Uno de los personajes eclesiásticos más importantes del siglo XX
Javier Paredes. El protagonista del día es el cardenal József Mindszenty, que nació el 29 de marzo de 1892 en Csehimindszent, en Vas, Hungría. El cardenal Mindszenty es uno de los personajes eclesiásticos más importantes del siglo XX y fue una figura señera durante la dominación comunista de media Europa, que dio lugar a lo que se conoce como la Iglesia del silencio.
Pío XII le nombró obispo de Veszprém, etapa en la que además de manifestarse públicamente contra el nazismo, construyó numerosas escuelas y parroquias. Durante la Segunda Guerra Mundial fue el refugio de muchos pobres y coordinó el abastecimiento de alimentos en los campos de refugiados, convirtiéndose desde entonces en una figura de referencia en toda Hungría. Los comunistas le apresaron en 1948 y le torturaron durante los años que estuvo en prisión. Durante la revolución húngara de 1956, consiguió refugiarse en la embajada de Estados Unidos de Budapest; y allí permaneció hasta el año 1971, en que gracias a negociaciones diplomáticas pudo salir de su país, y fue obligado por el Vaticano y contra su voluntad a residir en Austria. Falleció el 6 de mayo de 1975.
En 1974 la editorial Luis de Caralt publicó sus memorias en España. Y recientemente la editorial Palabra ha tenido el acierto de reeditarlas. Desde hace más de treinta años conservo un recuerdo imborrable de la lectura de dichas memorias, y además guardo las notas que tomé entonces en unas fichas de papel. Reproduzco algunas de ellas y las cito por la edición de Luis de Caralt:
“Elecciones de 1945: El partido de los Pequeños Propietarios salió vencedor de las elecciones con un 57,7 % de los votos […] El partido comunista sacó el 17 %, pero de éstos una buena parte los consiguió mediante la corrupción, el engaño y el terror. El partido de los Pequeños Propietarios tuvo que formar gobierno de coalición con los comunistas. Rusia sólo reconocería el gobierno si se repartían las carteras al 50 % con las izquierdas. Además exigieron para el partido comunista el ministerio del Interior”. (pág. 67)
“A finales de abril de 1946, el ministro del Interior, Rajk, ordenó 46 registros domiciliarios en las escuelas de enseñanza media. La policía apareció durante las horas de clase ojeó los libros y los cuadernos de los escolares y hurgó en sus carteras. Luego procedió a la detención de una docena de alumnos, a los que coaccionó mediante amenazas de prolongar su reclusión, para que firmaran declaraciones en las que se acusaba de hostilidad al Estado a sus catequistas y maestros religiosos. Durante aquellos registros, escondió también fusiles y cartuchos y los “descubrió” en presencia de los directores de las escuelas […] Las escuelas religiosas fueron calificadas de “semillero de la reacción” (pág. 82)
“En la calle Andrassy nº 60 se golpeaba a los acusados con varas de acero en los riñones y las partes sexuales, se les clavaban alfileres bajo las uñas, les quemaban los párpados con cigarrillos, suministrándoles después drogas y estimulantes, que les convertían en despojos nerviosos, incapaces de conciliar el sueño; y se les presentaba luego una confesión para que la firmaran.
Los soviéticos habían sido los introductores del sistema, y nuestros ayudantes húngaros de verdugos habían aprendido el diabólico sistema. Pero era indudable que desde un segundo término, eran los rusos quienes dirigían la operación”. (págs. 172-173.
“El comandante volvió al interior de la celda. Sacó una porra de goma, me arrojó al suelo y comenzó a golpearme, primero en la planta de los pies y luego en todo el cuerpo. En el pasillo y en la instancia inmediata, unas risotadas acompañaban los golpes. El comandante jadeaba, pero no cesaba en sus golpes. Luego perdí el conocimiento y sólo lo recuperé cunado me rociaron con agua. Esta operación fue numerosas veces repetida”. (pág. 177)
“La cifra de muertos de aquellos días [23 de octubre de 1956] se elevaba a 8.000 y la de heridos a 20.000. Caravanas de deportados se dirigían hacia Siberia. Muchos de ellos eran muchachos y muchachas de entre los diez y los dieciocho años, que lanzaban notas manuscritas desde los trenes”. (pág. 320)
“Cuando miraba a la calle desde la embajada de los Estados Unidos, no veía más que unos pocos cochecitos para niños. Mucho menos un segundo o tercer hijo junto al cochecito. Habían pervertido a Budapest”. (pág. 327)
“Cuando dos años y medio después monseñor Agostino Casaroli emprendió por parte del Vaticano negociaciones con el régimen de Kadar, había éste reducido al silencio a la verdadera iglesia húngara, tanto por medio de sus sacerdotes pro paz, como por la labor del organismo de Asuntos Eclesiásticos. No puede por ello decirse que el diplomático del Vaticano escuchara las palabras de catolicismo húngaro y por ello ocurrió, a mi juicio, que la diplomacia del Vaticano se entregó sin un básico conocimiento de la situación a unas negociaciones, que reportaron solamente ventajas para los comunistas y graves perjuicios para el catolicismo húngaro”. (pág. 334)