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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

LA OTRA CRISIS

Vista despierta y voluntad adormecida

Jesús Asensi Vendrell

Dice que no puede dejarla, que  la conoció durante una noche de fiesta tomando unas copas sin más, que ella no sigue con él por dinero y que por eso no se le pasa por la cabeza cobrarle cada vez que se ven de una forma íntima del todo.

Y es que la cena navideña de empresa se alargó en demasía y acabaron en un club de alterne con la sola pretensión, eso dice el iluso, de brindar con cava por el año nuevo, pues en casa les esperaban sus fieles esposas y sus queridos hijos. Y es por eso que no cayó en la tentación y se resistió con heroicidad a la pretensión primera de una de las prostitutas.

Pero, cosas de la vida, nuestro amigo se la encontró un día por la calle y así comenzó una historia de desamor que le tiene desconcertado. Porque, tras veinte años de matrimonio, tiene más que claro que su esposa es más guapa que su nueva amante. Sí, y también más educada, más virtuosa y, sobre todo, la madre de sus hijos.

Y por eso no entiende cómo es posible que se sienta atraído por esta prostituta y que tras siete meses de relación se sienta incapaz de dejarla. Eso sí, tampoco desea herir a su mujer y a sus hijos, que son lo que más quiere en este mundo, aunque ya empiezan a sospechar algo, pues nunca antes salía los domingos por la tarde bien perfumado, de punta en blanco y… solo.

Y no lo acaba de entender porque desconoce el refranero español y porque ha acallado su sentido común. Nuestro pobre infeliz ignora que “ojos que no ven, corazón que no siente”, que “el roce hace el cariño”, que la voluntad ha de ejercitarse en el día a día, que va a tirar su vida familiar por la borda por un enamoramiento que es pasajero y caduco, que el amor verdadero es entrega; con pasión o sin ella; y que, con palabras de San Pablo, su cuerpo es templo del Espíritu Santo y por lo tanto, solo digno de compartir el lecho con su legítima y con nadie más.