Una Gesta inolvidable, tristemente olvidada por la Historia
Redacción. La heroica victoria del General Gutiérrez y el pueblo de Santa Cruz de Tenerife sobre una potente escuadra británica, al mando del contralmirante Horatio Nelson, el 25 de julio de 1797. Éstos son los hechos que narra Jesús Villanueva Jiménez (Ceuta 1960) en El Fuego de Bronce, su primera novela, recientemente editada por Libros Libres.
¿Por qué fue esa victoria sobre Nelson “heroica”, y por lo tanto considerada la Gesta del 25 de Julio de 1797? Porque las fuerzas británicas que atacaron Santa Cruz eran mucho más potentes que las españolas. La expedición invasora la componían cuatro grandes navíos de línea, tres fragatas, un cúter y una bombarda, un total de 393 bocas de fuego, y 2000 hombres, perfectamente instruidos y bien armados. Mientras que la defensa de Santa Cruz la formaban 247 soldados del Batallón de Infantería de Canarias, 60 reclutas de las banderas de La Habana y Cuba, 110 marineros de La Mutine (una corbeta francesa apresada por los ingleses en la misma bahía dos meses antes), y 900 milicianos mal instruidos y armados con aperos en su inmensa mayoría. La cortina defensiva costera contaba con 89 cañones, que fueron servidos por sólo 60 artilleros veteranos y 260 milicianos con apenas instrucción. Realmente, sólo los 247 hombres del Batallón eran profesionales instruidos y bien armados.
¿Por qué atacó Nelson Santa Cruz y qué intenciones tenía? Sin lugar a dudas, convertir Tenerife, y posteriormente las Canarias en su totalidad, en otro Gibraltar. Se conservan cartas cruzadas entre Nelson y Jervis (almirante jefe de la escuadra británica que bloqueaba a la española en la bahía de Cádiz, luego del desastre de San Vicente) que lo atestiguan. Aunque el plan se empezó a fraguar cuando Nelson fue informado de la existencia en Santa Cruz de un cargamento de oro valorado entre 6 y 7 millones de libras, que el virrey de Méjico, con motivo de la guerra, había preferido custodiar en Tenerife en vez de continuar con él hacia la península. Esta circunstancia resultó falsa. No obstante, Nelson y Jervis, además de alcanzar la gloria y el reconocimiento de la Corona y el Almirantazgo, al conquistar una extraordinaria plataforma en el Atlántico, como eran las Canarias, puente hacia sus posesiones en las Indias, no hicieron asco a la posibilidad de hacerse ricos con la parte que les tocaría del valiosísimo supuesto botín. Pero, insisto, el motivo de la expedición era la invasión. Y bien sabemos que presa que tomaban los británicos, presa que no soltaban (y siguen sin soltar), más que por la fuerza de las armas.
¿Qué determinó, dada la inferioridad de las fuerzas españolas, la derrota de Nelson? Un conjunto de cosas. Lo más determinante fue la brillante defensa planteada por Gutiérrez, Capitán General de Canarias, que conocía bien al enemigo inglés, y al que había vencido ya en varias ocasiones. Antonio Gutiérrez de Otero expulsó a los ingleses de la Gran Malvina en 1770, y en 1782 reconquistó Menorca, usurpada por Gran Bretaña. En las jornadas del 22 al 25 de Julio, se anticipó a cada movimiento inglés, posicionando a las fuerzas españolas en los lugares y momentos oportunos con la maestría adquirida en su dilatada y brillante carrera militar. También es cierto que la iniciativa de un joven teniente de artillería, Francisco Grandi Giraud, fue uno de los pilares fundamentales de la victoria española: abrió una tronera donde situó un cañón que se hizo legendario, El Tigre, que barrió con metralla una playa por donde trataron de desembarcar en tromba los ingleses. La metralla de El Tigre destrozó el codo derecho de Nelson, que fue reembarcado in extremis al navío Theseus, donde se le tuvo que amputar el brazo, dada la magnitud del destrozo. Nelson no llegó a pisar tierra tinerfeña, ya que el impacto lo recibió cuando su lancha estaba a punto de varar en la playa. Y no podemos olvidar la actuación heroica de las gentes del pueblo, milicianos y civiles que se batieron cuerpo a cuerpo con garrotes y aperos de labranza con el enemigo bien armado, en las calles y plazas de Santa Cruz. Y, como dirían Carmita y Damián, dos personajes fundamentales de la novela, una buena manita que nos echaron al unísono la Virgen de Candelaria y el Santo Cristo de La Laguna, que todo hay que decirlo.
