Terrorismo en Tsjinval
Jacobo Gadea. 3 de octubre.
Los últimos actos terroristas en Osetia del Sur han vuelto a poner en portada lo referente a la crisis caucásica entre Georgia y Rusia. En occidente la mayoría de los medios se han mostrado sorprendidos por estas acciones que desestabilizan enormemente la zona y que implican, al menos indirecta e involuntariamente, a países occidentales. Pero a cualquiera que haya seguido con un mínimo de atención la crisis no le han resultado insólitos los ataques.
Haciendo un rápido repaso a lo ocurrido los dos pasados meses, el Ejército de Georgia, bajo el mando último de Saakashvili, atacó Osetia del Sur y bombardeó su capital, Tsjinval, dejando cientos de muertos civiles y matando asimismo a algunos soldados rusos que se hallaban allí como fuerza de paz. Rusia, como no podía ser de otra manera, acudió en socorro tanto de sus tropas como de la misma población suroseta que, en la medida que pudo, escapó hacia Osetia del Norte, ya en la Federación Rusa, llegando a ser más de treinta y cinco mil refugiados en esa república norcaucásica rusa. El Ejército ruso llevó a cabo puramente una acción militar: eliminó la amenaza y neutralizó el riesgo de una nueva agresión militar georgiana, colocando unidades para este fin dentro de Georgia. Y todo con una rapidez digna de admiración.
La reacción ante la agresión del régimen de Saakashvili a los surosetas, o mejor dicho la ausencia de ella, por parte de los países occidentales fue inexplicable, pero más inexplicable aun fue el apoyo irracional que se le dio por parte de la UE y, sobre todo, de Estados Unidos al presidente georgiano, sin lugar a dudas auténtico responsable de lo ocurrido, que alguno ha llegado a calificar como genocidio. Al cabo de varios días, una vez se fueron aclarando las circunstancias y los actos de uno y otro contingente, Nicholas Sarkozy, presidente de Francia y de turno de la UE, hizo de mediador entre Rusia y Georgia para acabar con la lamentable guerra, quizás llevado por un impulso de lavar la cara a la primera posición europea al respecto.
De tal modo, Sarkozy en nombre de la UE se comprometió a enviar observadores internacionales a las zonas de Georgia colindantes con Osetia del Sur y Abjazia. El despliegue de los observadores fue culminado el primero de octubre, quedando la unidad europea a la espera de más personal pero ya perfectamente operativa. Sin embargo, al día y medio del despliegue europeo, dos bombas estallan en Tsjinvali, causando alrededor de diez heridos y no menos de siete muertos.
¿Tiene algo que ver la sustitución de las tropas rusas por el contingente europeo? ¿Ha facilitado de alguna manera la presencia de los observadores dichas acciones terroristas? ¿Hay alguna implicación voluntaria o más directa de algún otro país occidental? ¿Cuál será la reacción rusa y cuál la posible solución al trágico y tortuoso asunto?
Primero hemos de tener en cuenta una premisa básica: el principal sospechoso de las acciones terroristas es Georgia o, mejor dicho, el Gobierno de Saakashvili, y no Rusia ni el Gobierno de Medvedev, como algún comentarista rocambolesco ya se ha atrevido a insinuar. Si efectivamente los responsables han sido georgianos, es claro que necesariamente los terroristas han pasado por la línea que antes controlaba el Ejército ruso y ahora controlan los observadores internacionales. Se da la condición de que dichos observadores van desarmados y de que el conocimiento del terreno es sensiblemente inferior al que tienen los rusos, por lo que también es evidente que la presencia europea ha favorecido, por supuesto involuntariamente, el paso de personal y explosivos por la frontera entre Georgia y Osetia del Sur.
Y quedan contestadas las dos primeras preguntas: sí tiene que ver el relevo de rusos por europeos y, sin quererlo en absoluto, sí ha facilitado el paso de terroristas la misteriosa falta de los medios más básicos por parte de los observadores internacionales.
Por otro lado, lo que en España y para los medios de comunicación en general ha sido algo sorprendente, es decir los atentados terroristas en Tsjinval, era una sospecha que ya existía hace tiempo y que deja en lugar incómodo a ciertas naciones occidentales. Más concretamente, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, y otros mandatarios han ido advirtiendo repetidamente sobre la posibilidad de acciones subversivas en Osetia del Sur y Abjazia por parte de georgianos. Incluso fueron publicadas fotos donde al menos dos instructores occidentales enseñaban a tropas georgianas a hacer bombas caseras y distintas técnicas de combate subversivo. Dichos instructores iban vestidos con uniformes norteamericanos, con las correspondientes insignias e incluso el nombre bordado en la camisola. También el agregado de prensa de la Embajada rusa en España, Serguey Oboznov, en una extraordinaria entrevista a Diarioya.es, recordó las palabras de Putin donde aseguraba que se había encontrado algún pasaporte estadounidense en la zona de combate.
En cualquier caso, es aventurado acusar a Estados Unidos o a cualquier otro país de haber participado activamente en la preparación o en la práctica de los criminales actos, pero sí hay argumentos suficientes para abrir una profunda investigación internacional sobre quién, cómo y con qué apoyos cometieron estos deleznables atentados. Por lo que la tercera pregunta también queda contestada: no se puede acusar a ninguna nación occidental de estar detrás de los ataques terroristas, pero sería conveniente una investigación por parte de algún organismo internacional para eliminar siquiera la más mínima sospecha.
Acerca de la cuarta pregunta, hablar sobre la reacción rusa sería precipitado, o al menos pretender hacerlo con un criterio suficiente. Sí se puede deducir, no obstante, que la primera reacción será indudablemente diplomática y que exigirá mayor y mejor control de la frontera suroseta-georgiana por parte de la UE. Especular con alguna acción militar bien puntual bien general sería más propio de adivinos que de analistas.
Y de la solución óptima sí se pueden dar, al menos, tres pinceladas: primero, un control total de la frontera, por parte de los observadores internacionales, de los rusos acompañados de los europeos o de una misión militar de los cascos azules; segundo, la ya nombrada investigación, a ser posible rápida para evitar mayores desencuentros entre naciones; y tercero, un amplio debate sobre el reconocimiento internacional de Osetia del Sur y de Abjazia como países independientes y la necesidad o no de imponer restricciones militares a Georgia con el fin de proteger dichas independencias.