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Diario YA


 

Él lo labró, a los otros les toca sembrar

Victor Manuel y su loa a Franco

José María García de Tuñón Aza. Hay un país  que la guerra marcó sin piedad, / Ese país de cenizas logró resurgir, / Años costó su tributo a la guerra pagar, / Hoy consiguió  que se admire y respete su paz. / No, no conocí  el azote de aquella invasión, / Vivo feliz en la tierra que aquél levantó, / Gracias le doy al gran hombre que supo alejar esa invasión que la senda venía a cambiar. / Otros vendrán que el camino no habrán de labrar, / Él lo labró, a los otros les toca sembrar. /. Otros vendrán  que el camino más limpio hallarán, / Deben seguir  por la senda que aquél nos marcó, / No han de ocultar  hacia el hombre que trajo esta paz su admiración, / Y por favor, pido siga esta paz.

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Pese a que no lo cite, las anteriores líneas no son de un hagiógrafo rendido a Franco, es decir, de un franquista o de un fascista, que tanto gusta etiquetar a toda la rojería;  aunque sorprenda a más de uno, esta hortera y babosa loa al general Franco, que alguno al oírla sintió vergüenza ajena, es obra del cantante Víctor Manuel, el mismo  que dijera después de la retirada de la última estatua del caudillo en Madrid ―historia de España, según manifestó Felipe González―, dijo que no quería perderse «una noche irrepetible». El mismo también que  acaba de declarar en la prensa asturiana, antes de su actuación en la Laboral de Gijón, que cuando actuó en 1985 en ese mismo lugar, se encontró «con el mural de José Antonio Girón dando la mano a los obreros, ahora ya está tapado, aunque le dije a Areces que lo dejara para dar una clase práctica a los chavales para explicarles qué era lo del yugo y las flechas». Bien, antes de nada explicar que el tal Areces ha sido otro chaquetero como Víctor Manuel, pues del PCE que era, se pasó al sol que más calentaba, es decir, al PSOE con quien llegó a ser alcalde de Gijón, presidente del Principado de Asturias y ahora senador, faltándole muy poco para cumplir 30 años viviendo de la política y sin bajarse del coche oficial.

Cuando Víctor Manuel soltó esa majadería seguro que estaba pensando que mejor sería la hoz y el martillo, incluso en quemar la Laboral como en el 34 hicieron con la Universidad de Oviedo, cuando no había en la misma ningún  yugo ni flechas que como todo persona culta sabe, menos Víctor Manuel que es un inculto,  vienen desde del siglo XV porque así lo quisieron nuestros reyes Isabel y Fernando que sellaron su amor conyugal con estos símbolos. Pero es que además, de manera intencionada y con el poco estilo que le caracteriza, olvidó que  la seguridad social no fue un invento divino, ni de Adolfo Suárez, ni de Felipe González, ni de José María Aznar, ni tan siquiera del peor gobernante que tuvo España, el nefasto José Luis Rodríguez Zapatero, sino que fue creación del falangista José Antonio Girón, a quien Víctor Manuel, ha querido borrar de la historia de España y que en compañía de otros falangistas y grupos de la CNT «que me respondieron maravillosamente», dice el mismo Girón, consiguió poner en marcha el Seguro Obligatorio de Enfermedad, la creación de los huertos familiares para dotar a algunas familias de pequeñas porciones de tierra de las que pudieran tener un suplemento para su sustento, la creación de los seguros sociales de vejez, de paro, de viudedad, de orfandad, las vacaciones remuneradas, las pagas extraordinarias, etc. etc. También fue idea de Girón las universidades laborales que pretendían ser una mezcla de escuelas de preparación profesional y de universidad para los trabajadores y que a punto estuvieron, al menos la de Gijón, de ser víctimas del abandono, de la abulia, como así nos lo cuenta el escritor Javier Narbaiza en el libro, «El día en que volvimos a la universidad laboral»:

«En uno de mis veraneos en Gijón, haciendo footing en solitario por aquel impresionante edificio que es la Universidad Laboral, constatando el deterioro y la dejación de tan notables arquitecturas, decidí contribuir a evitar que cayese en el olvido lo que supusieron las universidades laborales. Por las mismas pasamos cerca de trescientos mil alumnos, la mayoría de los cuales se forjaron allí humana y profesionalmente. Hoy, cuando comparamos, desde la edad y ante el actual y penoso cuadro de las perspectivas escolares para los jóvenes, muchos valoramos forzosamente el resultado de aquellos Centros»

Por su parte el periodista Martín Prieto escribía en un extra del diario El Mundo el 12 de junio de 2005::
«Las Universidades Laborales fueron una experiencia provechosa del populismo franquista, y en concreto, del falangista José Antonio Girón, ministro de Trabajo a los 29 años. Se trataba de desclasar a los más pobres facilitando a sus hijos una formación técnica de grado medio: maestrías industriales y peritajes. Aunque había unos pocos alumnos externos de cada localidad, el internado era total, y la beca también. La universidad te vestía hasta de calzoncillos y zapatos, te alimentaban, te proporcionaban los libros y el material de trabajo, te cortaban el pelo y te atendían médicamente. Además se le daba una pequeña asignación mensual a los padres por el lucro cesante de un chico que podía estar trabajando de botones o en el campo»

Por lo visto, de todo esto no se ha enterado este inepto quien además, como muy bien recordaba  mi buen amigo José María A. Cuartas, en un artículo que escribió en el 2005, quemó en Méjico, en el escenario donde actuaba, la bandera de España.  Igual que han hecho varias veces los etarras y separatistas catalanes.
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Y para terminar, una pregunta: ¿Qué diría ahora José Antonio Primo de Rivera cuando el socialismo se ha convertido en el mejor aliado del sistema liberal capitalista?