Y Dios no evita el mal
José Escandell. 7 de febrero.
Como estantigua es Dios, según los ateos contemporáneos, para el hombre que sufre en este mundo. Fantasma consolador, promesa imposible de felicidad. Y es cierto que en su soledad, en su angustia dolorida, el hombre se agarra a un clavo ardiendo. Cualquier consuelo, cualquier tregua, cualquier descanso, todo menos el ahogamiento en el dolor sin futuro.
El ateísmo hace palanca principalmente con dos series de razones, de las cuales la más fuerte es la que tiene su punto de apoyo en la realidad del mal en el mundo. Se dice: si Dios existe, es sumamente bueno; pero si existe el sumamente bueno, no puede haber mal; ahora bien, hay mal en el mundo, luego Dios no existe. La clave del argumento, como se puede ver, está en la incompatibilidad entre la realidad del mal y una suma bondad. Quien esgrime este argumento piensa que nadie que sea sumamente bueno puede quedarse al margen de la existencia del mal, sino que su bondad ha de empujarle a evitarlo. Y como el sumamente bueno es sumamente poderoso, si no remedia el mal, es que él mismo es malo. ¿Cómo va a ser bueno quien, viendo algo malo, no se enfrenta con él? Dios guarda silencio.
Como un fantasma es Dios, según los ateos contemporáneos. Un Dios cobarde o tímido, o egoístamente egocéntrico y ajeno e indiferente a los avatares del mundo. Un Dios que merece desprecio, si no odio o resentimiento.
Dios guarda silencio ante el mal en el mundo. Hay sufrimientos de inocentes, hay desgracias insoportables, y Dios no dice nada. Ante este hecho patente, cuesta gran esfuerzo pensar de otra manera o reflexionar sobre otras posibilidades. Cuesta mirar a Dios de otra manera, cuando es tan sencillo verle como responsable supremo. Ya hay un chivo expiatorio y la lógica de la conclusión parece implacable.
¿Y si Dios no fuera así, tal como se lo piensa en el argumento ateo apoyado en el mal? ¿Y si ese Dios que no evita el mal no fuera más que la ensoñación, como la contraestantigua, del Dios consolador desvelado por el ateísmo, y tan falso como éste? Porque, ¿quién es el hombre para decirle a Dios lo que Él debe hacer? ¿Quién conoce la lógica de Dios?