Antiguos Españoles
M. Landaluce. Según las recentísimas aseveraciones de los especialistas, los primeros humanos u homínidos vivieron en España hace 900.000 años, en base a los restos fosilizados encontrados hasta ahora. Sin embargo, probablemente los primeros pobladores pudieran ser bastante más antiguos, pues se han encontrado herramientas fechadas hace 1,5 millones de años; y alguien debió hacerlas. Hoy en día se emplean novísimas técnicas para el análisis y datación de los restos hallados en las excavaciones arqueológicas, como termoluminiscencia y paleomagnetismo que están aportando datos como para hacer tambalear las antiguas teorías evolucionistas y despistar a la cátedra, como ha reconocido hace días el sr. Arsuaga, co-director de Atapuerca.
Estos datos hacen coincidir, en el tiempo, la aparición en España con el resto de Europa, de tan antiguos antepasados. Lo mismo ocurre con los hombres de neandertal, que curiosamente y en base a los datos de los que disponemos hasta hoy, aparecieron prácticamente al tiempo en todo el continente; aunque por lo que sabemos, los últimos especímenes de neandertales sobrevivieron en el sur de la península ibérica. Algo muy similar ocurre en el caso de los cromañones, siguiendo la cadena evolutiva o por lo menos, temporal. Esto no quiere decir que los “españoles” tengan una antigüedad tan señalada. Para ser español, o alemán, o ruso, no basta con pertenecer a una caterva humana, ni a un clan o tribu, en un entorno geográfico determinado. Este último punto, la territorialidad, con respecto a la España peninsular, queda claramente determinado desde los albores de la Historia, cuando los geógrafos e historiadores clásicos, como Estrabón o Polibio determinan claramente el entorno peninsular definiendo su oreografía, límites e incluso pueblos que la habitaban. Cuando en el mundo antiguo alguien se refería a Spania, ni propios ni extraños tenían duda al respecto.
Sin embargo, y después de las irrupciones de celtas e ïberos, esos pueblos europeos peninsulares, sin un aglutinamiento, necesitaban pertenecer a una Nación, a un Estado que no tenían, para ser españoles. Son los romanos, en primer lugar, los que proporcionan en Hispania ya, y en su proceso de romanización, las bases para un estado. En ese solar hispano, a lo largo de más de 6 siglos de dominación, surge el pueblo hispano-romano con una lengua, el latín, que impuesta poco a poco, se hace común; con unas medidas, moneda y forma de vestir propiamente latinas. Amparados por un marco jurídico basado en el Derecho Romano, que hoy sigue siendo asignatura obligada en las facultades de Derecho.
Unidos por una red de calzadas de más de 11.000 Km., así como acueductos y ciudades y villas romanizadas al extremo, y además mezclando la sangre de los veteranos legionarios licenciados del ejército, que en posesión de tierras ganadas por años de servicio, se establecieron para siempre en la península. Ese pueblo hispano-romano, dotado de la ciudadanía romana desde temprano, ofreció al imperio filósofos, escritores y emperadores que en nada se distinguían de los del otro lado de los Alpes. Además y desde el siglo I, la decisiva incorporación de la religión cristiana, que aporta la definitiva unión espiritual al pueblo hispano-romano que tan importante resultaría para el futuro de España, en su defensa y propagación.
En los albores de la Edad Media y por tanto de la definitiva decadencia romana en Occidente, los godos, un pueblo germánico federado de Roma, penetra y se instala en Hispania para defenderla de las invasiones que está sufriendo por parte de suevos, vándalos y alanos que arrasan salvajemente unas tierras que las legiones romanas ya no pueden defender. Estos clanes de guerreros visigodos llevan muchos años siendo aliados de Roma y viviendo instalados en sus provincias. Están altamente latinizados pues, aunque conservan estructuras sociales particulares y poseen un marco jurídico propio de gran influencia posterior, hablan en latín, usan moneda basada en la romana y del mismo valor, visten de manera similar y sus costumbres cada vez se parecen más a las de los romanos, pues se copian mutuamente.
Los visigodos consiguen expulsar a los vándalos de la península y destruyen a los alanos; después de algunos años derrotan y absorben al pueblo suevo, que se había instalado en Galicia. El rey Recaredo convertido al catolicismo poco antes, convoca el III concilio de Toledo donde protocoliza la renuncia oficial del pueblo visigodo al arrianismo, que en esencia negaba la divinidad de Jesús. Acuden al concilio 62 obispos católicos y 8 arrianos, además del legado del Papa, nobles, jefes militares y magnates que hacen profesión de catolicismo. Este importantísimo concilio tiene la doble vertiente de oficializar el catolicismo entre los godos, uniéndose así en la Fe del pueblo hispano-romano, con el que se aglutina para siempre; además se institucionaliza la presencia de nobles y miembros de la Iglesia en las asambleas del Consejo Regio, creando el embrión de las Cortes medievales y olvidando la Digesta germánica.
A partir de ahí, sí se puede hablar de españoles primigenios, unidos en un mismo pueblo, una nación que habla una misma lengua, un Estado con instituciones propias y definidas, y sobre todo una religión que durante siglos dará cohesión interior tan sólida como para emprender la campaña multisecular de la Reconquista y además, será el motor para la gigantesca empresa de defensa y propagación de la Fe católica durante siglos, por el mundo entero.