¡Go home Europe!, ¡Bye, bye UK!
Miguel Massanet Bosch. Bien, señores, lo que nos barruntábamos, lo que deseábamos fervientemente que no sucediera ha ocurrido y lo que nos anticipaba tiempos difíciles ha tenido lugar aunque, durante las últimas semanas, hubiéramos concebido algunas esperanzas de que, el sentido común, se impusiera entre los votantes británicos. Como ciudadanos de a pie tenemos la impresión de que lo que ha sucedido en el UK no es bueno ni para Europa ni para España y, si se me permite la opinión, lo cierto es que, a pesar de las declaraciones de los mandatarios de las naciones europeas, de los grandes economistas con los que cuenta la UE y los directivos del Parlamento Europeo, todas ellas intentando restar importancia al Brexit de los ingleses y buscando atenuar sus consecuencias para la CE, procurando tranquilizar a la ciudadanía de esta gran familia europea, que se ha quedado desconcertada cuando ha visto que, la díscola Albión, ha decidido una vez más hacer valer los escasos kilómetros que la separan de Europa, para marcar distancias con sus amigos, los europeos continentales.
Nos cuesta aceptar que una ruptura semejante se pueda zanjar como quien se arranca una espina de cactus de la mano y, con todos los respetos hacia los expertos, no se porqué siento el convencimiento de que, en realidad, nadie es capaz de tener previstas todas las infinitas variables que se pueden desprender, para todos los países integrados en la UE, los 27 que quedarán, y los resultados que para ella; su prestigio mundial; sus potenciales enemigos del Norte y el Este; sus propias relaciones internas; el euro, el mantenimiento de su cohesión e integridad y la influencia que va a tener, en su futuro, como unión política, todavía lejos de confirmarse, va a tener el abandono, inapelable y definitivo (no hay marcha atrás) de este quisquilloso país, como es el Reino Unido, tan difícil de contentar, exigente y, evidentemente, excesivamente celoso de su soberanía e intimidad.
Los primeros efectos, aparte de espectaculares, no han hecho sino confirmar las previsiones que anunciaban que, la decisión sobre el Brexit, constituiría uno de los acontecimientos que más iban a influir en las economías comunitarias, como así ha sido: caídas a plomo de las bolsas de todos los países europeos, nerviosismo en la City y, muy especialmente, en toda la banca, que se ha destacado del resto de valores a la hora de acumular órdenes de venta; preocupación en los ingleses residentes en países europeos; inquietud de los inversores y entidades con participaciones en negocios radicados en el RU; desasosiego de los españoles que trabajan en empresas o autónomos cuya actividad principal tiene lugar en territorio británico; respeto cargado de grandes reservas en los EE.UU del señor Obama, que ya manifestó su respeto por la decisión aunque, evidentemente, no era la que él estaba esperando.
El señor Rajoy también ha salido a la palestra para tranquilizarnos o, al menos, con esta intención ha intentado desdramatizar el brexit, afirmando que lo vamos a superar aunque, evidentemente, el proceso va a tener una duración aproximada a los dos años. No todos parecen tener esta idea, porque el mismo presidente de la UE, señor Junker, aunque ha afirmado con un rotundo “no” la posibilidad de un derrumbe de la UE, también ha sido categórico respecto a desechar cualquier negociación para llegar a acuerdos con el RU, manifestando que: todo en lo que se podía haber cedido se dio en la reunión de febrero de Cameron con los representantes comunitarios y que, ahora, si se habían salido, ya no había nada que negociar. En una reunión con el canciller austríaco Christian Kern fue tajante cuando dijo: “Los electores deben saber que no habrá renegociación”.
