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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Uniones dink, caricatura del matrimonio

Raúl Espinoza Aguilera. No hace mucho tiempo saludé a un viejo conocido. Actualmente tiene alrededor de 40 años y es asesor financiero. Como tenía algunos años de no verlo, le pregunté si se había casado y me contestó:

-Casado, en estricto sentido, no. Vivo en un departamento con una compañera de trabajo de 34 años. Y formamos una pareja “dink”.
 
-¿En qué consiste eso? –le pregunté. -Muy sencillo –me respondió. En inglés se dice: “Double Income, No Kids” (DINK: dos ingresos, sin tener hijos). De este modo nadie se compromete a nada. Estamos “a prueba”. Si nuestra relación funciona, quizá con el tiempo podríamos llegar a casarnos. Si no, nos diremos adiós y asunto concluido.
 
La razón es porque no queremos tener ”crisis” en nuestra unión y sobre el tema de tener hijos, ¡ni pensarlo, son una complicación! Además, como los dos ganamos buen dinero nos divertimos mucho: viajamos con frecuencia, hemos comprado varios coches, una moto… ¡Ah, y un par de cachorros preciosos!
 
La verdad de las cosas es que me dejó impactado esa inesperada respuesta ya que de universitario, este conocido mío tenía ideas claras sobre el noviazgo y que el matrimonio era para toda la vida y en orden a la procreación de los hijos para fundar una familia seria y estable.
 
Así que aproveché para recordarle algunos de esos conceptos y lo invité a unos cursos de formación humana y espiritual en los que -entre otros temas- se repasarían estas ideas medulares. Él aceptó de buena gana. Pero me impresionó cómo en unos cuantos años este amigo había perdido el rumbo y la correcta elección en sus valores.
 
Por asociación de ideas me vino el recuerdo de mi abuelita Rosa que se casó muy joven con mi abuelo. Tuvieron 11 hijos. Y cada hijo o hija, a su vez, engendraron un promedio de cinco descendientes. Mis abuelos se quisieron mucho durante toda su vida. Lógicamente y como es natural, tuvieron algunas fricciones, pero jamás hubo una “crisis matrimonial”.
 
¿Por qué? Porque, desde el principio, sabían que se casaban para toda la vida y juraron ante Dios ser fieles hasta la muerte. La mayor ilusión de ambos era tener una familia numerosa. Mi abuelo era agricultor, hombre de negocios y ganadero sonorense. Mi abuela Rosa estaba enfrascada en las tareas del hogar. Para sacar adelante a los 11 hijos, él tenía que trabajar intensamente desde temprana hora hasta ya tarde, y ella, aprovechar lo mejor posible su jornada para atender a  la numerosa prole.
 
En ese hogar reinaba la alegría, el buen humor, el mutuo afecto. Estrecheces económicas, sí las hubo, pero siempre fueron llevadas con naturalidad y optimismo. Esto lo digo porque erróneamente se ha divulgado  en ciertos ambientes la visión de que el tener una familia numerosa es poco menos que caer en el caos, la angustia y la anarquía.
 
Nosotros fuimos siete hermanos y nunca tuvimos esa situación y, por supuesto, pasamos temporadas duras, económicamente hablando. Cierto día  mi padre, que era agricultor y notario, me confesaba: “Los años que recuerdo con más cariño, son aquellos en que tenía que esforzarme por completar el semanario a tu mamá para los gastos de la casa. La pobreza tiene la rica enseñanza de que aprendes que la felicidad no se encuentra en los bienes materiales sino en la unidad y el afecto familiar, ése es su tesoro espiritual”.
 
En casa de mi abuela Rosita, recuerdo que había un rincón con diminutas sillas y otros juguetes y ella me decía sonriente: “En este lugar han jugado mis hijos; luego vinieron ustedes, mis nietos. Estoy muy contenta porque en la pasada Navidad vinieron a la casa, desde Mérida, mis primeros bisnietos”. Y, años después, con casi 95 años me comentaba: “¡No sabes qué ilusión me hace que venga aquí a jugar también mi primer tataranieto!”.
 
¿Cuál es la reflexión que nos podemos hacer con estas consideraciones y recuerdos, amigo lector? Que cuando en un matrimonio existe un claro sentido de la vida, de fundar una familia, de traer hijos al mundo y educarlos con cariño y de poner en los descendientes todo el empeño y los nobles afanes, lo más seguro es que esos esposos serán fieles y que nunca aparecerán las llamadas “crisis matrimoniales” y, si surgen dificultades y roces, el amor y el perdón siempre acabarán ganando.
Mis primas y primos, como corresponde a la mayoría de los matrimonios de nuestro siglo XXI, combinan el ejercicio de su actividad profesional con sus responsabilidades familiares. Sin duda, requiere un mayor esfuerzo para cumplir bien con ambos deberes. Pero han salido adelante, gracias a ese amor mutuo y por sus hijos. Como decía el literato francés, Antoine de Saint-Exupery: “Amar es mirar juntos en la misma dirección”.
 
¿Por qué fracasan las uniones “dink”? Porque son una burda caricatura del matrimonio. No tienen un profundo sentido ni para vivir la fidelidad ni menos para tener hijos. En esas relaciones todo es provisional. Luego entonces se pierde fácilmente el “para qué” y las rupturas son casi inevitables porque impera la esclavitud del egoísmo.
 
¿Qué actualmente muchos matrimonios han terminado en la  separación? Sin lugar a dudas. Pero por fortuna existen una inmensa mayoría de esposos, que no son “noticia”, como se suele decir, que día a día son fieles y no desean otra cosa que la felicidad y alegría de los miembros de su familia. Esto es lo que no hay que perder de vista y precisamente son los valores que hemos de tratar de conservar y promover en nuestro entorno familiar y social.