¿TV1 emite publicidad encubierta? Otra vez sale a la palestra Mariló Montero
Miguel Massanet Bosh. La CNMC ha abierto expediente a TVE por el programa matinal que dirige la presentadora Mariló Montero, por presunta publicidad encubierta. Nadie que vea asiduamente la cadena pública estatal puede evitar sentirse engañado en cuanto a que, esta Corporación de Radio y Televisión Española, que no debería emitir ningún tipo de publicidad, precisamente por estarle prohibido hacerlo y, no obstante, en muchas ocasiones, camuflada en sus programas o confundida en forma de promociones en los casos de trasmisiones de eventos deportivos u otro tipo de programas genéricos, es evidente que en forma disimulada o subliminal, aparecen recomendaciones o sugerencias que, poco o nada, se diferencian de cualquier otro tipo de publicidad.
No sabemos cómo estos ingresos complementarios y, evidentemente ilegales, se contabilizan en los libros de contabilidad del ente o si, en realidad, alguna vez puedan aparecer en ellos. Como ciudadanos de a pie tenemos que limitarnos a lo que vemos, escuchamos y nos muestran los distintos medios de comunicación a través de sus informaciones; pero, la duda, sería suficiente para una investigación a fondo. Sin embargo, mucho nos tememos que la plantilla de esta TV pública, las distintas empresas de promoción de espectáculos que tienen contratados sus servicios con ella y las consabidas camarillas políticas que continúan sirviendo a sus “señores”, como es el caso de algunas de sus presentadoras, tal como sucede en el programa de opinión de las mañanas en la TV1, a cargo de la presentadora Maria Casado, obviamente de claras tendencias hacia la izquierda y antigubernamentales, así como un claro escoramiento hacia el nacionalismo catalán; como ha venido demostrando, a pesar de sus intentos de disimularlo, queriendo dar a su programa de entrevistas un marchamo de imparcialidad.
En realidad, la TVE siempre ha sido un ente en el que todo su entramado de redactores, presentadores, colaboradores y productores contratados han venido realizando una efectiva labor de zapa en contra de la derecha, incluso cuando el gobierno de la nación ha sido de esta tendencia, como es el caso del último gobierno del PP. En ocasiones nos hemos sentido sorprendidos ante la inmensa candidez de los populares, que no han sabido, no sólo utilizar, como habían hecho, impunemente, los socialistas, la TV pública para beneficio de su partido, sino que ni tan siquiera han sido capaces de que los programas que se han emitido durante toda la legislatura, mantuvieran la imparcialidad; algo que no ha ocurrido durante toda ella. En fin, no vale la pena quejarse de lo que fue y, con toda probabilidad, va a tardar tiempo en que se vuelvan a producir unas condiciones, tan favorables para la derecha, como las que tuvieron y no supieron utilizar convenientemente durante estos cuatro años que han tenido de mayoría absoluta en ambas cámaras.
En varias ocasiones hemos denunciado, en estos comentarios, el hecho de que algunos presentadores de programas, algunos productores de determinados espacios o responsables de la vigilancia de que, siendo una televisión pública, se mantengan unas formas determinadas, se eviten actitudes ególatras, se prescinda del divismo de temerarios presentadores, evidentemente endiosados y, lo que es más importante, se eviten cometer errores y meteduras de patas que si, en cualquier cadena televisiva serían reprobables; no hay que decir lo que supone que se produzcan en una cadena estatal en la que, todos los programas que se emiten, debieran pasarse por un tupido filtro para evitar que las improvisaciones ( una peligrosa costumbre de aquellos presentadores de medio pelo que se creen poder entrometerse en materias que, evidentemente, no dominan).
Este es precisamente el caso de esta señora, Mariló Montero, enamorada de sí misma y, evidentemente, muy sensible al halago de todos los pelotas que la rodean; que ha llegado a creerse que, nada más por dirigir un programa de entretenimiento, por las mañanas de la TV1, por ciencia infusa, y fiada de sus facultades de improvisación, puede enmendar la plana a los expertos, adelantarse a sus explicaciones, sustituirlos en sus recomendaciones, interferir con sus rocambolescas salidas y acaparar todo el tiempo el protagonismo aunque, para ello, deba dejar en mal lugar a sus compañeros de plató.
