Miguel Ángel Guijarro. 1 de mayo. Hace apenas unos meses las apuestas estaban a favor de que el Real Madrid haría el ‘pasillo’ al Barcelona en su visita al Bernabeu. El que más y el que menos hacía cábalas sobre los puntos que sacarían los azulgranas a los blancos al final de temporada. Sin embargo, mañana sábado se juega un partido en el Santiago Bernabeu que puede situar a los de Juande Ramos a un punto de los de Guardiola. Un partido diferente a todos y en el que los estados de forma y los estilos de juego se aparcan durante noventa minutos para dejar rienda suelta a la pasión de los aficionados. Es un partido diferente porque siempre se juega al límite olvidando la situación de la tabla, no se tiene reparos en forzar la máquina para derrotar al eterno rival y aunque haya habido Liga de Campeones entre semana, desde muchos días antes se juega el partido en cada rincón de España. Pero además de todo eso, para más ‘inri’ el partido ha adquirido una dimensión trascendental tras el empate culé en Valencia y la victoria blanca en Sevilla. Ahora los de la Castellana pueden quedarse a un punto y abocar el final de Liga a un infarto permanente. Luego se discutirá si el juego de unos y otros es mejor, si la calidad de la plantilla merece el título pero lo que es innegable, es que gracias al espíritu del Real Madrid, esta Liga está viva. Sin esos goles in extremis, sin esa fe inquebrantable, sin ese espíritu a prueba de bombas, esta competición estaría finiquitada hace mucho tiempo. Pero no nos engañemos, este Real Madrid es el mismo del voto por correo, del bochorno de la asamblea, de la desbandada de Schuster, de Faubert… el mismo que aburre en Chamartín, el que se humilla en Europa y cae ante un Segunda B en la Copa. ¿Qué pasa en nuestro fútbol? Analizamos la tabla y vemos al tercer clasificado (Sevilla) a 21 puntos del segundo (Real Madrid)… ¿eso es normal? Miremos nuestro ombligo y reconozcamos que salvo la excepción culé, el fútbol inglés –habrá que ver qué pasa en Londres el miércoles- , nos gana por goleada. Aún así, disfrutemos del clásico de mañana porque es lo único que podremos hablar en los próximos días.