Una católica regresa del Infierno
Lucia Rivera. Gloria Polo, médico colombiana, fue alcanzada por un rayo y vivió la experiencia de la muerte tras tres días de coma profundo. Asistía a misa los domingos e incluso rezaba el rosario, aunque con afán económico, pero el veredicto inapelable de Jesucristo al traspasar la frontera de la muerte fue: “destino: el Infierno”. Sólo la oración de intercesión de un campesino robó a Dios la gracia de devolverla a la vida y le mostró como había transgredido los 10 mandamientos.
Su testimonio, es ahora para nosotros, un grave aviso. Algunos de los pecados que el divino juez le pidió que repitiera al mundo mil veces mil, para que escarmentáramos en cabeza ajena habían sido: dedicaba media hora a Dios el domingo mientras visitaba el gimnasio a diario, y gastaba fortunas en dietas, tratamientos corporales y salidas nocturnas, dando en Misa unas pocas monedas. Criticaba y mentía. Se quedó embarazada en su primera experiencia sexual, y abortó. Posteriormente se implantó una “T” de cobre como anticonceptivo con los consiguientes microabortos. Era partidaria de la eutanasia y del divorcio y costeó algunos abortos. Un día se quedó con un cambio erróneo considerable en un supermercado. Aunque no había materializado el adulterio, sí había provocado deseos impuros en los hombres con su forma de vestir. Comulgaba sacrílegamente, pues la única confesión bien hecha fue la de su primera comunión. Quizá hayan muchas Glorias, seguras de su salvación por el hecho de asistir a Misa, católicos abiertos reacios a examinar su conciencia, poco amigos de la Confesión que se llevarán una desagradable sorpresa.