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Diario YA


 

Cataluña, frente a los lobos de Montilla y Mas

Una Cataluña hispánica, será una Cataluña abierta al mundo que fecundará con su riqueza la Hispanidad

José Luis Orella. El catalanismo ha encontrado en el aprendizaje del catalán de gran utilidad, como instrumento de asimilación a la identidad catalana de los emigrantes. Ante la falta de una argumentación de raza, los nacionalistas catalanistas han utilizado el discurso lingüístico como medida de nacionalismo étnico para homogeneizar la sociedad con una identidad nacionalista propia, que a la vez sirviese de elemento diferenciador con el resto de la comunidad nacional. La principal formación nacionalista CiU no descarta la independencia como aspiración legítima, pero reitera continuamente que no está en su programa político.

Para CiU, el catalanismo es una voluntad de construir, de hacer país, de formar la sociedad. Por ello, la actual inmersión lingüística responde a la idea de hacer país. La Cataluña nacionalista no existe, hay que crearla con unas características diferenciadoras que legitimen sus ansias separatistas, como es el desarraigo del español frente al catalán. El actual programa de Artur Mas plantea un nuevo estatuto, en el cual Cataluña es vista como una nación integrante del Estado español, algo que contradice el sentido histórico español.

El hecho diferenciador catalán no es equiparable para los nacionalistas a otras regiones, por lo que no aceptan el federalismo como un marco político posible. La izquierda catalana del Partido Socialista de Cataluña y de Iniciativa per Cataluña admiten el federalismo como solución, asumiendo la particularidad nacional de Cataluña, hecho de importancia, al sustentarse su electorado en la amplia base trabajadora de origen inmigrante y castellanoparlante, a la cual han traicionado. De esta forma, la izquierda catalana no nacionalista admite una España federal en una Europa federal, solución no aceptada por el nacionalismo centroderechista de Convergencia i Unio. Para los hombres de Mas la relación de España y Cataluña debe materializarse en un pacto que ambas partes han hecho libremente, pero que requiere asentimiento continuo para seguir siendo válido.

El actual nacionalismo catalán responde al concepto de nacionalismo librecambista, a parte del étnico, por su hecho lingüístico. Este nacionalismo tiene un concepto de la soberanía que esta muy atenuado por el reconocimiento de la interdependencia y las limitaciones del Estado-nación. Su fin es la introducción de Cataluña en las mejores condiciones económicas en el nuevo orden continental europeo. Para ello, tiene una fuerte dimensión cívica, se concentra en el autogobierno territorial con una ampliación de sus bases sociales, al no ser su independentismo tan evidente como los reivindicativos del siglo pasado. El nuevo modo de actuar de este nacionalismo librecambista abandona el concepto de identidad exclusiva y permite simultanear varias identidades, como la española y la europea, según marquen los intereses.

De este modo, el discurso nacionalista es modernista y se ocupa del desarrollo y la adaptación en vez de interesarse por lo antiguo y mirar hacia el pasado. Acepta los límites de la soberanía y busca maneras que permitan hacer que el autogobierno sea eficaz y organizar un proyecto de autoafirmación nacional, a falta de la reivindicación del Estado-nación clásico. Así, el proyecto del nacionalismo sigue vinculado a una idea de progreso y modernidad, pero mantiene en la vaguedad sus fines independentistas, o al menos los trasmite de forma indirecta a través de las organizaciones juveniles, como en el caso de CiU es la JNC (Juventud Nacional de Cataluña).

Pero un proyecto nacional integrado en la Unión Europea no tiene futuro sin una viabilidad económica. En el momento actual, el nacionalismo catalán pretende que su región pueda convertirse en uno de los motores principales de Europa, consiguiendo ser de nuevo la parte más moderna de España. El nacionalismo librecambista se explica por el intento de reducir la dependencia del Estado central, aunque ello entrañe la de depender del mercado internacional. Precisamente, el camino contrario al que ha llevado tradicionalmente el catalanismo aliado al proteccionismo nacional. La medida utilizada por el gobierno autonómico es aumentar los incentivos para que su región resulte favorecida ante los inversionistas móviles. Sin embargo, la llegada de capitales extranjeros incrementan la vulnerabilidad económica al estar ligados los capitales a la perdurabilidad de las condiciones favorables existentes. Cuando éstas cambian, la alogeneidad del capital hace que pueda emigrar a una zona donde las condiciones de ganar beneficios sean mejores. Además, la creación de trabajo se reduce a puestos de poca responsabilidad y especialidad, quedando la alta tecnología en sus países de origen. Por otro lado, si la empresa multinacional centraliza sus actividades comerciales, la región pierde parte de los beneficios. El nacionalismo consigue a efectos de propaganda la baza de establecimiento de empresas, pero subordinando sus intereses culturales y sociales a los de los grandes poderes económicos.
Cataluña siempre ha sido una de las ventanas de España al mundo mediterráneo, un nacionalismo exclusivista le cercenaría su creatividad, Gaudí supo demostrar, dentro de su intensa catalanidad, ser español y trascender un arte hacia Dios, de una manera universal. Cataluña, tiene mucho que decir, siempre que frente a la cerrazón de exclusivismos de Montilla o Mas, que potencian la rivalidad dentro de Cataluña, se desarrolle con intensidad el sentir catalán dentro de la comunidad nacional española.

El desarrollo de una respuesta cultural formativa, como Arbil desarrolla desde su fundación en Barcelona, son imprescindibles para divulgar la esencia positiva y creativa catalana al resto del mundo hispánico. Se necesita una respuesta contra el concepto estrecho de nacionalidad vinculada a una raza o a una lengua, la intelectualidad católica de hoy defiende la pertenencia y fidelidad a una nación, cuando esta tiene sus raíces en conceptos de unidad de convivencia y desarrollo cultural, como fue el caso de España durante siglos. La oficialidad de una mentira histórica como defender la inexistencia de España o la Hispanidad, y la divulgación de una Cataluña nacionalista cerrada al mundo, sería el fin del desarrollo cultural catalán. Cataluña tiene mucho que decir, como fue el caso de Valls, D´Ors, Maragall, Espriu, Pla, Gaudí, Dalí y tantos otros. Una Cataluña hispánica, será una Cataluña abierta al mundo que fecundará con su creatividad y riqueza cultural la Hispanidad.