¿A qué juega usted señor González? ¿Acaso lo hace con la unidad de España?
Miguel Massanet Bosch. En ocasiones uno se siente mal, no físicamente por supuesto, sino anímicamente y suele ser cuando la confianza que se había depositado sobre una persona se siente traicionada por un comportamiento que nunca hubiéramos esperado de él. Es el caso del ex presidente señor Felipe González y su rara facilidad para el transformismo político que le permite escribir una carta llena de sentido común, oportunidad, sensatez y visión política y, a los pocos días, apenas una semana,, en una entrevista al periódico de los Godo ( otro que tal) La Vanguardia, se apea de los fornidos lomos del toro hispánico para cabalgarse en los magros lomos del burro catalán, desdiciéndose de todo lo que había dicho en contra del independentismo catalán para proporcionarles a los separatistas suficiente munición para que, en uno de los momentos en los que peor se les presentaban las cosas en relación a los resultados del 27S, les ha proporcionado un soplo de aire fresco que nunca el señor Artur Mas y sus secuaces seguramente hubieran podido esperar ni agradecer de una persona que, hasta ahora, nunca había comulgado con las ideas del separatismo catalán ni había manifestado simpatía alguna por el nacionalismo catalán ni vasco.
Y los ciudadanos, anonadados por semejante metida de pata, indignados por la inyección de moralidad que les ha proporcionado a quienes buscan separarse de España y apenados por ver que, a medida que corre el tiempo, el tema catalán va ganando adeptos y las medidas, para atajar tal traición a la Constitución y a la nación española, que debería haber tomado el Gobierno de la nación con los medios mismos que le proporcionaba la Carta Magna que nos dimos los españoles y con el apoyo de una aplastante la mayoría del apoyo ciudadano; no han llegado a tiempo, en su momento oportuno, para cortar de raíz este cáncer secesionista, dejando pasar la ocasión de zanjar el intento independentista desde el mismo momento en que el señor Mas declaró su intención de separar a Catalunya de España. Por desgracia, se ha dejado enquistar el problema, se ha permitido que, de un rechazo frontal unánime de la mayoría de los partidos del arco político español en aquellos momentos, se pasara a apostar por el famoso “diálogo” -¬¬¬ ¿qué hay que dialogar cuando, una de las partes, pone como condición conceder la independencia de un pedazo de España?, para, finalmente –gracias a la idea luminosa de Pere Navarro , el líder del PSC – se propusiera la idea, para las elecciones del 20N del 2011, de construir una España de tipo federal que permitiera que, dentro de nuestra nación, de acuerdo con el sistema americano de los EE.UU, convivieran distintos estados con sus respectivos gobiernos.
No hay que repetir, por archiconocido, lo que ha venido sucediendo hasta estos momentos en que nos encontramos en vísperas de unos comicios, de tipo autonómico, en la autonomía catalana, unos comicios que, la obsesión y emperramiento de los señores Mas y Junqueras, con el apoyo de otros partidos comunistas, quiere que se convierta en un referéndum por el sí o el no a la independencia del “estado catalán”. De nada ha servido que, por activa y por pasiva, se les haya dicho que quedarían excluidos de Europa y que no podrían gozar de ninguno de los beneficios que implica formar parte de la CE. A pesar de todo, un obcecado Mas, sigue intentando hacer creer a los catalanes que, una Catalunya “libre”, iba a proporcionales un nivel de vida mejor, con una economía saneada y convertidos en una potencia mundial. Sueños de orate, de irresponsable y, por supuesto, meramente utópicos porque, de una manera u otra, se iban a enterar de lo imposible de conseguir que ello sucediera. Aparte de que se les pararan los pies por el Estado español.
