BURLARSE DE LAS VÍCTIMAS
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Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter.
Una de las características típicas de las democracias que no lo son, como la que venimos padeciendo en España desde la muerte de Franco, es que los poderes públicos, la clase política y los entes de dudosa legitimidad (pero siempre bien dotados de dinero público), se cachondean de las personas más indefensas y dolientes, y con especial ahínco de las víctimas del terrorismo. Las víctimas han pasado de ser respetadas, cuidadas y queridas, a ser objeto permanente de escarnio y burla, por la sencilla razón de que la moral pública ha desaparecido, y ahora no hay más que Fe que la Fe en el dinero y en los vicios.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos tendría que haber desaparecido hace mucho tiempo, o para ser más exactos, jamás tendría que haber existido, porque no sirve para nada y gasta millones y millones de euros de dinero público, que luego se escatima a los pensionistas y a las familias. En ese organismo está el presunto juez socialista Luis López Guerra, aquel que abolió la "doctrina Parot", que ha ocupado cargos con el PSOE y está allí a propuesta de Rodríguez Zapatero y con el permiso de Mariano Rajoy, que en este asunto, como en casi todos, no ha tocado nada de lo que le dejaron los socialistas. Y así nos va.
Este tribunal considera que la Guardia Civil y la Policía Nacional trataron de manera "degradante y vejatoria" a los dos etarras asesinos que atentaron en la T4 de Barajas en diciembre de 2006, matando a dos personas e hiriendo a más de ochenta. Estas dos alimañas, Igor Portu y Martín Sarasola, fueron detenidos en enero de 2008, y estos presuntos jueces se creen la versión de los asesinos en vez de creer la versión de la policía y de la Guardia Civil. Cuando incluso, en una conversación interceptada al dirigente etarra Cheroki, éste reconocía que la denuncia de Portu y Sarasola era falsa, un método, por cierto, habitual en casi todas las detenciones de etarras desde siempre.
La sentencia condena a España a indemnizar a estos dos indeseables con 50.000 euros de dinero público, cuando ellos dos fueron condenados a dos millones y medio de euros de indemnización a las víctimas del atentado, un dinero que ni han pagado aún, ni van a pagar, diez años después de cometer aquel terrible atentado, que ponía fin a la tregua trampa de ETA. La tregua trampa que sirvió a Zapatero para proclamar el fin del terrorismo en España, y que ha servido después, como hemos visto, para meter a los pistoleros con calzador en las instituciones, presidiendo gobiernos y asambleas, cobrando de nuestros impuestos, y blanqueando a los peores asesinos. Sobre esta basura, sobre esta indecencia, se ha construido esta democracia.
El actual ministro de Justicia, Rafael Catalá, dice que respeta esta sentencia. No sólo eso, está contento y satisfecho porque el tribunal no condena a España por torturas a los etarras, sino solamente por trato vejatorio. Cuando lo que realmente sucedió es que estas dos sabandijas intentaron huir de los agentes que les detuvieron, en una operación por cierto muy peligrosa para la Guardia Civil, y los agentes, como es natural, tuvieron que emplearse a fondo para poderlos llevar al calabozo. Es decir, lo normal es cualquier operación policial contra unos asesinos. En otros países europeos menos acomplejados que el nuestro, la policía probablemente habría disparado contra ellos, y sus políticos y conciudadanos lo habrían entendido y aceptado perfectamente. Pero en la España de hoy, hemos perdido por completo el sano juicio, y vemos que en ciertos tribunales no andan mucho mejor.
Como nos decía este viernes el presidente de la AVT, Alfonso Sánchez, esta sentencia es una burla a las víctimas del terrorismo. No solamente porque se les pague 50.000 euros a estos dos canallas indeseables, sino porque se duda de la actuación de unos agentes de la Policía y de la Guardia Civil, dando credibilidad a unos asesinos que habitualmente mienten en sus denuncias como manera de eludir la cárcel. Es una sentencia que denigra, una vez más, a las víctimas, a los más dolientes e indefensos, a aquellos que merecen una mayor protección y respeto. Pero es evidente que quienes mueven los hilos de este Sistema hediondo y putrefacto han conseguido llevarnos hasta donde querían.