Viva la Familia
Redacción Madrid. 28 de diciembre.
Muchísimas familias se han reunido hoy en la plaza de Colón de Madrid para testimoniar la importancia de una institución querida por Dios. Jesús mismo quiso nacer en el seno de una familia y hoy celebramos la fiesta del hogar de Nazaret, que es la Sagrada Familia.
Jesús, María y José acuden al templo. No tenían por qué hacerlo, puesto que Jesús es Dios y la ley mosaica no podía obligarle. Pero aún así, Él quiso sujetarse a las normas. Lo había hecho con las civiles (empadronamiento) y lo hace con las religiosas (presentación del Niño para imponerle el nombre y purificación de la Virgen). Si Dios se sujeta a unas normas que tienen como fin unirnos a Él, ¿cómo podemos nosotros ignorar las enseñanzas de la Iglesia y sus mandatos, aunque sea en cosas muy pequeñas? El hombre lo relativiza todo, Dios nada. Hasta lo más pequeño y aparentemente insignificante lo llena de sentido, y le da una profundidad y plenitud que nunca antes existió. Es una norma para nosotros. No hay que despreciar las cosas, sino llenarlas de sentido. En Cristo todo puede ser llevado a su plenitud.
Pero aquellas leyes eran ambas justas. El empadronamiento podría juzgarse desde la oportunidad, pero en cualquier caso no suponía un atentado contra nadie. La ley religiosa orientaba a los judíos a referir toda su vida a Dios y por eso les era una ayuda que servía para comprender mejor el sentido de la vida de cada uno y de la familia en su conjunto. Hoy no siempre sucede lo mismo con las leyes civiles. En ocasiones desvirtúan el papel de las familias y oscurecen su significado. Los gobernantes no deberían olvidar que esta institución es anterior al Estado y que, por ello, deben protegerla. Muchos católicos reivindican hoy la vitalidad de esta institución y la necesidad de protegerla para que el hombre no se pierda.
Además, hoy es la fiesta de la Sagrada Familia que algunos autores han calificado como Trinidad terrena. En ellos, como en ningún otro, resplandece el amor de la Trinidad. Por ello, son también modelo para todas nuestras familias que están llamadas a ser en el mundo signo del amor de Dios. ¡Qué bonito pararse estos días ante el nacimiento que hemos hecho en casa y contemplar! Quizás podemos leer algún pasaje del evangelio en familia, o simplemente rezar o cantar villancicos. Y a partir de ahí introducirse en la escuela de Nazaret donde, en palabras de Pablo VI, podemos aprender las virtudes domésticas.
Jesús entro en la historia asumiendo todo lo humano, y por eso quiso nacer en el seno de una familia. ¡Qué gran lección para nuestro tiempo en que la familia es atacada, ninguneada y hasta ultrajada! No es casual. En el siglo XIX Marx, en una obra escrita junto con Engels, señalaba que la trinidad terrestre era imagen de la celestial y que por eso había que revolucionar a la familia para acabar con Dios. Eran otras palabras, pero ese era el contenido. Forma parte de lo que Karol Wojtyla, siendo cardenal de Cracovia, denominó el itinerario de la antipalabra que quiere negar a Dios a fuerza de destruir al hombre.
Hoy, por eso, dirigimos nuestra mirada esperanzada a la familia de Nazaret, a la que Jesús ha asociado a las múltiples familias que se han incorporado a la Iglesia para constituir una sola, que es la familia de los hijos de Dios. La miramos para aprender de ella, pero también para invocar su protección sobre el matrimonio, la educación de los niños, la defensa de la familia… Todo eso forma parte del plan de Dios, y en la actualidad corre peligro. La familia de Jesús también sufrió contradicciones, pero no dejó de ser un hogar en el que alumbraba y brillaba el amor de Dios. Que el Señor conceda ese mismo fulgor a las nuestras.