Esta señora, que suponemos debe tener una gran influencia dentro del ente para que, a pesar de sus repetidos fallos e inconveniencias, se la mantenga en un puesto que, evidentemente, merecería alguna persona de mas peso intelectual, de menos amaneramiento y más humildad como, por ejemplo, hemos visto en una Teresa Viejo, escritora, presentadora y perfectamente formada que, en las ocasiones que ha tenido que sustituir a la titular del programa, ha sabido actuar con sencillez, con experiencia, sin pasarse de su rol y manteniendo siempre una actitud comedida, acorde con la que demandan las características de su programa. La lista de errores e inconveniencias de la señora Mariló Montero podría ser objeto de un estudio psicológico del que, seguramente se extraerían curiosas conclusiones. Desde preguntarse en pantalla “si con un miembro amputado se va una parte del alma de un individuo”, a decirle a una compañera, Ane Igartiburo, “ si estaba oxidada”, cuando iba a iniciar un nuevo programa televisivo o, demostrar su supina incultura al hablar de calamares gigantes exhibidos en un museo al preguntar si “estaban muertos o vivos”, sin olvidarnos de aquel comentario, en el caso del asesinato de la niña Asunta Basterra, cuando preguntó sobre el cadáver de la muchacha sobre: “si acababa de ser asesinada estaría blandita”.
Como estos ejemplo podríamos hablar de otros, todos ellos del mismo calibre que, como es palmario, demuestran un grado de incompetencia y de incapacidad para dirigir un programa que, por su audiencia, por el prestigio del ente público y por la continuidad de propio espacio televisivo, requeriría un relevo de presentador, que comportase más solidez, más nivel intelectual, menos divismo junto a una mayor sensatez. Últimamente, para remachar el clavo, se ha producido la intervención de la CNMC que ha incoado un expediente a la TVE, por considerar que, en el aludido programa matinal de la señora Montero, se llevaba a efecto publicidad encubierta. Es evidente que el programa, en el que se dan consejos médicos y se utiliza la cooperación de determinados especialistas que intervienen en él, parte de los consejos médicos que se les proporcionan a determinados asistentes, como espectadores, también se atienden llamadas de ciudadanos que exponen sus males para ser aconsejados.
Lo curioso es que, como ha sucedido, ha habido casos en los que los especialistas han hecho propaganda de las clínicas en las que dispensan sus servicios y, en otras ocasiones, se han citado diversos medicamentos como los más aconsejables para la cura de determinadas dolencias, hablándose de marcas y no de las sustancias que componen tales remedios. Nadie se va a creer que, en estos actos presuntamente constitutivos de publicidad encubierta, los que han intervenido en ellos o se han prestado a colaborar en su puesta en escena, ignoraban que estaban cometiendo un acto ilícito o, al menos, con muchas posibilidades de que lo fuera; como se ha demostrado por el expediente que se le ha abierto al programa por la CNMC. Siempre quedará la duda de lo que se proponía la productora de este programa de las mañanas de la TV1; si han cobrado por dicha propaganda o si han pagado a los que han participado en el programa y se han beneficiado de la publicidad gratuita del mismo, a cambio de su intervención como especialistas sin percibir compensación alguna.
La Justicia será la encargada de esclarecer este, en todo caso, poco claro problema. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, volvemos a insistir en la necesidad de que, el ente público, sea objeto de una revisión total para, en su caso, librarlo de todas las posibles taras que vienen entorpeciendo su funcionamiento. No es posible que, cada año, esta televisión estatal, presente un saldo negativo que luego debe ser cubierto en los PGE que, como todos sabemos, se nutren de nuestros impuestos y, en consecuencia, es evidente que la opinión de los ciudadanos deba ser tenida en cuenta dado que, los impuestos que pagamos, están destinados a ser utilizados en cuestiones más urgentes y beneficiosas que el seguir promocionando un programa televisivo, para que algunos se hagan ricos a nuestra costa.