Una visita papal politizada
Miguel Massanet Bosch
Nos preguntamos ¿por qué las cosas que se producen en la comunidad catalana siempre tienen que llevar el marchamo específico del nacionalismo catalán?, como si les fuera imposible prescindir de esta idea fija del catalanismo ante cualquier acontecimiento o evento que tenga lugar dentro de los límites de la autonomía que, en estos momentos, todavía sigue presidida por el señor Montilla. Un acaecimiento de la trascendencia que entraña la visita de SS. el Papa Benedicto XVI a Barcelona, debiera tener un carácter meramente pastoral pues, el leif motive de este desplazamiento del pontífice, sumo sacerdote de la Iglesia Católica, tiene su explicación en la ceremonia de la bendición del templo de la Sagrada Familia de Gaudí por el Papa, rito que la convertirá en lugar de culto y recogimiento de los cristianos y, como no, en un espacio, amplio y luminoso, para que cualquier persona, fuere cuan fuere su culto o religión, pueda entrar a experimentar la paz espiritual que se desprende desde cualquiera de de los ángulos de tan magnífica edificación. Incluso entenderíamos que existiera un interés propagandístico para potenciar la imagen de Barcelona, como una ciudad mediterránea preparada para el turismo, acogedora para sus visitantes y conservadora de sus costumbres ancestrales, que la identifican como una de las metrópolis más atractivas de Europa; ¡pero no!, existe un empeño generalizado entre casi todos los partidos políticos de sacar provecho de la visita del Papa para su propia conveniencia, para ganar adeptos a sus respectivas causas y para convertir un suceso de carácter meramente espiritual, en un medio de sacar ganancia, no sólo en lo que pudieran ser legítimos beneficios de los comerciantes, que pudieran aumentar sus ventas con motivo de la visita del Papa, sino también, y a esto me refiero como algo penoso, espurio y rechazable; una excusa para obtener rentabilidad política y electoral, que pueda beneficiar a las respectivas formaciones, que se enfrentan entre sí para hacerse con los escaños en liza, con motivo de los eminentes comicios autonómicos.
Evidentemente que Catalunya no es, ni ha sido, a través de su historia, la parte de la nación española (si es que todavía la podemos denominar así) que se haya caracterizado por su religiosidad ni por ser el lugar donde más gente acude a las ceremonias religiosas; siendo pionera en desacralizar fiestas de tanto significado cristiano como puedan ser las Navidades y la Semana Santa que, con el paso del tiempo, se han ido convirtiendo en meros referentes de las puntas del gasto de los ciudadanos en viajes, regalos, comida y pasteles; olvidándose del conexo religioso que constituye la razón de ser de ambos acontecimientos. En cualquier caso, aún admitiendo la secularización del país y la gran falta de fe de los ciudadanos, impuestos de un cierto agnosticismo materialista de tipo epicúreo, no debieran, por respeto a la parte de la población que se siente católica y que espera, con devoción, la visita del Sumo Pontífice; el pretender convertir esta estancia de Benedicto XVI en Barcelona en una ocasión de demostrar sus particulares ideas sobre la religión, sus propósitos independentistas o de utilizarla como un medio de darle un impulso al idioma catalán lo que, sin duda, pretende aprovecharse de la buena fe de Su Santidad y, mucho nos tememos, que esta trampa saducea se deba a intrigas clericales con las que se ha pretendido que el Papa utilice el catalán en la misa que se celebrará en la Sagrada Familia, para que se interprete como un espaldarazo de la Santa Sede a una iglesia catalana y a las pretensiones independentistas.
