Un Florentino para España
Rafael Nieto. 5 de mayo.
Aunque el fútbol parece un entretenimiento para ociosos y pepotes (“veintidós tíos en calzoncillos corriendo detrás de un balón” lo definió siempre mi madre), a veces es sugestivo y evoca situaciones más “serias”. Por ejemplo, del partido del pasado sábado en el Bernabeu (2-6 a favor del Barça, por si alguno no se ha enterado), uno saca la conclusión de que las organizaciones deportivas transnacionales, como en este caso es el club merengón, entran en crisis o están en caída libre, hacen poda en la base (o sea, en la plantilla de jugadores), después en el banquillo (entrenador y cuerpo técnico) y terminan, sin excepción, en el palco presidencial. La solución a los males del madridismo tiene nombre y apellidos: Florentino Pérez. El hombre que ficha a cracks escribiendo sus nombres en servilletas de papel.
Florentino ya ha anunciado que dentro de diez días presenta su candidatura, avalada por grandes jugadores, lo que, sin duda, le supondrá una apabullante victoria en las urnas y, posiblemente, un renacimiento de la institución futbolística más conocida del planeta. Porque no es lo terrible para la afición blanca observar cómo el eterno rival (con presidente separatista) le tributa un “chorreo” en casa (los graciosos dirán “un set”); es mucho más grave haberse acostumbrado a un equipo que renuncia a practicar el bello deporte del balompié, dejando siempre a la inspiración individual (tan caprichosa como insegura) la posible victoria colectiva. Eso es lo que viene a arreglar Florentino.
Algo parecido le ocurre a España. Leo estos días el imprescindible trabajo de recopilación de artículos de Juan Manuel de Prada que Libros Libres, en otra genial edición, ha dado en llamar “La nueva tiranía”. De Prada lleva varios años siendo el escritor que más y mejor ha sabido diagnosticar las enfermedades sociales y políticas de nuestro tiempo; el único, quizá, que se atreve a denunciar el simulacro de democracia en que vivimos, y el que con más brillantez, acierto y singular estilo ha sabido plasmar en textos periodísticos la crónica de la decadencia de Occidente, y más en concreto, de la España de nuestros dolores. Artículos en los que se critica al Gobierno de Zapatero, sí, pero también al partido de Rajoy, por su ñoña e inconsecuente labor de oposición, herencia penosa de una Transición mal hecha y peor gestionada.
Quizá España necesite a un Florentino Pérez. Convertida la política profesional en un lodazal lamentable en el que la mentira, la traición, el oportunismo, el revanchismo y la mediocridad son sus principales señas de identidad, ha llegado el momento para los gestores, para los técnicos. Para personas que tengan en sus cabezas las soluciones a los problemas que afligen a la gente normal. Lo pienso con mucha frecuencia: no es posible que Pepiño Blanco, Maleni Álvarez, Sáenz de Santamaría o Celia Villalobos sean la elite intelectual de este país; me niego a creerlo. Seguro que hay decenas, incluso centenares de “florentinos” capaces de frenar esta hemorragia de insensatez, este descalabro constante, esta absurda opereta de incompetencia en que se ha convertido la política en España.
Como madridista, exijo un Florentino en la presidencia blanca que acabe con el juego de patio de colegio que vienen practicando los jugadores; como patriota español, exijo un florentino que ponga su cerebro al servicio de España, que acabe con la corrupción, que borre la ineptitud de la cosa pública, que conduzca al país al progreso real y la prosperidad que todos nos merecemos. Así sea.