Yolanda contra Díaz y Pedro contra Sánchez
Luis Losada Pescador
La verdadera batalla no es la de Yolanda Díaz contra Nadia Calviño. Ni siquiera la de Ayuso contra Casado. La verdadera batalla es la de Yolanda contra Díaz y la de Pedro contra Sánchez. Ese sí que es un cara a cara a portagayola. Veamos. Sánchez pactó con Iglesias derogar la reforma laboral. Pero Iglesias se fue y Bruselas aprieta, así que ‘su sanchidad’ flaquea. Es entonces cuando Yolanda, eternamente Yolanda, decide abanderarse en la reforma laboral. Derogación sí o sí. Busca de esta manera fraguar afectos de cara a ‘La Otra izquierda’, la nueva Podemos reunificada con las ‘mujercitas’ Mónica Oltra, Mónica García, Ada Colau y lo que queda de los morados.
Objetivo cumplido. Parece haber logrado su gran misión de reunificar a la extrema izquierda. Pero la derogación es otra cosa. La CEOE se levanta de la mesa. Bruselas advierte que es una línea roja y Yolanda termina aceptando que derogar, lo que se dice derogar, “técnicamente” no es posible. Se armó el Belén. Toda la extrema izquierda se encendió al grito de traidora. Así que a las pocas horas vuelve a comparecer para anunciar una reforma “de calado”. Ni para ti ni para mi.
Ahora queda por ver si te fías de Yolanda de noche o de Díaz de mañana. Si la base electoral de extrema izquierda confía en sus subidas de tono contra el gobierno de coalición y le perdona sus modos de marquesa en el vestir.
Tampoco Sánchez ha sido un ejemplo de coherencia. Pasó de comprometerse a derogar a anunciar una reforma a volverse a comprometer con derogar “siguiendo las directrices de Bruselas”. O sea, de nuevo, los círculos cuadrados. Lo llamamos derogar, pero lo que hacemos es reformar. El combate entre el nominalismo y el realismo, el marketing frente a la realidad. Lo importante es la foto, que diría Zapatero.
El problema es que Pedro no puede estar en confrontación con Sánchez eternamente. Que soplar y sorber no puede ser, que no se puede estar en misa y repicando y que tampoco se puede nadar y guardar la ropa. El refranero es muy sabio. Y algunos son demasiado torpes. Y lo peor: pretenden convencernos de que su torpeza es habilidad política. No cuela.
Más bien este continuo ‘auto cara a cara’ despierta una inseguridad nada sana. Si el gobierno no sabe lo que quiere, no se atreve a gobernar o pretende infantilizar a sus ciudadanos, mejor no invertir. Si además, en vez de cuentas sueña con unos cuentos de recaudación imposibles que se traducirán en más deuda e impuestos, la atracción de capital inversor es imposible.
Como diría Guerra, lo que no puede ser, no puede ser y además, es imposible...
El anzuelo del pescador
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