Zeroleando
Un año más, hemos asistido a un nuevo episodio del proceso de ingeniería social que ya podemos bautizar como la revolución del siglo XXI. En torno al 1800 aconteció la revolución burguesa. El siglo XX alumbró la proletaria. Parece que en torno al 2000 cambia la lucha de clases por la de sexos, mezclando la revolución homosexual con el feminismo radical.
En estos días, el lobby gay ha pretendido un nuevo ejercicio de poderío en los días de celebración de su "orgullo". Así, el Instituto de Política Familiar de Baleares (Ipfb) ha tenido que denunciar ante la Oficina de Derechos del Menor la "utilización y manipulación" de menores de 6 y 14 años para la lectura del manifiesto del día del Orgullo Gay al considerar que esta acción se trata de un "adoctrinamiento" hacia una tendencia sexual "que no forzosamente debe ser compartida, aunque sí respetada".
El Instituto remarca que son los padres los primeros responsables de la educación de sus hijos por lo que puso en "tela de juicio" la "absoluta ignorancia de la capacidad pedagógica" de los monitores de las actividades.
Por otra parte, señala que las opciones sexuales defendidas en el Día del Orgullo Gay son "respetables" aunque no deben ser "objeto de inducción subliminal" en los menores.
Queremos aprovechar esta lamentable circunstancia para repasar algunas de las falacias más frecuentemente empleadas para vulnerar la única ley que debiera permanecer inmutable: la ley natural.
Considerar la homosexualidad una variante de la conducta sexual revela desconocer el modelo de conducta sexual normal y la definición concordada de trastorno mental, poniendo de paso en entredicho todo el grupo de desviaciones sexuales (parafilias): pedofilia, exhibicionismo, zoofilia, etc.
El argumento de que la homosexualidad es una conducta normal porque no figura en la clasificación de enfermedades de la Asociación Psiquiátrica Americana, una asociación mitad científica y mitad política, es desconocer que fue suprimida, cosa insólita, a través de una votación , por presión del lobby gay sin que prevaleciesen razones científicas de peso.
Negar que la homosexualidad es susceptible de tratamiento, porque no sería una enfermedad, conculca el derecho de los pacientes a elegir (en este caso sí es una opción) modificar su orientación sexual si tienen la oportunidad de hacerlo.
Afirmar que se violan los derechos humanos de los homosexuales, y tildar de homófobos, término inventado con propósitos políticos y que se emplea supuestamente para descalificar a quienes se sorprenden frente a una conducta tan antinatural como la homosexual, cuando lo que se hace realmente es darle un tratamiento diferenciado a lo desigual, por la naturaleza misma de la homosexualidad, sí que supone una auténtica discriminación.
Si hay algo claro en este nebuloso asunto, es que al menos y en lo que respecta a España, el colectivo homosexual hace gala de un victimismo gratuito que choca frontalmente con la realidad social desde hace lustros. Es más, si existe alguna discriminación es de la que ahora se conoce como positiva; sólo hay que ver el peso de su influjo en programas y series televisivas que, más allá de presentarlos como normales, los ofrecen como modelo a imitar,así como las subvenciones públicas que tan generosamente reciben sus asociaciones y algaradas. Por el contrario, el lado oscuro y los efectos negativos individuales y sociales de la «opción homosexual» es tema tabú. Pero, la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero; y la anormalidad es la anormalidad, practíquela Zerolo o normalícenla Zapatero y Rajoy.