¿Quién cree en el acatamiento constitucional del nacionalismo?
Miguel Massanet Bosch. En muchas ocasiones hemos escuchado aquello de “creer es poder” o aquella otra frase que califica una elección in extremis, como aquello de “de lo malo lo mejor”, una elección forzada que siempre conduce a una solución poco satisfactoria. Mucho nos tememos que, en el PP, evidentemente sumergidos en una serie de situaciones extremas, ante un panorama jurídico que avanza situaciones de humillación, que van a dar al traste con todos los méritos económicos que pudiera haber conseguido durante los años que ha estado gobernando España; las consecuencias evidentemente poco alentadoras de su reciente fracaso en las elecciones catalanas; el error de apreciación de las consecuencias de la aplicación del 155 en Cataluña, al pretender hacerlo tan suave que se olvidaron de poner fuera de circulación elementos tan agresivos y distorsionantes como la TV3 catalana o la Cataluña Radio, a los que permitieron que continuaran sin la menor contención haciendo propagando, apoyando, criticando al Gobierno y facilitando a los sectores separatistas informaciones básicas para hacer que fracasara el referéndum, convocado ilegalmente por los secesionistas catalanes; el hecho de que, el nuevo presidente del Parlament catalán, el señor Roger Torrent, haya hablado de “coser la sociedad catalana” ya ha sido suficiente para que se “sintieran aliviados”, dando por hecho de que sus problemas con el separatismo catalán ya se han acabado.
El periódico La Vanguardia mantuvo a sus colaboradores habituales y, entre los destacados, como abanderada del independentismo más furibundo, intransigente, antiespañol, sesgado y manipulador, ha estado la líder de la revolución separatista, la señora Pilar Rahola. Enclaustrada en su nicho de sectarismo catalanista, inducida por un odio indómito hacia España y el resto de españoles; cocinada en los ambientes más radicales del catalanismo excluyente y mimada por todos aquellos medios de comunicación que han decidido convertirse en los propagadores del levantamiento contra la patria de todos; esta señora ha seguido desde su reducto inexpugnable en las páginas de La Vanguardia del grupo Godó, utilizando su pluma viperina para defender todo lo que ha tenido de ilegal, anticonstitucional, subversivo y denigrante de este, mal llamado, proceso hacia el derecho a “decidir”, una mera añagaza para intentar disimular su claro camino hacia la escisión de la nación española. Ahora alguien habla de intentar volver atrás todo el mal que ha causado en la sociedad catalana este enfrentamiento entre los que no queremos la independencia de Cataluña y deseamos seguir siendo españoles y aquellos que, tomándose facultades de las que carecían, incumpliendo las leyes del Estado y haciendo caso omiso de los tribunales españoles y sus resoluciones decidieron, por su cuenta y razón, declararse dueños de la autonomía catalana, apropiándose unilateralmente de sus instituciones y fabricando un gobierno paralelo, con los recursos que les proporcionaba el Estado español, aunque ello significase dejar de atender compromisos sociales a los que, aquellas ayudas, estaban destinadas.
¿Qué tipo de costura tiene en su mente el señor presidente del nuevo Parlamento catalán, señor Torrent? Porque no ha especificado cómo piensa él que se puede restaurar y volver a la normalidad lo que, durante meses o años ha enfrentado a los miembros de una familia con los otros, a unos amigos íntimos que ahora ya no se hablan o a compañeros de trabajo que se han enrocado, cada uno en sus trincheras patrióticas. Tratándose de un Parlamento que, después de la aplicación del 155 para evitar que siguieran tramando los medios más eficaces para convertirse en una “República catalana” independiente de la nación española, se da la circunstancia de que, una vez celebradas unas elecciones que el señor Rajoy estuvo obstaculizando durante años, sólo que en esta ocasión ha sido él que, de una manera inverosímil y en el colmo de la insensatez, ha convocado para darle legitimidad a lo que los separatistas han estado buscando desde que se inició el llamado proceso. ¿Qué prisas tenía Rajoy de salirse del 155, que le han hecho cometer la torpeza de convocar elecciones autonómicas en caliente, cuando acababa de poner a los catalanes en pie de guerra con la aplicación de unas medidas que, para ellos, constituían el colmo de la humillación?
