Una Constitución válida, aunque manifiestamente mejorable
Rafael González. 7 de diciembre.
La diversidad de criterios con que hemos celebrado los 30 años de nuestra Constitución no se habían reflejado en cumpleaños anteriores. Algunos, sin ambages, no han dudado en afirmar que no tienen motivos para celebrar nada. Y es una pena. Se le está atribuyendo a
Hace 30 años, el pueblo español supo dar un ejemplo de civismo que pocas veces se da en nuestra historia. Teniendo en cuenta la cantidad de veces que nuestra ferocidad cainita se ha desatado en nuestra historia, 1978 debe ser marcado como uno de esos años esplendorosos, de iluminación general, en el que parecía que nuestros ancestrales defectos se habían superados. Pletóricos de esperanzas, supimos aparcar nuestras diferencias, y con gran generosidad redactamos (porque aunque fueron 7 los encomendados, el hálito de muchos millones fue recogido en la redacción, mediante lo que se ha dado en llamar espíritu de la transición) una Carta Magna que responde a la voluntad de superar el pasado, de vivir juntos, de respetar nuestras peculiaridades, de vivir en un régimen democrático y, sobre todo, a erradicar para siempre los viejos enfrentamientos que jalonan nuestra historia.
Nuestra Constitución no es perfecta; no lo es. Se sabe desde que jubilosamente se votó hace 30 años. Pero nunca ha dispuesto el pueblo español de un instrumento jurídico y político como éste, gracias al cual le haya sido posible lograr, en palabras del Rey, "el más largo e intenso período de modernización, progreso, estabilidad y convivencia en democracia y libertad", y de "recuperar el papel de España en Europa y en el mundo". Los derechos fundamentales de las personas están en ella perfectamente tutelados, y hasta ahora ha cumplido una función integradora y de garante de los derechos y libertades de los españoles.
Cosa bien distinta es que, en los últimos años, y por la nefasta dejación de un Gobierno sin escrúpulos, se estén perpetrando múltiples violaciones a muchos de esos derechos consagrados en
Otra cosa es también que nuestra Constitución necesite reformas. Ya he dicho que desde su proclamación se sabía que no era perfecta. Pero entonces se convino que era preferible echar a andar así, aprovechando aquel espíritu, que perder la gran oportunidad de iniciar todos juntos el camino incluso con esas deficiencias.
Ahora se han desatado las críticas achacándoles a
Todos esos quebrantamientos, más que defectos de