Todavía quedan hombres para "el" tiempo
Prólogo de Javier Paredes al último libro de Blas Piñar, libro de poesías, una de las facetas más importantes y desconocidas de Blas Piñar. Hay música para “un” tiempo y música para “el” tiempo. Y eso mismo ocurre con los hombres. Hay protagonismos engendrados por las modas del momento, que como fuegos artificiales lucen su mentira brillante en el cielo oscuro durante un momento fugaz, y desaparecen para siempre jamás. Y hay protagonistas de la Historia, que siempre serán recordados porque muestran sus verdades a plena luz del día, sin acomodarlas a la dictadura de la moda… Son personas de una pieza, son hombres para “el” tiempo y Blas Piñar es uno de ellos.
La gran personalidad de Blas Piñar, se despliega en una tan rica variedad de matices que siempre tiene enseñanzas nuevas que mostrarte. Pero a su vez todas esas novedades guardan una perfecta coherencia con el resto de su vida. No hace mucho asistí como invitado a la boda de una de sus nietas, y en los postres la leyó un poema. Hasta ese día yo desconocía su quehacer poético, que él había cultivado desde su juventud, a lo largo de toda su vida.
Se publican ahora en este libro algunas de las poesías de Blas Piñar, agrupadas en cuatro apartados. Decíamos que la trayectoria de Blas Piñar se caracteriza por la coherencia, por eso en el primer apartado se recogen las poesías religiosas, porque todos los afanes de su vida, ya sean familiares, profesionales o políticos se han supeditado a la defensa de su fe. Y tiene Blas Piñar un sentimiento religioso tan de sentido común, que como Santa Teresa ve en los pucheros, esto es en las cosas materiales de esta Tierra la belleza y la grandeza del Creador y por eso exclama y rima:
“El Padre es el Creador de cosas bellas,
de la luna, del sol y las estrellas,
del aire que respiro, del aroma de las flores,
de la aurora boreal y sus colores;
y de este corazón con el que amamos.
Por eso, Dios Padre, te adoramos”.
Su fe y su poesía son muy tempranas en Blas Piñar. Por eso, ya en la Nochebuena de 1938 escribe un largo y emocionado poema, pidiendo a Dios por “los caídos de la España eterna” y suplicando al Niño Jesús, que las plegarias que suben hasta Él desde las trincheras, las convierta en paz para nuestra España y devuelva esa paz a las conciencias, sin distinción de bandos ni colores, de modo que para otra Nochebuena estén “todos” en casa y en torno a la mesa.
Tras las poesías a cada una de las personas de la Santísima Trinidad, como no podía ser menos se publican unas cuantas en honor de la Santísima Virgen, entre las que cabe destacar las dedicadas a Nuestra Señora de Europa y a la Virgen del Pilar. Y a estas siguen toda una serie de poemas escritos por distintos motivos, desde la reflexión sobre la muerte hasta el homenaje a una santa mujer, que profesó como carmelita. Y de todas ellas quiero señalar la del Ángel de la Guarda, porque a pesar de estar escrita en en 1983, es decir en plena madurez, estos versos reflejan a la vez la belleza con la que al autor moldea las palabras y la inocencia que todavía conserva la oración al ángel protector, que el autor aprendió de labios de su madre. Belleza e inocencia, fe de un alma grande, que quedan expresadas en estos cuatro versos:
“Ángel del Señor y de mi guarda
que tienes recatada tu presencia
y cumples invisible la asistencia
que nunca se apresura ni retarda”.
El segundo apartado es el de la poesías patrióticas, porque en Blas Piñar la defensa de su fe de y de su patria ha marcado el norte de su vida y orientado con la verdad todos sus actos, a pesar de que en más de una ocasión pagó un precio altísimo, porque como el mismo confiesa en el soneto titulado Dios y España, que lleva fecha de 23 de noviembre de 2008:
“El lema ‘amar y servir a Dios y España’
algo tiene de Tabor y de Calvario”.
Su padre fue uno de los héroes de El Alcázar de Toledo, que pudo ver su liberación y contarlo a sus hijos. Los recuerdos del asedio en el alma de Blas Piñar se engrandecen y hacen patria, como sucede en el Romance del Alcázar, que inaugura esta segunda serie de poesías:
“En los sotanos oscuros,
en medio de las batallas,
las mujeres macilentas
a sus hijos alumbraban;
que aquellas piedras gloriosas,
que las piedras del Alcázar,
no fueron sepulcro solo
sino cuna de la patria”
Pero porque España y Catolicismo son la cara y la cruz de una misma moneda, la religión está siempre presente en las poesías patrióticas de Blas Piñar. Por eso, cuando eleva sus oraciones en verso al Sagrado Corazón de Jesús, pidiendo por España y los españoles, el 4 de junio de 1938, le pide a Dios que ponga fin a la guerra, para que reine en España su Amor. Y de nuevo la plegaria poética surge limpia, sin exclusiones ni resentimientos:
“¡Que los hombres que mueren y luchan,
los del lado de aquí, los de allá,
como buenos hermanos se abracen
y ese abrazo nos traiga la paz!”
Pero sin duda, a mi juicio, la parte más sorprendente del libro es el apartado de las poesías políticas. Todos recordamos al diputado Blas Piñar dando la cara con valentía y en solitario en el Congreso de los Diputados. Por sus intervenciones, como votar en contra de las autonomías, que era entonces la moda para “un” tiempo, fue excluido y marginado aquel diputado para “el” tiempo. Pero Blas Piñar no embarranca en la amargura del “ya os lo decía yo…” Y nos cuenta su experiencia política de un modo sorprendente, con ironía y buen humor.
Grandiosos son los versos dedicados a las manos del presidente del Congreso de los diputados Landelino Lavilla. Increíble el final de la poesía a las gafas de Martín Villa:
“Te dijiste: patillas a la oreja,
que ágil y dúctil mi dedo las proteja
de caer hacia abajo, hacia la boca.
¡Mirad cómo el dedo las retoca,
las apunta, las fija y apareja
y en el sitio adecuado las coloca!
Y cuando ya parecía conquistada la cumbre del humor, aparecen en el horizonte poético de Blas Piñar los pelos del recordado y desaparecido Ministro de de Defensa, Agustín Rodríguez Sahagún:
“Bosque espeso de pelos erizados
sobre un rostro en continuo parpadeo”
Pelambrera de ministro vista con cariño y con humor, y pintada para siempre en poesía:
“Pelos cepillo, pelos barredera,
pelos como alfileres imantados,
pelos agujas, pelos espigados,
pespunte capilar de primavera,
pelos recios, rasantes, bien cortados,
cerdas quizás, mejor que cabellera”.
El cuarto apartado poético de este libro es un verdadero cajón de sastre, que aparece bajo el título de poesías “varias”. Entre ellas destacan por su número las dedicadas a las naciones que a España le nacieron al otro lado del Atlántico, no en vano Blas Piñar fue director del Instituto de Cultura Hispánica entre los años 1957 a 1962. En este cuarto grupo, hay varias en honor de militantes de Fuerza Nueva, una dedicada a la princesa Leticia, cuya interpretación dejo a juicio del lector. Y por fin cuando ya acaba el libro y se lee el largo poema a la ¿Justicia social? –así, con interrogaciones- el poeta que es Blas Piñar, te hace apretar los dientes de rabia y se te humedecen los ojos, porque tantas veces nos hemos olvidado de atender a los pobres, de los que nos dijo el Señor, que siempre los tendríamos entre nosotros.
Madrid, 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, patrón de España
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.