Alejandro Fernández Pombo. 24 de noviembre.
La Mirilla
"Un sitio no ocupado"
Cuando desaparece el diario donde se ha trabajado 34 años (desde que era un currinche que acababa de titularse) en los puestos más diversos, es natural que una honda pena se apodere del ánimo, porque esos treinta y tantos años, más de un tercio de la vida propia, han sido testigos y origen de muchos días felices, de bastantes experiencias, de no pocos apuros y de algunas aventuras. Cuando las circunstancias adversas y algunos errores de comisión o de omisión dieron al traste con esa cabecera, tatuada a la vez en el corazón y en el cerebro, había que aceptarlo como la pérdida de un ser querido, muy querido, con difícil consuelo.
Pero en el caso de quien esto escribe se da, además, otro dolor distinto, más difícil de sobrellevar, que sigue al cierre, y que va siendo de mayor trascendencia a medida que pasa el tiempo.
Los que hicieron y los que hicimos “Ya”, sucesor, aunque diferente, de “El Debate”, pensábamos que nuestro periódico cumplía una función social, siempre con el respeto que se tuvo a los colegas de diversas tendencias, pero intentando dar desde una postura de centro una cristiana interpretación de los hechos.
Es ocasión de recordar una anécdota que, convertida en categoría, fue norma en
El otro calificativo que, como decimos, queríamos dar a nuestro diario era el de centro.
La caída de UCD fue considerada por muchos como prueba de que no podía haber un partido de centro que prosperase, porque acabaría inclinándose a uno u otro lado. Es posible que sea así, pero también es innegable que la sociedad española en su mayoría era partidaria del centro, si no como filiación sí como actitud, y que los partidos que fueron ganando el poder lo hacían cuando se aproximaban al centro y se alejaban de los extremos. Esto hacía pensar que si “Ya” había dejado de publicarse, surgiría otro u otros rotativos con tendencia semejante y dentro del sentido cristiano, que si no como practicantes sí como creyente, está muy presente en España.
No lo hicieron así los periódicos que fueron saliendo tras el cierre de “Ya”; ninguno (aunque algunos estaban en manos de periodistas cristianos) buscó ese centro, con lo que muchos de los lectores diarios tenían que conformarse con comprar la prensa escrita más próxima a sus ideas, aunque en bastantes ocasiones la cercanía era muy lejana.
Es, pues, esta ausencia lo que hace más triste la perdida de un periódico y con ella una manera de pensar, sin que nadie ocupe ese lugar vacío en la información y la opinión. Ocupar ese hueco (con lo se suele justificar la salida de una publicación) es lo que quiere hacer esta cabecera que ahora se ha recuperado aunque de momento sólo sea en la prensa digital.