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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Una fe que se expande

Tomás Salas.  En la ideología democrática es fundamental el concepto de pluralismo: se acepta como natural la diversidad de opciones  políticas, morales y religiosas. El pluralismo puede derivar, bajando por una pendiente deslizante, en relativismo: todas las opciones son equivalentes, respetables y válidas. Y de ahí puede caerse en el nihilismo: todas las opciones son válidas, pero ninguna es verdadera; de hecho, no existe la verdad. Sólo mi existencia y, en última instancia mi voluntad, constituye el fundamento de la realidad. 

 
Esta, ideología, tan difundida y normalizada, se aplica al terreno religioso  y deja sentado que la fe es un asunto individual y que la fe o la increencia de los demás es algo que les incumbe exclusivamente a ellos. Esto, más que un error, supone una mala interpretación de conceptos tan usados como democracia, respeto o tolerancia. La aceptación de la pluralidad no implica la negación de las ideas de bien o verdad. Un ejemplo: podemos aceptar diversas opciones morales, pero no significa que no sea real la diferencia entre el bien y el mal. La ideología democrática, más que un sistema de valores, establece un espacio y unas reglas de juego para que los distintos valores convivan y se articulen en la vida social. 
 
Esta torcida interpretación, que nos sitúa en una postmodernidad que se muestra alérgica  a cualquier certeza, a cualquier idea fuerte (la teoría del “pensamiento débil” de  Gianni Vattimo) ha debilitado la idea de que la fe, no sólo se define rectamente (aspecto dogmático) y se asume íntimamente  (aspecto vivencial, existencial), sino que se difunde, se expande  hacia los demás (lo que llamamos evangelización).
 
Visto que no es coactivo a la libertad de los demás ni invasivo de su intimidad, también hay que decir que es legítimo y coherente que la fe tienda a expandirse. Primero, porque el hombre es un ser abierto al otro (a lo radicalmente “otro” en la experiencia religiosa) y así está constituido antropológicamente. Una   realidad tan radical y abarcadora como la fe, no puede permanecer en los límites de lo individual. Y un segunda razón: el mensaje nuclear de la fe cristiana es “buena noticia” (Evangelio); un mensaje positivo, salvífico, alegre. Si lo triste tiende al repliegue sobre sí mismo,  a la cerrazón, la alegría tiende a la expansión, a la comunicación. 
 
Benedicto XVI, que conoce  desde dentro todos estos vericuetos del pensamiento moderno y postmoderno (sus debilidades y contradicciones y también sus potencialidades) sabe lo que hace cuando convoca este Año de la Fe.