MANUEL PARRA CELAYA. Han pasado de moda las inocentadas, esas bromas que se solían gastar el 28 de diciembre y que generalmente nos dejaban buen sabor de boca y simpáticas anécdotas que contar en las tertulias. A lo mejor es que han sido prohibidas, como tantas otras cosas, ya sea por alguna ordenanza municipal de inspiración populista, ya sea, más globalmente, por alguna ley o decreto, posibilidades todas ellas de los interdictos causados por el imperio de lo políticamente correcto.
Manuel Parra Celaya. No pasa día sin que nos enteremos por los medios de difusión de que se le siguen retirando honores al expresidente Pujol: despojamiento de su título de Muy Honorable, derribo de estatuas, levantamiento de placas de inauguración de locales e instalaciones (muchas de ellas, en realidad, reinauguraciones durante su mandato, porque procedían del denostado Régimen anterior)… Lo más sonado ha sido la disolución, metamorfoseo o reconversión (uno no sabe a qué atenerse) de Convergencia Democrática de Cataluña, el partido fundado por él. Parece que se quiere, por una parte, borrar todo vestigio de su existencia pública y, por otra, llevar a cabo una purificación colectiva en la que ejerza, con su clan, de único chivo expiatorio.
Manuel Parra Celaya. Muchas de las controversias de la calle politizada, de la prensa o, incluso, de nuestros numerosos parlamentos me huelen inevitablemente a naftalina. Por ejemplo, y a diferencia del diario ABC y de los podemitas, me trae al fresco en estos momentos el viejo debate monarquía-república, respectivamente.
Manuel Parra Celaya. Me apresuro a escribir estas líneas porque tengo por seguro que, en breve, el atentado de Bruselas ya no será noticia, tal es la capacidad de amnesia selectiva de la opinión publicada y fabricada, que no pública, y de sus mentores. Me apresuro a afirmar, en primerísimo lugar, que este asesinato y todos los anteriores no van dirigidos contra un Sistema económico ni un Régimen político determinados –esos del supuesto fin de la historia- ; ni exclusivamente contra un determinado “modelo de convivencia y de libertades”, según latiguillo prefabricado escuchado ad nauseam en todas las declaraciones de estos días; ni contra una Nación en concreto, que forma parte del reino de Jauja del buenismo: se trata de un atentado más contra la esencia de Europa.