problemas financieros del Estado francés, Luis XVI reuniese a las Estados Generales –las Cortes diríamos en España-, para que le aprobasen los impuestos que remediasen el déficit. Y en efecto, los Estados Generales se abrieron en Versalles el 5 de mayo de 1789. El primer Estado o Estamento era el clero, con 290 representantes.
Francia, que entonces era conocida como La fille aînée de L’Eglise –La hija primogénita de la Iglesia-, tenía 26 millones de habitantes, de los que 70 mil eran sacerdotes seculares, 30 mil religiosos y 40 mil religiosas. Por patriotismo o por miedo, los clérigos allí presentes, con el fin de remediar la penuria del Estado, decidieron entregar cuántos ornamentos y vasos sagrados no fueran considerados como estrictamente necesarios.
Por eso hoy es noticia Talleyrand, obispo de Autun y antiguo limosnero de Luis XVI, que fue un poco más allá y el 2 de noviembre de 1789 propuso que se secularizasen todos los bienes de la Iglesia. Y así fue, la Iglesia católica fue desheredada en Francia ese día. Los bienes fueron vendidos –malvendidos para ser exactos- y se privó a la Iglesia de unos instrumentos útiles para su acción entre los hombres. Y como los fieles de la Iglesia no son seres arcangélicos y tienen una cierta materialidad corporal, se entiende que a veces las autoridades eclesiásticas tengan que hacer encajes de bolillos para conseguir de los políticos financiación para los colegios, para los templos, para los seminarios etc., a sabiendas que todos esos bienes sólo son medios y no fines. Por eso sucedió que en el pontificado de San Pío X, cuando el gobierno francés amenazó al Papa con quitarle de nuevo los bienes que habían conseguido reunir desde el último despojo, si no cedía en otros temas que afectaban a la doctrina fundamental, al Romano Pontífice le salió el santo que siempre debe llevar dentro toda autoridad eclesiástica y respondió: “Es preferible perder los bienes, a perder el Bien”. Y en 1908 las autoridades galas volvieron a arrebatar a la Iglesia todos sus bienes.