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Diario YA


 

“Es bueno temer siempre lo peor; lo mejor se salvará por si solo” J.Jubert

¿Puede Europa protegerse de los “lobos solitarios” yihadistas?

Miguel Massanet Bosch. ¡En nombre de Ala!  Es evidente que la concepción de un dios no es la misma para todos los creyentes de la Tierra y, también lo es el que, en algunos países, no se ha sabido asimilar bien la idea de un Dios pacífico, preocupado por mantener la paz y la buena convivencia entre todos los hombres y contrario a cualquier acto de violencia, proviniese de donde proviniese y se justificase como se justificase; porque, es evidente que la idea de un dios Marte, como la que tenían los romanos, hoy en día no podría ser aceptada por un país civilizado, moderno, ilustrado y con una cultura avanzada.

Es evidente que estamos pasando por una situación extraña. Un grupo, cada vez más numeroso, de terroristas, han comenzado en Oriente Medio su particular guerra, avalada por una partidista interpretación del Corán, no compartida por todos los musulmanes pero que, no obstante, a medida que van teniendo éxito en sus banderías y se van ensuciando sus manos con la sangre de sus víctimas, parece que despiertan los instintos satánicos de aquellos que parece que no encuentran otro sentido a sus vidas que el de inflingir daño y causar destrucción, ¡eso sí, siempre con la invocación de un dios hecho a su medida, un dios sediento de sangre y no defensor de la paz!. Los miles de personas que, desde los distintos países europeos y de África, se siente atraídos por el llamado Estado Islámico y abandonan su patria y su trabajo para enrolarse en las milicias de los asesinos yihadistas, nos puede dar una idea de lo peligroso que puede resultar la propagación de una idea perversa, capaz de arrastrar a la crueldad sin límite a personas que nunca se hubiera esperado que cayeran en semejante degradación intelectual.

Europa, no obstante, parece que siempre ha considerado que, lo que sucede en Irak o Siria, salvo por lo que pudiera derivarse del suministro del petróleo, no debiera preocuparnos a los ciudadanos europeos. Son mayoría los que ignoran los planes del EI y sus dirigentes, son pocos los que conocen el mapa donde incluyen a media Europa entre sus aspiraciones de conquista y, todavía menos, los españoles que han comprendido que España, El Andalus para los yihadistas, está entre una de las primeras reivindicaciones de los terroristas islámicos, que la consideran de su propiedad e injustamente sustraía a los musulmanes que fueron expulsado de la península por los Reyes Católicos. Justificadas o no, el hecho es que nadie puede pensar, en estos momentos, que ningún país limítrofe con los estados musulmanes del Norte de África pueda estar libre de ser atacado por algún comando que se introduzca en la península, ya fuere un español que regresare convertido en yihadista ya un musulmán suicida que,  mezclado entre los miles de inmigrantes que cada día entran en Ceuta y Melilla y, gracias a la política absurda de la CE y de su comisaria, la sueca Cecilia Malmström, tenemos la obligación de tratar a cuerpo de rey, de aceptarlos y de iniciar trámites de retorno que, en el mejor de los casos, duran meses hasta que la Justicia española se pronuncia al respecto.

Lo ocurrido en Francia nos demuestra la facilidad con la que, grupos pequeños de “lobos solitarios”, dispuestos a inmolarse por la causa, pueden hacer cuando se lo proponen y antes de que la policía tenga tiempo para poder evitarlo. La muerte para esta clase de personas, a las que se les ha lavado el cerebro, es su profesión y están convenientemente preparados para causarla, sin que una vigilancia mayor de la policía sea suficientemente eficaz para evitar que, en cualquier momento, se produzca el atentado que acabe con la vida de inocentes ciudadanos. Las autoridades no están exentas de culpa, al menos por lo que hace referencia al caso de este libelo denominado “Charly Ebdo”, ubicado en la ciudad de París.

Es cierto que no hay justificación alguna para la masacre de 12 personas y las heridas graves a otras; es evidente que cualquier acción de este tipo debe ser reprimida por todos los medios que tiene establecidos el Estado de Derecho y que todo el país debe levantarse en repulsa contra atentados de esta índole, pero no dejemos de tomar en cuenta la provocación, la desfachatez, la falta de sensibilidad hacia los miembros de las distintas religiones, que han venido demostrando los periodistas de dicho semanario satírico y la falta de contención con la que han tratado los temas religiosos a los que se han referido y con los que se han ensañado de una manera cruel e innecesaria, sólo para conseguir aumentar sus ventas. Sus ataques a la religión católica vienen siendo proverbiales y sus caricaturas de mal gusto referidas a los ministros de la Iglesia y a sus cardenales, incluido el Papa, no han dejado de causar indignación y rechazo en los creyentes que,  precisamente por su condición de católicos, no han hecho otra cosa que presentar la otra mejilla.

Han creído que todo el monte era orégano y han sopesado, equivocadamente, que en todos los casos tendrían una reacción a sus provocaciones similar a la de los católicos, sin tener en cuenta que, en el caso del Islam, sus respuestas son distintas ya que, para ellos y, especialmente para los más fanáticos, entre los que se encuentran los de Al Qaeda y los del EI, estos insultos a sus clérigos y especialmente a Alá y al profeta Mahoma, no pueden solucionarse más que con un baño de sangre. Es posible que la libertad de expresión sea un bien defendible por encima de cualquier otro derecho, pero también debe tener su limitación y, una de ellas, sin duda, es evitar tocar temas en los que, sin justificación alguna y sólo por el interés de zaherir,  se toman libertades que, sea por escrito o por medio de dibujos, puedan ofender a muchas personas que, para nada, comparten la forma de pensar de sus autores.

El Estado francés ha pecado, sin duda, de demasiada permisividad, teniendo en cuenta que, en Francia, se calcula que viven más de 5.000.000 de musulmanes, muchos de ellos personas plenamente integradas en el país y respetuosas con las leyes, que viven trabajando honestamente y ganándose el pan sin molestar a nadie y pagando sus impuestos. Estas personas, sin duda, no compartirán con los yihadistas la decisión de atentar contra los periodistas de Charly  Ebdo; pero eso no quiere decir que no se sintieran ofendidos por la publicación de caricaturas soeces de lo que, para ellos, son profetas y forman parte de la élite de los representantes de Alá. El gobierno del señor Hollande es posible que haya querido llevar al extremo el derecho a expresarse libremente, pero también tenía la obligación de velar por sus súbitos de la religión islámica y poner coto a unos señores que, sólo por fines crematísticos, se han dedicado a poner de chupa de dómine a cristianos, islamistas y a todo personaje del que hayan querido sacar tajada informativa.

Pero lo que sí ha quedado claro es que, ante estas situaciones, por el momento, sólo cabe que los servicios de inteligencia se esmeren en sus tareas, porque todo lo que sea pretender cubrir con policía todos los pueblos y ciudades de un país resulta imposible y, aún que lo fuera, nadie puede quedar a salvo de un ataque imprevisto, llevado a cabo por individuos que actúan por si solos, sin necesidad de recibir órdenes desde otro sitio. La guerra contra el ejército del EI, es posible ganarla, aunque está demostrado que sin fuerzas terrestres va a ser muy difícil; pero el controlar a los infiltrados ya es harina de otro costal. Europa debe aprender a enfrentarse a esta nueva estrategia del terrorismo ya que, en caso contrario, puede que nos espere una época de terror. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, empezaremos a creer que la guerra la tenemos en casa.
 

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