No es de recibo que el señor Más se salga con una frase, tan poco afortunada, como es la de decir al Papa que: “Tiene que ser consciente de que viaja a una nación” con lo que ha dado por sentado que el desplazamiento del Pontífice no es a dos autonomías del Estado español, la Gallega y la Catalana, sino que, al menos en el caso de Catalunya, se pretende que el Papa lo considere como si visitase un estado independiente del resto de España. No debe de extrañarnos que, el cardenal Sistach, haya querido desentenderse del correctivo que han recibido por parte del jefe de prensa de la Conferencia Episcopal Española, don Isidro Catela, hombre de confianza del cardenal Rouco Varela, que ha reaccionado ante el famoso manifiesto, de la “iglesia catalana”, dando la bienvenida al Papa ( un documento cargado de los viejos tópicos nacionalistas, al estilo del más rancio catalanismo obscurantista), firmado por 36 personalidades civiles y eclesiásticas ( al conocido estilo de los famosos curas vascos, siempre dispuestos a amparar a los etarras y tan poco proclives a condenar sus crímenes contra inocentes), entre los cuales no podían faltar los abades de los monasterios de Montserrat y Poblet, lugares señeros del más puro y duro nacionalismo excluyente; al que ha replicado, de forma expedita y contundente: “No sé lo que es la Iglesia catalana, Iglesia sólo hay una, no importa en qué lengua hablará el Papa en Barcelona, este es un asunto secundario”.
Mención aparte merecen algunos de las horteradas preparadas por los colectivos de gays y lesbianas, que se sienten resentidos con la Santa Sede por su negativa a reconocer los matrimonios entre homosexuales y toda la parafernalia montada por este colectivo para introducirse en todos los medios de comunicación, con la intención de dar una explicación sesgada de lo que pretenden que se considere como algo natural entre la especie humana. Parece ser que, la intención de este colectivo es montar un espectáculo, a lo largo del trayecto que recorrerá el Pontífice, situándose en la primera fila, desde donde se proponen hacer demostraciones de su condición, besándose y vayan ustedes a saber qué otras obscenidades, con el fin de empañar la visita de SS. No deja de tener su impronta reivindicativa y su evidente intención de afrenta al resto de España, la llamada de los partidos nacionalistas y comunistas a que se pongan “señeras” (banderas catalanas de las cuatro barras) en lugar de las banderas españolas que suelen desplegarse, en toda España, para celebrar los acontecimientos importantes. Y para acabar de completar este panorama poco edificante ante la visita del Papa a nuestra ciudad; algunos grupos de los partidos extremistas y progresistas, piensan organizar sus propio show con pancartas, en las que se muestre el rechazo a la presencia del Papa en Barcelona y a la recibida que se le ha preparado. No quisiéramos que, como en tantas otras ocasiones, los Mossos de Escuadra, la policía catalana, se dejen influenciar por el señor Saura, un sujeto amigo de los okupas y los antisistema, que, paradójicamente, ocupa la jefatura de la consellería de Interior, y permitan que los alborotadores se salgan con la suya en su empeño de boicotear los actos del Papa Benedicto XVI.
No puedo menos que hablar de esta iglesia catalana, plagada de meapilas, convencidos de que, si se llega a la independencia van a tener vara alta dentro del establishment que se haría cargo del gobierno de la “nueva nación”, si es que la secesión pudiera producirse. Una persona inteligente, como es el señor Sistach, debiera tener el suficiente sentido común y conocimiento de la realidad catalana, si es que no atendiera a las enseñanzas de lo que fueron los preámbulos de la Guerra Civil el Cataluña, para saber que quienes tomarían las riendas del poder no sería la minoría de derechas, que aspira a gobernar y que, ahora, cuando se aspira a la independencia, se la considera imprescindible para alcanzarla; pero que, una vez conseguida, ya dejaría de ser útil y quedaría relegada a un segundo plano por esta izquierda catalana, que intriga por conseguir el poder tan pronto como se independizara. Y es que, en ocasiones, los más inteligentes resultan ser los más incautos. La Biblia no enseña que: “El que lanza una piedra contra lo alto, la recibirá sobre su cabeza”. ¡Cuidado, pues!