Redacción. El miércoles de ceniza Benedicto XVI celebró su última misa pública como Papa en la Basílica de San Pedro envuelto por los cálidos aplausos y una estruendosa ovación de las miles de personas que se encontraban allí reunidas en un momento cargado de emotividad antes de la renuncia anunciada de Su Santidad del próximo 28 de febrero.
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El Papa agradeció con humildad esta muestra de afecto de los fieles con aspecto visiblemente emocionado, como también lo estaban la mayoría de los asistentes congregados. Algunos obispos se quitaron sus mitras en señal de respeto.
El Pontífice ha transmitido su deseo de no dañar a la Iglesia Católica con la decisión de renunciar a su cargo, mientras ha solicitado a los fieles que recen por él, por la Iglesia y por el futuro papa. Además, ha recordado que "la Iglesia pertenece a Cristo, que nunca dejará de guiarla y de cuidarla" palabras que trataban de tranquilizar los ánimos de quienes sienten confusión ante su renuncia.
El sucesor de Benedicto XVI será elegido en un cónclave secreto que se celebrará entre el 15 y el 20 de marzo, según ha anunciado el Vaticano.
Cerca de 115 cardenales de todo el mundo tendrán la difícil tarea de designar al próximo Papa, quien deberá hacer frente a los múltiples problemas que existen en muchas partes del mundo en que los católicos son perseguidos e incluso condenados.
Todavía se desconocen algunos de los aspectos que conlleva la renuncia papal sobre cuestiones como cuál será su título desde ese momento y cuál será el color de su hábito, si el blanco del papa, o bien el rojo de cardenal o incluso el negro ordinario de sacerdote. Lo que si se sabe, en cambio, es que el anillo papal que se usa para sellar documentos oficiales, será destruido como si Benedicto XVI hubiera muerto.
La decisión del Papa, según sus propias palabras, ha sido tomada en libertad y como fruto de una profunda reflexión y examen de conciencia ante Dios, consciente también de la “gravedad" de la decisión. Benedicto XVI a sus 85 años no ha encontrado fuerzas para seguir guiando una Iglesia con 1.200 millones de fieles y muchos problemas que requieren energía y decisión, tanto dentro del Vaticano como fuera.