Una historia del negocio de la Protección Civil
La Lupa del YA. Trágica jornada la de ayer. El drástico descenso en la demanda de viviendas ha contribuído, sin duda alguna, a que los pirómanos a sueldo de los negocios inmobiliarios hayan visto mermado su trabajo al servicio de tan bastardos intereses. Sin embargo, ayer volvimos a vivir la tragedia del fuego. Estamos de luto por las víctimas de Tarragona, y nos duele ver nuevamente humeante la sierra madrileña, esa gran válvula de escape de la locura matritense.
Por esa misma sierra se vieron por vez primera en los años ochenta los helicópteros pioneros en la lucha contra el fuego. Se trataba de helos militares, con base en Colmenar Viejo. La estrategia tenía sentido. El Ejército aprovechaba sus ejercicios de instrucción continua combinando el entrenamiento en misiones de reconocimiento con la vigilancia de nuestros montes. Además, se le dotó de medios para la extinción de incendios e instaló sus primeras bolsas "bambi" que colgaban de la panza de sus aparatos. Si hay que estar preparado para la intervención en catástrofes, por qué no contar con nuestras fuerzas armadas para ello. Sin duda alguna, la mayor catástrofe es la guerra, y los militares han de entrenarse para combatirla en todas sus modalidades.
La solución era eficiente y barata para la cartera de los españoles. De un tiro se mataban dos pájaros: el de la instrucción militar y el de la protección civil. Sin embargo, la felicidad para los españoles no podía durar mucho. Llegó el nefasto primer ministro de Defensa socialista, D. Narcís Serra, y comenzó el desmantelamiento de nuestro Ejército. Para ello, nada mejor que utilizar un caramelo envenenado. Reserva Transitoria, le llamaron. A nuestros oficiales y suboficiales les tentaron con la posibilidad de seguir cobrando sus emolumentos de por vida si abandonaban sus destinos y dejaban de vestir el uniforme. Para que el incentivo fuese mayor, no se preveía incompatibilidad alguna para continuar su actividad laboral en la vida civil. Los que pilotaban aquellas máquinas de extinción del fuego, profesionales altísimamente cualificados, no resistieron la tentación y pasaron a engrosar las plantillas de las compañías civiles que empezaron a proliferar, con salarios que triplicaban en muchos casos sus emolumentos militares. Y comenzó el negocio de la Protección Civil. Las Comunidades Autónomas les contrataban para las campañas de verano y pagaban por sus servicios. Lo necesario para poder cubrir los nuevos salarios incrementados en el margen comercial que toda empresa civil, por definición, persigue. Conclusión: El coste para el ciudadano se incrementó notablemente.
El Muro de Berlín cayó y muchos militares del Este dejaron de ver sentido a sus hazañas bélicas. También crearon sus empresas y vinieron a España a competir por los contratos. Había que reducir costes para ganar y se comenzó a volar con tripulaciones de un solo piloto, se escatimó en gastos de mantenimiento, y los accidentes y la precariedad laboral se multiplicaron.
Por aquel entonces, llegó Zapatero al poder que, exultante de pacifismo y talante, decidió liquidar los rescoldos de ardor guerrero convirtiendo a los militares en bomberos. Y nació la UME. Y la UME tuvo helicópteros. Aunque ello fuera a costa de desmantelar el Batallón más emblemático de nuestras Fuerzas Aeromóviles, el BHELMA II, aquel que naciera para pelear en el Sahara Español, protagonizando gestas heroicas, como el casi desconocido "combate de Tifaritti", allá por tierras moras. Aquel Batallón del que salieran los helicópteros que con viento de levante protagonizaron con solvencia el escarmiento a los marroquíes en Perejil.
Ayer, desde diarioya.es, vivimos de cerca la tragedia natural de Collado Mediano. Seguimos desde el embalse de Navacerrada las cargas de agua de más de diez helicópteros diferentes que participaban en la operación. Ni uno solo de los aparatos que vimos era de la UME. Bomberos, Summa 112, compañías varias. Y, entre ellos, uno de mecánica espectacular, con sistema de rotores coaxiales contrarotatorios. Un Ka-27PS Helix D, maravilla rusa. No dábamos crédito ante tal dispendió en momentos tan críticos para nuestra maltrecha economía. ¿Por qué tanto depilfarro y desaprovechamiento de medios propios? Sólo se nos ocurren dos respuestas. Pudiera ser que el lucro para la cadena de decisión política del empleo de medios fuese jugoso. O bien que las tripulaciones de la UME estaban enfangadas en los cursos que con la nueva Ley de la Carrera Militar deben realizar para seguir desempeñando los mismos cometidos, y que tantas quejas están suponiendo para la ministra de nacionalidad catalana. Elijan ustedes. Ah, pero no dejen de seguir pagando. Manda...