Sin embargo, un nuevo personaje ha entrado en liza. Todavía no sabemos lo que piensa sacar, de este renuncio, el señor González o si ha sido amonestado por el actual líder de su partido, el PSOE, señor Sánchez; porque nos es imposible pensar que haya sido chantajeado por algún miembro de CDC o que, desde las formaciones separatistas, le hayan amenazando con sacar a la luz trapos sucios de los tiempos en los que tenían acuerdos de gobernabilidad con CIU, para que le apoyasen en el Parlamento. Recordemos aquella etapa negra de los GAL y las consecuencias que tuvo para varios ministros del gabinete de González que, curiosamente, no llegaron a salpicarle a él, porque ni el PP ni el resto de partidos tuvieron interés en que las investigaciones de lo ocurrido realmente con aquella banda de terrorismo de Estado llegaran a profundizar para llegar a descubrir quien fue el verdadero cabecilla de aquella trama mafiosa. Porque, señores, ¿tiene algún sentido ni lógica que primero le atice, con una carta publicada en El País, al separatismo catalán y, en un corto espacio de tiempo, se produzca una rectificación pública tan radical?
Existe un factor a tener en cuenta que nos parece que tendría sentido si se tratara de otra persona que no fuera Felipe, al que se le tiene por persona muy inteligente e incapaz de dejarse llevar por sus demonios internos. Se dice que es posible que desde su partido se le haya reprochado el que, con su diatriba contra Mas y los separatistas, haya podido favorecer, aunque fuere indirectamente, a los candidatos del PP. Entonces deberíamos llegar a la conclusión de que el supuesto patriotismo y españolismo del expresidente del gobierno no era más que una pantalla y que, detrás de ella, se escondía simplemente el afán del poder. Otra de las posibles causas, de este súbito cambio de rumbo, la podríamos encontrar en que, habiéndose dejado llevar por su propio instinto cuando escribió la primera carta en El País, después llegara a la conclusión de que, con ello, daba apoyo a sus tradicionales adversarios, puede que en este caso enemigos políticos, que, en su día, lo desbancaron de la presidencia usando la corrupción, de la que estaba infestado el gabinete del señor González, como argumento y esto le haya hecho rectificar.
Podríamos perdernos en suposiciones, teorías o probabilidades sin que llegáramos a esclarecer los verdaderos motivos de que haya sucumbido a los cantos de sirena de los Godó, prestándose ¿voluntariamente?, a hacer unas nuevas y extensísimas declaraciones en las que entona el “mea culpa” por su anterior “error” y reconoce paladinamente que Catalunya es una nación, que tiene derecho a excluir de ella la lengua castellana y a que se le den todas las facilidades para que elija su propio destino. Sí señor, ¡con todos los bemoles! Nos cuesta, sin embargo, admitir que un conocedor como es el señor González de la Constitución, una persona de reconocido prestigio jurídico y que llegó a prestarse para ir a defender a los detenidos y encarcelados miembros de la oposición venezolana por orden del dictador Maduro; tenga la osadía, la humorada y el dislate de actuar como el más ignorante picapleitos, pronunciándose a favor de algo que está perfectamente sancionado en nuestro Código Penal y en la propia Constitución de 1978.
Claro que ahora hará falta ver la respuesta del señor Guerra, al que parece que ha puesto como chupa de domine, y la del señor Aznar, en este caso más de acorde con su línea política, que es de esperar no tarde en producirse. Y miren lo que les digo, mucho me temo que, al propio líder del PSOE, el señor Pedro Sánchez, el aparentemente beneficiado por la rectificación de su compañero de partido, poco o nada le han gustado unas declaraciones tan extremistas, tan directamente a favor de que Catalunya sea considerada como una “nación”, con facultades de una inmersión lingüística totalitaria y con todas las prerrogativas que todo ello supone. Sin duda que Sánchez esperaba defender una España federal pero, hasta ahora, no se había atrevido a un pronunciamiento tan categórico y favorable a la secesión de los catalanes, algo que él nunca ha apoyado.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no salimos de nuestro estado catatónico viendo como, a medida que pasan los días, nuestra nación se va derrumbando y entregándose a quienes pretenden destruirla, sin que las instituciones de la nación muevan un dedo, tomen medidas o se pronuncien severamente ante una situación que lleva todas las trazas de acabar en una tragedia para España y los españoles.