Nadie puede evitar que sintamos una sensación de zozobra teniendo en cuenta que, al complicado resultado de la consulta británica, apenas dentro de dos días, vamos a pasar nuestro Rubicón, con las perspectivas más negras respecto a los inciertos y complicados resultados – todo está en el aire y los resultados de las últimas encuestas no contribuyen, ni mucho menos, a tranquilizarnos y a esperar unos desenlaces electorales que garanticen la formación de un nuevo gobierno, con posibilidades de gobernar y que presente la estabilidad y seguridad necesarias para inspirar confianza a la CE, para que siga ayudándonos y prestándonos apoyo – de los próximos comicios. No obstante, es obvio que, las perspectivas de que tres, de las formaciones que concurren a las elecciones o, mejor dicho, que tiene la posibilidad de sacar resultados que les permitan aspirar a entrar en un pacto para formar un gobierno, se hayan manifestado en el sentido de no querer formar alianza alguna con el PP, con o sin Rajoy, para establecer una alianza que se podría considerar como la mejor para inspirar confianza a nuestros socios europeos; deja la solución sobre quien debe gobernar, para evitar unas nuevas votaciones ( serían las terceras), en manos de las posibles mayorías que se pudieran derivar de una entente entre partidos de izquierdas, a los que no está claro si, en un momento determinado, pudiera unírseles el de Ciudadanos que, hasta ahora parece haberse mantenido en una postura ambivalente, con la que el señor Rivera pretende dar la impresión, a sus votantes, de que es el único capaz de ligar una unión entre su partido, PSOE y el PP. Es cierto que, el señor Rivera, en lucha constante con el PP (que aspira a recuperar los votos que votaron a Ciudadanos en las pasadas elecciones), cada vez se ha enrocado en su postura de no querer llegar a acuerdos con Rajoy, lo que sitúa la opción de organizar pactos centristas con muy pocas posibilidades.
Puede ocurrir que, al fin y a la postre, la intervención de partido de Ciudadanos, si no consigue aumentar sensiblemente sus resultados electorales respecto a los obtenidos el pasado 20D, resulte inoperante y se quede vestido y sin novio si, como se anuncia por parte de Podemos, cualquiera que sea el resultado obtenidos por ellos o por el PSOE, van a ofrecerse a pactar con los socialistas del señor Sánchez. No queremos ni imaginar lo que iba a suceder si, aparte de la inestabilidad organizada en la CE por la marcha de GB del club de los 28, resultara que, en España, se formara un gobierno de extrema izquierda en el que participara el grupo de Podemos, conocido en Europa por ser un clon de Syriza, el partido que intentó hacer frente a Bruselas y al que se le tuvo que parar los pies y obligarle a ajustarse a las reglas que se le marcaron por los famosos hombres de negro ( FMI, BCE y Comisión Europea). Puede que fuera la puntilla para que los grandes países que llevan la batuta en las cuestiones europeas se cansaran de tantas complicaciones y de aguantar estupideces de los pro comunistas y se decidieran a dejar fuera del euro a todos aquellos países que no cumplieran con los requisitos de solvencia para formar parte de una versión reducida de los países más ricos e industrializados; prescindiendo de todos aquellos que pretendieran implantar en Europa sucursales de los comunismos bolivarianos importados de Sudamérica.
Fuere como fuere, la realidad es que, queramos aceptarlo o no, en la actualidad estamos pasando por una situación de extrema dificultad, ya no sólo por los grandes problemas que amenazan a Europa, como son el terrorismo del EI; la amenaza de una nueva recesión económica, la aparición de gobiernos filocomunistas en algunos países y la evidencia de que existe un grave incremento del populismo, que denota el desgaste de los viejos sistemas de gobierno, que obligaría a la UE a dar un paso más en orden a su unión política y la creación de una Constitución para todos, que consolidara el gran proyecto que quedó truncado cuando Francia y Holanda rechazaron aprobar la Constitución que se había redactado al efecto. En caso contrario, si se permitiera que cunda el ejemplo del RU, teniendo en cuenta que, en Francia, Marie Lepen ya está pidiendo la celebración de un referéndum para apartarse de la UE y, en Alemania, ya se están formando nuevos partidos con idénticas aspiraciones. Cualquier retraso en fortalecer la unión de los 27 países que quedan, puede dar lugar a un derrumbe total del proyecto, con el efecto secundario de acabar con algo tan imprescindible como es tener voz propia en las decisiones y foros internacionales.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tendremos que reconocer que nos estamos moviendo en arenas movedizas, con la particularidad de que, si no nos andamos con cuidado y frenamos a aquellos que sólo aspiran a ponernos el pie encima para acabar de hundirnos, es posible que todos, y cuando digo todos me refiero a derechas e izquierdas, acabemos en el abismo que se está abriendo bajo nuestros pies. El abismo de la irracionalidad, la temeridad y la locura comunista.