Una reflexión sobre "Camino"
José María Solanes Miguel. En el pasado mes de septiembre de 2009 se cumplió el 70 aniversario de la primera edición de “Camino”, la obra más conocida de San Josémaría Escrivá de Balaguer, publicado en Valencia en septiembre de 1939.
No está en mi ánimo el hacer propaganda de esta obra, de contenido espiritual, pues sus cuatro millones y medio de ejemplares difundidos por todo el mundo (está traducido a 43 idiomas), hablan de su enorme éxito. Mi único interés es el recordar este aniversario de una obra que tanto bien espiritual ha hecho a miles de personas, creyentes y no creyentes, de los cinco continentes.
En el prólogo del libro, el autor nos revela la intención de su contenido: “Lee despacio estos consejos. Medita pausadamente estas consideraciones. Son cosas que te digo al oído, en confidencia de amigo, de hermano, de padre. (…) Voy a remover en tus recuerdos, para que se alce algún pensamiento que te hiera: y así mejores tu vida y te metas por caminos de oración y de Amor. Y acabes por ser alma de criterio”.
En estas últimas palabras se condensa la misión de “Camino”: ser alma de criterio, que es muy diferente a ser un hombre o una mujer “de criterios”.
En el punto 2 se fija el destino del itinerario del hombre: la identificación con Jesucristo. Siguiendo la lectura de esta obra de espiritualidad, encontramos un punto muy a propósito de la actualidad educativa. Dice así: “¿Te aburres? Es que tienes los sentidos despiertos y el alma dormida”. Y es que nuestros jóvenes están envueltos por un torbellino digital que reclama la atención de sus sentidos, lo que les lleva a confundir el pensar con el sentir.
Actualmente se ha invertido el orden de las cosas. Hoy se funciona con esta pauta: sentir, saber, ser, y realmente debe ser al revés: ser, saber, sentir. Primero las cosas son, yo las conozco, y fruto de ese conocimiento, daré forma a mis sentimientos.
Otro punto importantísimo de este libro, es el que se refiere a la piedad. La piedad supone tratar a los demás como querríamos ser tratados. Para ello es necesario tener el alma despierta. Cuando el alma está despierta, la persona mira de un modo diferente: lo que para unos puede ser una llamada a la piedad, para otros no sería más que un incordio que les complica la vida..