Vida y muerte de Marina Abramovic
Luis de Haro Serrano
Tras la polémica presentación del espectáculo “Choeurs”, del belga Alain Platel, tan debatido como discutido y despues el delicioso paréntesis operístico de “I Dúe Fígaro”, el Real, de la mano de Gerad Mortier, continua su programación habitual con otra discutida oferta ideológica que cuenta con todos los ingredientes de la ópera, a pesar de las controvertidas opiniones que en este aspecto se han querido hacer, “The life and Death of Marina Abramovic”. Una nueva llamada a la reflexión sobre la propia existencia, el dolor, la nostalgia y el recuerdo. Nuevo espectáculo que, por muchas y variadas razones, dará mucho que hablar. Drama musical creado por Robert Wilson, del que también es director y escenógrafo, estrenado el 9 de julio de 2011 en el Festival de Manchester. La producción es del Real y el Manchester International Festival, con Theater Basel, Art Bassel, Holland Festival, Salford City Council y deSingel de Amberes Una pieza dramática, innovadora y sugerente, según comenta Francisco Calvo Serraller, en la que Wilson ha trabajado sobre la base del material que la misma Marina le ha proporcionado para que pueda elaborar una historia biográfica personal, de la que, premeditadamente, prefiere no opinar. Hace bien. Desea que sean otros los que lo hagan, especialmente el público. Es, más que nada, un ejemplo estético característico del estilo Wilson, al que se une el trabajo de un selecto grupo de profesionales; la propia Marina Abramovic y el Svetlana Spajic Group, que da forma a un canto polifónico conservado por los serbios de Kordun y Banija, demasiado lento y repetitivo
Marina comenzó su carrera como artista de la performance art en los años setenta. Hoy es considerada como la abuela de este arte. En su trabajo desea siempre explorar la relación que se crea entre el artista y su audiencia, los límites del cuerpo y las posibilidades de la mente. Entre sus trabajos más recordados se encuentran “Ritmo 10” de 1973 en el que exploró los elementos de determinadas situaciones y gestos para unir el pasado y el presente, buscando el estado de conciencia del artista. En “Ritmo 10”, de 1974 desarrolló la performance más exigente y la que, por su desarrollo y espectacularidad, es más conocida.
Resultaron bastante interesantes los trabajos tan diversos que realizó con otro artista de la performance, Ullay –con el que durante casi quince años mantuvo, además, una relación sentimental estable- En 1976 idearon el espectáculo “Dealth self” (la muerte súbita) los dos unían sus labios fuertemente para recibir respectivamente el aire que el otro despedía. Después de 17 minutos de respirar por este procedimiento, cayeron ambos extenuados al suelo e inconscientes. Sus pulmones se habían llenado de dióxido de carbono. Con esta experiencia querían explorar la idea de la habilidad de las personas para absorber la vida del otro, cambiarla o destruirla. La favorita de sus experiencias es la conocida como la de la muralla china. En 1988, Ullay y Marina decidieron realizar un viaje espiritual con el que -como pensaban que necesitaban un final- darían fin a su relación, que hasta a ese momento había transcurrido llena de misticismo, sinergia y atracción. Empezaron a caminar por los extremos opuestos de la muralla, cada uno en dirección contraria hasta encontrarse tras 2000 kms. de marcha
En todas sus realizaciones de performance trabajaron siempre sometiendo su cuerpo a experiencias extremas. Sobre el sexo, a sus 60 años, Marina confiesa que lo único que le interesa de él es su aspecto espiritual. Considera que entre los jóvenes artistas existe hoy un gran interés por la performance. Basa su idea en la experiencia recogida del curso que con el titulo “Clearing litle house” impartió en Santiago de Compostela el año 2003.
El equipo artístico
Este drama musical romántico, como se sugiere en el programa de mano, debe encuadrarse dentro del concepto de “obra de arte del futuro”. Su posible mérito hay que atribuírselo al creador teatral Bob Wilson, que ha conjugado y modelado con precisión las sinergias creativas de los artistas que en ella intervienen: la sugerente voz del cantante Anthony, las melodías del compositor William Basinski, la dulzura de las voces del Svetlana Spajic Group , el difícil y variado trabajo del actor Willem Dafoe. Además de realizar una narración muy bien escenifica y declamada, hasta se ha atrevido a adentrarse en el mundo de la canción para hacer su pequeño pinito, así como la labor de Ann-Cristin Rommen como codirectora de escena, Tomasz Jeziorski y Nick Sagar, directores del vídeo y sonido, al que se une el excelente trabajo de A.J. Weissbard como iluminador y, como no, el de Marina Abramovic, siempre elegante, delicada y superexpresiva. Más deficiente ha sido el trabajo de Svelatna Spajic como libretista, ha preparado un texto bastante mediocre por los innecesarios saltos de contenido y el excesivo narcisismo marinista. Al trabajo de todo este grupo Wilson ha sumado su tradicional imaginación para utilizar los grandes recursos técnicos y artísticos del teatro, con la salvedad, grave, de que la excesiva lentitud de movimientos escénicos de la 1ª parte hizo que le sobraran 30 minutos. En esta línea se dsarrolló la 2ª,que resultó bastante más llevadera, asumible y tranquilizante para todos. Tuvo la medida justa porque el tema no daba para más, gracias a ello, el público la pudo recibir con un entusiasmo moderado.No cabe duda que a la hora de presentar cualquier actividad artística, conviene tener muy en cuenta que lo más importante es la forma en que se concibe y se desarrolla el trabajo, que tiene que servir para estimular adecuadamente la imaginación y hacer disfrutar plenamente y sin reserva alguna al espectador.
Los aficionados que estén interesados en profundizar o conocer con más detalle los trabajos de esta abuela del performance art, tienen la oportunidad de hacerlo visitando la exposición que sobre su obra se exhibe hasta el próximo 2 de junio en la Galería de arte “La Fábrica” de Madrid.