Un año de “estabilidad” a la ucraniana
Higinio Paterna. Se hizo el silencio. De Ucrania se ha dejado hablar, como si no hubiera existido nunca. Los altavoces del Kremlin pregonan que eso se debe a que el presidente Yanúkovych ha logrado recuperar la estabilidad que tiraron por la ventana los revolucionarios, que por fin hay paz y diálogo una vez que Viktor Yúshchenko ha desaparecido de la escena política del país.
Discrepo. Cierto que Yúshchenko una vez acabada a revolución naranja, no fue hombre de diálogo fácil y que abusaba a veces al intentar forzar su visión de la jugada, ahora, ¿que Yanúkovych ha logrado la estabilidad? No hay convulsiones externas porque los intereses económicos y militares de la Federación Rusa y sus magnates están bien seguros, aunque en ocasiones se sientan chirridos como los que ocasiona el petroleo venezolano del oleoducto Odessa-Brody.
Veamos qué significa la estabilización en lo que, a mass media se refiere, según Vakhtang Kipiani, amigo y colaborador del desaparecido periodista Gongadze y continuador del proyecto que puso en marcha ese periodista asesinado: Ukrayinska Pravda. Lo tiene muy claro: “Yanúkovych nos quiere llevar a Bielorrusia”. No lo ha logrado porque no es fácil llegar al status quo de antes de la revolución naranja. “Sabíamos y sentíamos que las libertades iban a ser recortadas, y que el poder iba a actuar de modo más sensata que en tiempos de Leonid Kuchma, porque en tiempos de Yúshchenko no había presiones a los medios. Hubo algunos incidentes, como que a alguien no le dejeran entrar a una rueda de prensa, o no le dejaran acceder a alguna información, pero no existía un sistema, no se mandó cerrar ningún medio de comunicación, no había demandas, multas. Eran tiempos de libertad, anárquica, pero libertad”.
“El paraíso del periodista”, le interrumpo. “No tanto, porque el paraíso es cuando escribimos y eso influye en decisiones, etc, y aquí nada. Es algo específico de a situación ucraniana, podemos hablar de algo, pero luego nadie oye, nadie sabe… Así como en tiempos de Kuchma se juzgaba a los periodistas, se los atacaba, perseguía…, en tiempos de Yúshchenko no se perseguía ni se atacaba, pero nadie hacía caso. Ahora tampoco nadie sabe nada, pero las presiones, aunque no son tan visibles, existen. Sobre todo en las órdenes de hacer callar a las televisiones sobre temas importantes: los canales han dejado de hacer preguntas a los mandatarios, no se pregunta sobre temas importantes. En tiempos de Yúshchenko había muchas investigaciones, cuestiones escamosas, la sociedad sabía que esto y aquello está mal, que si el hijo del presidente está involucrado en una trama de corrupción, o que el cuñado también. Ahora no se habla.
Vemos por ejemplo que el hijo del actual presidente se ha hecho millonario y nadie sabe cómo. Era un dentista normal y ahora tiene un banco de 100 millones de dólares, eu un año o dos, y las televisiones no dicen nada. En internet sí puedes leer sobre esto”. Pero internet lo usa una pequeña fracción de la sociedad, jóvenes que además no vas a las elecciones”. “Y esta censura es continua, pero no se hace de modo administrativo”, como en la era Kuchma, cuando solían llegar instrucciones a las redacciones sobre a quién mostrar y a quién no”. No hay pruebas materiales, pero hay silencios bien claros. “Hace unos días el presidente usó en público una palabrota del slang criminal, un lenguaje de bandidos. Dos de los principales telediarios no lo emitieron. Esto es un ejemplo gracioso, pero hay muchos otros sobre cuestiones de corrupción”, y cuenta que Ukrayinska Pravda ha descubierto que en un edificio de propiedad del presidente Yanúkovych unos elementos de baño, decorativos y secundarios, han costado varios milones de dólares, que es también dueño de varias cientas de hectáreas, de un parque móbil de varios cientos de coches,… sin haberse ocupado nunca de negocios de ningún tipo. O como en los informativos sólo se presenta la opinión del gobierno, sin comentarios de expertos que podían escucharse aún hace un año. Algo parecido ocurre en los principales programas televisivos con participación de políticos: aunque en teoría existe un cierto balance, la oposición se queja de que no se invita a sus pesos pesados y la desproporción es evidente.
Luego se persigue a la oposición: a Yuliya Tymoshenko no la dejan salir aún del país porque “podría evadirse”. Fue mal primer ministro, no supo torear la crisis, existió corrupción en su gobierno y lo ideal sería que se jubilara, pero sigue siendo lider de la oposición y la llevan de un juzgado a otro, por absurdos, sólo para sacarla en la tele de esa guisa: si ella robó o si le robaron, da igual, el caso es que está mezclada en un robo.
Un miting lo podía organizar y lo organizaba cualquiera: de izquierda y de derecha, homófobos y homosexuales, euroentusiastas y comunistas anti-OTAN. Eso también es cosa de la historia. Los encuentros de apoyo al gobierno están protegidos por la policía, mientras que ésta estorba en los de la oposición e impide llegar a Kyiv a autobuses, o los atacan y golpean.
No es tampoco Yanúkovych el presidente de todos lo ucranianos. De hecho, ha mostrado desde el mismísimo primer día su tendenciosidad: ha interrumpido una buena costumbre que existía incluso mientras mandaba Leonid Kuchma, y que consistía en que en la fecha de la inauguración de su mandato recibía la bendición y los mejores deseos de los principales líderes cristianos del país reunidos en la Catedral de Santa Sofía. Se acabó también: esta vez sólo estuvo invitado Cirilo, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, la cual no sólo no se contenta con gozar de un trato preferencial discutible en un país tan dividido en cuestiones nacionales y religiosas, sino que se permite el lujo de anunciar que otras ramas de la Ortodoxia en Ucrania van a ser eliminadas.
¡Menuda estabilidad!