Mariano y la vicepresidenta han cometido una serie de errores garrafales que nos han situado, después de unos meses de desconcierto, a causa de su falta de valor, energía, decisión, y verdadera infrautilización de todas las posibilidades que le proporcionaba un artículo de la Constitución, lo suficientemente amplio como para acabar de un plumazo con este cáncer catalán que han pretendido neutralizar usando el remedio más ineficaz, debido al miedo a que el procedimiento que verdaderamente estaba indicado, produjese algunas reacciones poco convenientes. Ahora habrán conseguido que, aquellas células cancerígenas que pretendieron eliminar, se hayan reproducido clónicamente mientras, desde la periferia, siguen estando en condiciones de seguir produciendo la metástasis que se pretendió evitar con el empleo del 155. Un nuevo Parlamento con mayoría separatista; un nuevo presidente del mismo que apunta maneras y que ya ha manifestado que no renuncia a sus objetivos; un sujeto, Ernest Maragall, al que le han dejado expansionarse desde el lugar sin responsabilidad alguna en el que está instalado, pero que ha sido capaz, con sus maneras ásperas y rencorosas, de pintar un panorama nada favorable a las “cosiduras” anunciadas por Torrent. Toda una colección de interrogantes abiertos que, sin duda alguna, deberían tener muy preocupados a nuestros gobernantes de la Moncloa.
¿No será que lo que nos tiene preparado, este recién elegido Parlamento catalán, siguiendo la ruta que inició la señora Forcadell, sea la aplicación de un método cauterizante de imposición de sus pretensiones, a quienes ya han demostrado no estar de acuerdo con sus aspiraciones rupturistas y totalitarias? Nada se habrá logrado y habrán fracaso estrepitosamente nuestros gobernantes sí, lo único que se ha conseguido, ha sido cambiar los nombres de los componentes del Parlamento y del gobierno de la Generalitat, si ello no va acompañado de un intento serio y de buena voluntad de reconciliar a la sociedad catalana mediante el respeto por las ideas ajenas, la renuncia a actitudes extremistas, la vuelta a la normalidad social y el retorno a dar prioridad a los problemas inmediatos y urgentes que tienen preocupada a la ciudadanía, dejando para un futuro indeterminado, para ocasiones en las que las relaciones con el resto de España estén más relajadas, la recuperación de toda la nación más consolidada y las diferencias, que ahora se han convertido en enfrentamientos, hayan quedado reducidas a lo que, de verdad, son: contrastes de pareceres que sólo requieren que sean contempladas bajo la óptica de la justicia, la buena fe y la solidaridad para que, sin duda, sean fácilmente solucionables. Entonces puede que no sea necesario hablar de ruptura y baste que todos empiecen a actuar con sentido común y buena voluntad, para que este problema virulento que ahora nos separa se diluya en meras cuestiones administrativas de fácil solución.
Por desgracia nada hay que nos permita confiar en la buena fe de quienes vienen luchando para acabar con la legalidad vigente, entre los cuales no basta con referirse a los nacionalistas catalanes, que sabemos que tienen el apoyo de casi dos millones de ciudadanos, sino que debemos incluir en este paquete de los que intentan provocar graves problemas, no sólo en tierras catalanas, sino en toda España, si siguen empeñados en trasladar el problema al nombramiento del presidente de la Generalitat, si es que piensan que se puede hacer sin su presencia en persona para ser investido. Tampoco se reduce al momento de la investidura ya que, como es sabido, la Justicia española está pendiente de que, en cualquier momento, intente regresar a Cataluña el aspirante, señor Puigdemont, para detenerlo y llevarlo ante el juez de TS, que lo tiene reclamado. Una serie de incógnitas que, como sucede cuando existe un ambiente en las calles enrarecido, puede dar lugar a que la forma pacífica con la que los separatistas han pretendido llevar adelante el proceso, pudiera derivar en algaradas en las que sea necesaria la intervención de las fuerzas del orden.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no tenemos muy claro cuál es, en realidad, la postura del PP ante lo que van a ser los próximos movimientos del separatismo catalán; tampoco las tenemos todas consigo respecto a las reacciones del País Vasco ante toda esta serie de tácticas y contra tácticas, si es que ven posibilidades de sacar ventaja si se ponen de acuerdo con los subversivos catalanistas. Serán días en los que habrá que tener la vista fija en varios puntos para sacar las debidas conclusiones: Europa, el PSOE (será imprescindible su apoyo a la acción del Gobierno si, en realidad, fuera preciso mantener vigente por más tiempo el 155), las reacciones en las calles de las ciudades de Cataluña y la propia actuación del Ejecutivo del Gobierno si, en realidad se llega a un momento en el que las espadas se sigan manteniendo en alto. Ya no hablo de la Zarzuela ni del Artº 8º de la Constitución, porque ello significarían palabras mayores, aunque nunca se pueden descartar. ¿Quién sabe?