Un desafío a la libertad
Jesús Martínez Madrid. Ante la grave crisis económica, por fin reconocida por nuestro Gobierno, algunos se preguntan ¿Qué hacen nuestras fuerzas armadas en Afganistán? ¿Cuanto nos está costando esa guerra? Y es que por mucho que el Gobierno se empeñe en ocultar la auténtica razón de la misión de las tropas españolas en Afganistán, nadie puede ya llamarse a engaño. Allí se está librando una batalla contra la amenaza universal de una visión del mundo que desprecia los derechos humanos en nombre de un supuesto dios imaginado por el fanatismo y la ignorancia. Se ha pretendido hacer un paralelismo entre esta guerra y la de Vietnam donde Estados Unidos sufrió su primera gran derrota militar.
El caso es que hoy, la batalla no es contra un ejército o contra un país, sino contra una nebulosa terrorista, infiltrada prácticamente en todo el mundo, que ve en los talibanes afganos la punta de lanza de un choque de culturas. Se trata, por tanto, de una batalla en defensa de la libertad contra una instrumentalización política de una religión practicada por más de mil millones de personas.
La gran paradoja es que esa batalla la está librando el mundo occidental en un momento de la historia en que está perdiendo las señas de identidad de su propia civilización. Es muy probable que para ganar esa guerra haya que utilizar más recursos, pero también es necesario poner en juego la tradición occidental para que responda a los retos del presente. Y es que un Occidente perdido, sin valores, desgraciadamente sucumbirá.