¿Ucrania sirve el segundo plato a Rusia?
José Luis Orella. La tensión ucraniana sigue, después de la reintegración de Crimea a Rusia. El proceso electoral presidencial ucraniano prosigue y está claro que alumbrará un futuro presidente pro-occidental ,que acometerá drásticas medidas que el FMI ha propuesto para poder financiar un país que se encuentra en quiebra financiera técnica. Entretanto, los oligarcas ucranianos residentes en Londres, han vuelto para ocupar directamente cargos, como Ígor Kolomoiski y Serguéi Taruta, flamantes gobernadores preceptos de las provincias orientales. El este ucraniano es el históricamente pro-ruso por ser el motor de la economía del país, donde se sitúa su principal potencial minero e industrial. Aquel espacio atrajo en el periodo soviético a centenares de miles de trabajadores de toda la URSS. Ahora miran con miedo las medidas que el FMI aconseja, a una población pensionista en la miseria, y una mano de obra especializada en una industria no competitiva.
Aquellas poblaciones, verdaderos graneros de votos del partido de las regiones y del partido comunista ucraniano, han formalizado la creación de milicias locales, que ocupan de forma obstinada las sedes públicas para hacerse visibles. Sus líderes han salido elegidos de forma asamblearia y arbitrariamente, y detenidos al momento por las nuevas autoridades de Kiev, que hicieron lo mismo en la capital. La nueva guardia nacional ucraniana, formada por la reunión de las milicias paramilitares nacionalistas, se encuentra instruidas por miembros de la empresa Greystone Limited. Una empresa contratista privada, que ha encontrado en conflictos como Afganistán, Somalia o Irak, mercados estables para las actividades de sus trabajadores. Utilizando el lenguaje oficial, serían “soldados sin fronteras”. La acción de estos “profesionales” sin control, y la de las milicias de autodefensa de las provincias de Donetsk, Jugansk y Jarkov, cada vez más recuerdan al proceso de formación de los Estados Confederados de Norteamérica.
La OTAN, en pleno relevo de su principal dirigente, previene sobre el salto cualitativo que significaría la segregación del Este ucraniano, pero el acuse de recibo ruso fue claro. Una Ucrania orientada hacia la UE y homogeneizada por los nacionalistas, provocaría una reacción contraria de la población oriental, y Rusia se encontraría en la obligación de protegerla. O Ucrania opta por una amplia federalización que entregue parte de su poder a las regiones, permitiendo que las provincias orientales, como nuevas taifas, puedan relacionarse con Rusia, o Ucrania poder servir de pasto a Rusia y vecinos ansiosos de borrar vergonzosas fronteras, a las que fueron obligados por un victorioso Stalin. Rumanía, Hungría y Polonia, no olvidan que parte de su territorio histórico es actualmente ucraniano, y que una parte minoritaria de su población son étnicamente hermanos. Es posible que Obama, como Wilson hace casi un siglo, haya abierto la caja de pandora de los viejos nacionalismos de la Europa del Este. En la España de entonces, un sistema parlamentario bipartidista exhausto pedía a gritos un régimen ejecutivo que lo aliviase de su ineficacia. La historia no se repite, pero los hechos de nuestro presente se ven iluminados por los reflejos de los fantasmas del pasado.