Es cierto que este episodio histórico es prácticamente desconocido. ¿Por qué cree que se ha llegado a este extremo? Porque en España en general y en Canarias particularmente, no damos la importancia merecida ni a nuestras hazañas ni a nuestros héroes y grandes hombres. Es uno de nuestros muchos “pecados” como españoles. El general Gutiérrez merecería que una plaza o una calle importante, no un escondido callejón, llevara su nombre. Y no es así. Sin embargo, Santa Cruz tiene una calle importante llamada Horacio Nelson. ¿Qué sinsentido es éste? ¿No vino Nelson a tomar Santa Cruz e invadir Tenerife y a matar cuantos tinerfeños fuera preciso para alcanzar su objetivo? Jamás en el Reino Unido se llamaría a una calle con el nombre de Álvaro de Bazán o Blas de Lezo, por ejemplo. Y es entendible y lógico.
Entre tanto, y desde un principio, los historiadores británicos se han ocupado de ocultar esta derrota de Nelson, la única en toda su carrera militar. En Gran Bretaña Nelson es una figura idolatrada. Se le considera, sin duda, el marino y uno de los personajes históricos británicos más importante de la Historia. Allí se cree, de manera generalizada, que Nelson nunca sufrió una derrota, y que el brazo lo perdió en alguna batalla victoriosa. Es más, muchos creen, absurdamente, que lo perdió en Trafalgar. ¿Y por qué, en mi opinión, lo han ocultado los británicos? Porque fue tan estrepitosa e inesperada la derrota sufrida, que emborronaría la, sin duda, brillante carrera del famoso marino. Los mismos protagonistas derrotados falsearon la realidad en sus informes. Recuerdo una carta del capitán Thomas Waller, comandante de la fragata Emerald (cuya bandera de combate fue apresada y hoy se expone, junto a una segunda destinada a a ser izada en el mástil del Castillo de San Cristóbal, en el Museo Histórico Militar de Almeyda, en Santa Cruz), publicada en agosto de 1797, en la revista Mariner’s Mirror, en la que afirmaba que las fuerzas españolas que defendieron Santa Cruz sumaban 8.000 hombres, en su mayoría instruidos y bien armados. ¡Cuadruplicaba la realidad! Lo triste es que los historiadores actuales no se han ocupado de dar a luz la verdad de los hechos.
Sin las iniciativas de la Tertulia de Amigos del 25 de Julio de 1797, fundada en Santa Cruz hace ahora 16 años, hasta en Canarias se hubiese olvidado esta Gesta, esta gloriosa página de la Historia de Tenerife, de Canarias y de España. Afortunadamente, los ensayos publicados por miembros de la Tertulia, así como los ciclos de conferencia y multitud de actividades a lo largo de estos años, están dando su fruto. Recientemente, en 2008 se constituyó la Asociación Histórico Cultural Gesta del 25 de Julio de 1797, cuyos miembros han recreado escenas de la batalla de forma muy meritoria, contribuyendo también a la divulgación de la Gesta.
¿Podríamos afirmar que su principal objetivo, al escribir el Fuego de Bronce, ha sido dar a conocer al gran público la Gesta del 25 de Julio de 1797? En El Fuego de Bronce narro el antes, el durante y el después de lo acaecido en aquella batalla librada en Santa Cruz de Tenerife entre el 22 y 25 de Julio de 1797. Creo recrear con fidelidad cada momento, y dar vida a los personajes reales, tratando justamente a españoles y británicos. Y, efectivamente, éste es mi prioritario objetivo. Pero también he incorporado a la novela multitud de personajes de ficción que se relacionan con los reales y cuyas vidas se ven inmersas en aquel acontecimiento bélico. Además, con los hechos históricos, se entrelazan una trama y las aventuras, venturas y desventuras de personajes entrañables unos, odiosos otros, que hacen muy amena la lectura de la novela, y contribuyen a crear un estado de tensión, inquietud e intriga. Fermín, Pilar y Damián, junto a sus amigos y vecinos, sufrirán y llorarán, así como reirán y festejarán la Victoria. Pero habrá un día siguiente, y muchos más.