Un gobierno atacado de los nervios
Miguel Massanet Bosch. Algún día tenía que suceder, porque estábamos ya en una situación límite en la que Gobierno del señor ZP, por mucho que se esforzara en disimular sus múltiples errores de gestión y se empeñara en negar lo evidente, estaba ya comenzando a perder el crédito entre los que confiaron en él y le habían concedido un amplio margen de maniobra, para que demostrara que estaba acertado en sus afirmaciones, predicciones y descalificaciones contra la oposición y, de paso, desacreditara, por medio de hechos positivos y resultados palpables, a todos aquellos que auguraron que el rumbo que le imprimían a la nación, que las leyes que se promulgaban y que las medidas para paliar la recesión, no tenían otro fundamento que el de intentar disimular su incapacidad, su falta de perspectiva y su desconocimiento de las leyes económicas, demostrando su incompetencia para resolver, dentro de la legalidad y con eficacia, los problemas que la gobernabilidad cotidiana de España comportaban.
El espectáculo que tuvo lugar en el Congreso de Diputados, el pasado miércoles, es una muestra del estado de nerviosismo en el que se encuentra el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero, después de que dos acontecimientos de envergadura demostraran a las claras que: por una parte, los métodos que se utilizan por el Ejecutivo para espiar a aquellas personas de las que esperan sacar alguna información útil, no, como pudiera esperarse de un gobierno democrático, para capturar terroristas, miembros de la ETA y traficantes de estupefacientes; sino para enterarse de las interioridades de cualquier ciudadano que ellos puedan pensar que, con sus actos, declaraciones, comparecencias o actuaciones públicas, les pudieran perjudicar –y cuando digo “perjudicar” me estoy refiriendo a sacar a la luz lo que se pudieran calificar como “trapos sucios” de algún miembro del PSOE o del mismo Gobierno –. Lo malo de este asunto es que, el famoso SITEL, (un sistema de escuchas telefónicas mediante satélite) aunque fue adquirido por el PP para seguir las huellas de terroristas, tuvo que dejar de utilizarse después de que se recibiera un informe de la fiscalía del Estado, en el que se advertía de su posible inconstitucionalidad. Pero el PSOE no ha dudado en ponerlo en uso, pese a no estar reglamentadas las garantías para hacerlo legalmente.
Por el otro lado, la forma en que la comisión presidida por la señora De la Vega, apoyada por varios ministros, entre los que destacaba la señora Chacón, ha manejado, de forma sumamente incompetente, el difícil asunto del secuestro del Alakrana;
parte de dejar en mal lugar a nuestro Ejército –al que se le ha obligado a representar un desairado papel de Convidado de Piedra y, al final de toda la pantomima, a aparecer como un cuerpo militar incapaz de hacerse con los piratas, a pesar de estar al tanto de todos los elementos precisos para que hubiera podido deshacerse de ellos o capturarlos en su huída –, ha sido un ejemplo de descoordinación entre los distintos ministerios. La marcha de la señora De la Vega a Argentina en un momento realmente inoportuno; el despropósito de los servicios de espionaje del CIS sobre los supuestos tres marineros que fueron desembarcados a tierra y sobre todas las circunstancias que rodearon el secuestro en tierras somalíes; la sustitución, por orden de ZP, de la señora Chacón por Moratinos y la duración de toda la operación, 47 días; para que, al final, se haya acabado pagando un rescate millonario y los piratas han conseguido huir sin daño alguno; dan fe, por si solos, de la confusión a la que estuvieron sumidos los presuntos negociadores, su absoluta sumisión y dependencia de las peticiones de los secuestradores y su olvido de los familiares de los secuestrados, a los que se mantuvo al margen hasta que, desesperados, salieron a la calle a protestar; entonces les entraron las prisas a los del Ejecutivo y pusieron al señor Moratinos, experto en chanchullos, a arreglar el entuerto costase lo que costase.
Evidentemente, la señora Fernández de la Vega ha salido tocada del lance. Su nerviosismo, algo raro en ella, sus desplantes y su incontinencia verbal ante las preguntas que se le hicieron por parte de la oposición, fueron la demostración más palpable de la inseguridad con la que se enfrentaba al tema, sabedora, sin duda, de que le iba a ser muy difícil salir airosa en una cuestión en la que, el Gobierno en pleno, había perdido los papeles y demostrado su falta de reflejos para solucionar una situación verdaderamente dramática. El hecho de que se haya rescatado a los marinos del Alakrana vivos y, relativamente, en buen estado, no descarta que tuvieran que sufrir un cautiverio de 47 días en los que, al parecer, fueron maltratados, amenazados, sometidos a vejaciones y temiendo que, en cualquier momento, los asesinaran. Y todo para acabar cediendo en todo lo que pedían los filibusteros. Expresiones como la que le espetó a Soraya Saez de Santamaría, acusando al PP “de estar del lado de los piratas” demuestran el histerismo de la vicepresidenta, que quedó retratada ante todos los grupos parlamentarios que asistían interesados al debate.
Pero si la De la Vega se dolió de los puyazos que le propinaron, el señor Rubalcaba, el Rasputín socialista, en esta ocasión no supo conservar su flema británica, quizá, todo hay que decirlo, porque, por una vez, la oposición ha sabido encontrarle su talón de Aquiles y le hizo tragar algo de su propia medicina. Lo cierto es que, si en hemiciclo no consiguió convencer a sus señorías del porqué se utilizaba un sistema SITEL no autorizado, como ya estaba advertido, por una Ley Orgánica que garantizase que su uso sólo sería lícito si era autorizado por un juez y para casos determinados, previamente establecidos por ley; de forma y manera que, nunca se pudiera usar para fisgonear, investigar, invadir la intimidad y atentar contra los derechos de los españoles a no ser objeto del espionaje alguno por parte del Gobierno (al estilo del soviético) o a ser, ilegalmente, controlados, para luego ser amenazados con presiones, chantajes o extorsiones, como si, en lugar de estar en un país libre, estuviéramos en una tiranía. No nos creemos que las palabras que, en un salón del Congreso (el de los Pasos Perdidos), el señor Rubalcaba le dijese al señor Carlos Floriano, del PP, en una demostración de su paroxismo y falta de control: “veo todo lo que haces y oigo todo lo que dices”, fueran amenazas baladíes, aunque, en su enojo, fuera incapaz de reprimirlas. Y es que, por si solas, ya eran una confesión de cómo se las manejan estos señores que nos gobiernan, sin que valgan matizaciones posteriores ni intentos desvirtuar lo dicho, ya que, para reforzar la catilinaria, nuestro ministro de Interior, no ahorró insultos al señor Floriano al que llamó “paranoico”, al señor Trillo “desquiciado” y a la señora Cospedal “loca”. Una actitud impropia y reveladora de la falta de domino sobre sí mismo, del señor ministro del Interior, harto preocupante, dadas las responsabilidades inherentes a su cargo. Un individuo con semejantes arranques no puede mantenerse en un puesto de máxima responsabilidad como es el suyo y, el señor Zapatero, debiera destituirlo automáticamente del puesto que ocupa. Evidentemente, no lo va a hacer.